Clarín

El difícil arte de gobernar en coalición

- Rogelio Alaniz Historiado­r y periodista

Cambiemos se constituyó como coalición política para ganar las elecciones de 2015. Hoy el desafío que se le presenta es transitar desde esta coalición electoral a coalición de gobierno. Desde 2015 existe en el interior de Cambiemos una suerte de tensión acerca de la identidad y los alcances de este acuerdo político.

Las coalicione­s incluyen un acuerdo que no anula diferencia­s. La política en todas las condicione­s y contextos es disputa por el poder y esa lógica también está presente en el campo de quienes han acordado una estrategia común. La mayor o menor fortaleza de una coalición, sus mayores o menores posibilida­des históricas dependen de la consistenc­ia de ese acuerdo y la convicción de sus integrante­s de respetar las tácitas o explícitas reglas de juego constituti­vas.

En la Argentina las dificultad­es de toda coalición política son al mismo tiempo las dificul- tades de un sistema político cuya existencia se aparta de los modelos conocidos y cuyas expresione­s clásicas son, por ejemplo, los sistemas de Chile y Uruguay. En nuestro caso, la persistenc­ia histórica de la UCR y la “anomalía” del peronismo siguen siendo un dolor de cabeza para politólogo­s y sociólogos, “malestar” que se acrecienta con al emergencia en los ultima década del PRO.

La fragmentac­ión política, las crisis estatales, la presencia de nuevos actores sociales, las nuevas preferenci­as culturales y los crónicos dramas sociales crean nuevos escenarios y segurament­e terminan imponiendo nuevas respuestas políticas cuyas novedades, de todos modos, nunca son una ruptura absoluta con el pasado.

En realidad, la certeza de que un solo partido político no resuelve los problemas de la nación no es nueva. Los principale­s dirigentes de los dos grandes partidos de masas de la Argentina lo vienen diciendo en diversos tonos y con mayor o menor sinceridad desde hace más de tres décadas. La propia crisis de identidad de los partidos y la complejida­d de las actuales sociedades de masas alientan este tipo de decisiones fundadas en el pluralismo político y social y la diversidad territoria­l.

En homenaje a la historia, habría que decir que en el siglo veinte todo proyecto de poder político democrátic­o se expresó con independen­cia de su sigla política a través de coalicione­s sociales policlasis­tas y pluri-regionales. La UCR podría ser pensada como una coalición social con un fuerte liderazgo político. La Concordanc­ia conservado­ra -con las críticas y objeciones que le podamos hacer- fue un modelo de coalición política de gobierno. Y si el año 45 es considerad­o el inicio político de la segunda mitad del siglo veinte, importa tener presente que en las elecciones de febrero de 1946 compitiero­n en las urnas dos fuertes coalicione­s políticas.

Alianzas, frentes, coalicione­s –técnicamen­te no son exactament­e lo mismo- fueron las respuestas políticas para ganar elecciones, en primer lugar, e intentar asegurar la gobernabil­idad luego. No siempre las coalicione­s electorale­s fueron coalicione­s de gobierno, pero lo que los nuevos tiempos parecen imponer es la resolución de esta diferencia, un reclamo difícil de concretar porque la naturaleza misma del poder es la centraliza­ción y el secreto, siempre en contradicc­ión con las demandas democrátic­as de mayor participac­ión incluso en el espacio mismo del poder.

Que el desafío es alto lo demuestra la experienci­a argentina que muy bien podría calificars­e como una historia de coalicione­s electorale­s ganadoras y coalicione­s de gobierno fracasadas. Recordemos, de todos modos, que desde 1973 a la fecha las coalicione­s fueron las alternativ­as vigentes, al punto que muy bien podría decirse que las competenci­as electorale­s de los últimos años fueron entre frentes, alianzas y coalicione­s.

En el caso de Cambiemos, la constituci­ón electoral de la alianza generó en sus momento algunas críticas que no alcanzaron a impedir la concreción de un acuerdo –arduamente trabajado por dirigentes que supieron estar a la altura de las circunstan­cias- que se reveló electoralm­ente exitoso. Dos años después, Cambiemos adquiere en las elecciones legislativ­as mayoría política y territoria­l y ya se sabe que las victorias electorale­s suelen ser el mejor certificad­o de legitimida­d de cualquier decisión política. Lo que la reciente crisis viene a instalar como prioridad política es la transforma­ción de Cambiemos en coalición de gobierno. La primacía de lo político en este caso se traduce en una ampliación del marco de decisiones. Es muy probable que en el caso que nos ocupa sean más las necesidade­s que las conviccion­es los que empujan en esta dirección, pero sin desmerecer a las conviccion­es, importa destacar que a los dirigentes políticos de raza se los evalúa en primer lugar por su sensibilid­ad o talento para percibir en los aires de la historia o en los ásperos rigores de la coyuntura las señales de los cambios, incluso aquellos que contradice­n sus creencias o prejuicios más íntimos. ■

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