Desafíos para oficialismo y oposición
Límites políticos e incentivos para el peronismo
Desde finales del año pasado un gobierno fuertemente respaldado en las urnas ha debido hacer frente a una pérdida de imagen positiva y a la revisión del gradualismo inicial por las dificultades financieras y la desconfianza de los inversores. Así, problemas económicos se transforman en desafíos políticos, para volver a impactar en la economía. Y así continúa el ciclo...
En este contexto deseo analizar la relación entre el Gobierno y el peronismo.
El triunfo de Cambiemos en la elección presidencial fue un elemento central en la división del peronismo, profundizada por la derrota en las elecciones legislativas, especialmente en la provincia de Buenos Aires. Pero, por otro lado, tres elementos podrían estar operando para su reunificación.
1. En primer lugar, la tensión que enfrenta el Gobierno entre lo que de él espera el mundo empresario y las demandas de mejora en condiciones de vida de la gran mayoría de la población. Lo que ambos demandan suele ser casi imposible de resolver en simultáneo en un corto plazo dada la magnitud de los desajustes legados al actual gobierno. Y ello se traduce en inversiones con cuentagotas por parte de los que disponen del capital y severas advertencias sobre el rumbo de la política económica, o en ciudadanía que retira apoyo a quienes no cumplen con sus expectativas.
He sostenido que solo las sociedades con alta tolerancia a la desigualdad social (EE.UU., por ejemplo) o las que desarrollaron un importante Estado de Bienestar (países escandinavos, por ejemplo) pueden ver un funcionamiento relativamente armonioso del capitalismo y la democracia.
No es este el caso argentino y, en consecuencia, la resolución de aquella tensión es un serio dilema para quien gobierna ya que torna muy difícil lograr el reordenamiento económico propuesto en consonancia con los tiempos electorales y también puede promover que una parte de quienes votaron al Gobierno comience a mirar a otras fuerzas políticas como opción.
2. La naturaleza básicamente estatal del peronismo lo obliga a luchar por la sobrevivencia.
Nunca estuvo dos periodos presidenciales fuera del gobierno nacional y además sin la provincia de Buenos Aires. Para un movimiento que depende fundamentalmente de su presencia en el Estado para existir, la opción puede ser crítica: o se rearma y gana en el 2019 o comienza a dirigirse hacia el mismo fin de la Unión Soviética.
En verdad, el triunfo electoral de Cambiemos no debe ocultar que los aciertos fueron acompañados de alta dosis de fortuna en momentos claves; por ejemplo, cuando el peronismo eligió a un candidato problemático para gobernar la provincia de Buenos Aires o cuando la ex presidenta se negó a una competencia interna en las PASO, factores que implicaron derrotas en 2015 y 2017. Seguramente, otra sería la situación política del país si esos garrafales errores de los hoy opositores no hubieran sucedido. No debería confiarse que necesariamente seguirán cometiendo este tipo de errores
3. La frágil coalición gubernamental con un partido central y aliados que funcionan como socios menores y además en minoría parlamentaria. No es fácil resolver los serios problemas pendientes si no se transmite fortaleza suficiente para cumplir lo prometido y esto precisa de una sólida mayoría parlamentaria surgida de un gobierno de coalición amplio y generoso.
Ayer eso era posible, hoy es más difícil, mañana seguramente imposible. Sería deseable que no llegáramos a la situación de que Cambiemos tenga que proponer un “gobierno de unidad nacional”, no fruto del amor sino del espanto y la debilidad. Ya nos pasó una vez y sabemos cómo acabó.
En síntesis, la aguda tensión entre acumulación y distribución que enfrenta el gobierno y la frágil coalición gubernamental pueden llevar a la galvanización del hoy dividido peronismo. ■