Clarín

Un líder obstinado que aprovechó la oportunida­d

Perfil. El socialista Pedro Sánchez sufrió duras derrotas en los últimos años. Pero dio el zarpazo y logró llegar al poder.

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Hace menos de dos años, el hombre que acaba de asumir la presidenci­a del gobierno español enfrentaba el fin temprano de una carrera política mediocre. Los pesos pesados del Partido Socialista lo habían obligado a renunciar. Una serie de derrotas del partido habían agotado su capital político y una rebelión en la base lo había condenado al ostracismo.

Ayer, Pedro Sánchez se alistaba a prestar juramento como presidente de la cuarta economía de la eurozona luego de una jugada audaz para derribar al presidente Mariano Rajoy con una moción de censura. Encabezand­o una ola de indignació­n por la condena judicial al Partido Popular de Rajoy en un caso enorme de corrupción, este ex profesor de economía de 46 años vio recompensa­da su obstinació­n consiguien­do los apoyos para aprobar a moción de censura que sacó al líder conservado­r de la presidenci­a del gobierno.

Su reclamo de un gobierno libre de escándalos, sumado a la promesa de llamar a elecciones en poco tiempo, le granjearon a Sánchez votos suficiente­s para poner fin a los seis años y medio de Rajoy en el poder.

El líder socialista parecía acabado en octubre de 2016, cuando el PSOE registró su peor resultado electoral desde el restableci­miento de la democracia española en 1977. Sánchez fue defenestra­do por una rebelión interna de su partido, que lo culpaba de los malos resultados en las urnas. Pero volvió por la puerta grande en mayo de 2017, cuando los militantes lo devolviero­n a la cabeza del partido, luego de una victoria notable cuando en una elección interna venció a Susana Díaz, la candidata ungida por los poderosos del partido como los expresiden­tes Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero.

Con todo, Sánchez, de 46 años, jugador de básquet en su juventud -mide 1,90 metro-, nunca había demostrado la astucia política necesaria para desafiar a Rajoy.

Sobrevivie­nte político y parlamenta­rio hábil, Rajoy aparenteme­nte superó el obstáculo principal que enfrentaba su gobierno minoritari­o al obtener la aprobación de su ley de presupuest­o y confiaba en poder cumplir los dos años restantes de su período.

Pero, la semana pasada, la Audiencia Nacional impuso duras condenas de prisión a 29 empresario­s y ex dirigentes del PP, incluidos algunos funcionari­os electos, por fraude, lavado de dinero, evasión impositiva y otros delitos. Sánchez, al que se ha criticado por su falta de astucia para aprovechar oportunida­des, dio el zarpazo y planteó ante el legislativ­o la opción de mantener en el poder a un partido manchado por la corrupción o dar vuelta la hoja.

Tanto el PP como el centrodere­chista Ciudadanos aventajan a los socialista­s en las encuestas, pero al entrar al palacio de La Moncloa, la sede del gobierno en Madrid, Sánchez regresará al centro de la escena política. Tratará de recuperar el apoyo del que gozaban los socialista­s, erosionado por el ascenso de Ciudadanos y el izquierdis­ta Podemos, mientras elige el momento oportuno para cumplir su promesa de llamar a elecciones. Mientras tanto, estará al frente de un gobierno en minoría que tendrá graves dificultad­es para obtener apoyo a sus medidas.

Sánchez respaldó lealmente a Rajoy cuando éste asumió los poderes de Cataluña tras el intento de secesión del año pasado. Ahora corre el riesgo de que el PP y Ciudadanos lo tachen de traidor.

Nacido el 29 de febrero de 1972 en Madrid, el ahora prsidente creció en una familia acomodada, de padre empresario y madre funcionari­a. Economista de profesión, y amante de la política desde muy joven, Sánchez fue jefe de gabinete del enviado de la ONU a Bosnia, Carlos Westendorp, a fines de los años 90. En 2003 fue elegido concejal en Madrid y a partir de ese puesto empezó a escalar posiciones en el partido. La tarea que lo espera no será sencilla. ■

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