El clásico de Bradbury, en época de redes sociales
Centrando en relaciones y sacando personajes e histortias, el filme es igual respestuoso del original.
Buena Fahrenheit 451
Drama, ciencia ficción. EE.UU., 2018. 100’, SAM 13. De: Ramin Bahrani.
Con: Michael B. Jordan, Michael Shannon. Disponible en: HBO. En épocas de redes sociales, una versión del clásico de Ray Bradbury planteaba dudas. Algunas lógicas, como si la adaptación sería más o me- nos rigurosa, o si contaría una traslación, si sería una reinterpretación.
Muy respetuosa de lo que fue tanto el libro de Bradbury como en su momento la película de François Truffaut de 1966 (ciertamente, bastante atípica en la filmografía del director de La mujer de la próxima puerta), esta Fahrenheit 451 permite a generaciones que no la leyeron ni vieron aquel filme aproximarse a un universo, si se quiere, siniestro.
El ascendente Michael B. Jordan ( Creed, Fruitvale Station, Pantera Negra) es ahora Ahora Guy Montag, el bombero que en un futuro distópico y opresivo es uno de los encargados ya no de apagar incendios, sino de quemar y destruir libros que, algunos, todavía esconden.
No hay allí posibilidad de tener o desarrollar opiniones propias, y Montag, que secunda al Capitán Beatty (Michael Shannon, el malvado de La forma del agua) se vuelve escéptico y termina sumándose a una informante, Clarisse (Sofia Boutella, protago- nista de La Momia, con Tom Cruise, y en el reparto de Kingsman: Servicio secreto) en la rebelión a esa sociedad.
Toda la comunicación moderna se lleva a cabo en “Nine”, donde los ciudadanos pueden ver los incendios de libros en vivo y en directo y leer versiones de la Biblia y de Moby Dick con emojis.
Ramin Bahrani -que en 99 Homes ya había dirigido a Michael Shannon) mantiene el aspecto oscuro de la novela de Bradbury. Su Fahrenheit 451 es más de alta tecnología que el de Truffaut, y mucho más violento. Ha cercenado grandes partes de la historia original, para preferir centrarse en una relación. Las masas eran personificadas por Millie, la esposa de Montag, pero Bahrani, que filmó las escenas, las descartó en el montaje final.
Hay, claro, adaptaciones al futuro -se habla de Internet, de que “la gente lee cada vez menos”, los emojis- que en el original publicado en 1953 no estaban. El espítitu se mantiene. ■