El combate desigual contra la autogestión

“Lo he pasado muy mal esta temporada”, dice el protagonista de la gran noticia de ayer. Cuesta entender cómo es posible que el entrenador más exitoso del mundo, conductor de la maquinaria de ganar más perfecta que el fútbol de hoy conoce, haya padecido tanto por ganar la Supercopa Europea, el Mundial de Clubes y -nada menos- la tercera Champions. Algo hay que excede el desgaste, la sensación de ciclo cumplido, cierta percepción de ingratitud por aquellos silbidos que sucedieron a la insólita eliminación ante Leganés, por los cuartos de final de la Copa del Rey. Y a falta de explicaciones oficiales, hay margen para la conjetura...

Es bastante probable que ese malestar al que se refiere Zinedine Zidane tenga algo que ver con el rol que le tocó en esta saga inolvidable. De un lado un plantel de superegos, en el que muchachos millonarios tienen peso, trayectoria y fama suficientes como para decidir tácticas, cambios sobre la marcha y la permanencia en el cargo del Mister si hiciera falta. Del otro lado, el dueño del club, ese Florentino Pérez que alguna vez fue tan sutil como para ofrecerle a Zidane la dirección técnica, pero aclarándole que la delantera era Benzema, Bale y Cristiano. Le gustara o no.

Acaso al super fútbol de los millones que viene le calcen a medida entrenadores a lo Zidane. Hábiles y amables gestionadores de planteles galácticos, permeables a los dueños de la pelota y, eso sí, con antecedentes suficientes como para parecer autónomos. Vaya si los tenía este Zidane maravilloso como jugador y tan honesto como para desechar en aquella época un año de contrato en el mismo Madrid al que ahora deja.

Por lo demás, desde aquí, desde tan lejos, la salida de Zizou no puede sorprender. Demasiado cerca tenemos planteles liderados por estrellas seducidos por la autogestión y la autorreferencialidad. Más de un entrenador de Selección puede dar fe de ellos, haya pegado un portazo o no. ■