Clarín

¿Puro esnobismo o sistema eficaz?

- Sensacione­s Daniel Ulanovsky Sack dulanovsky@clarin.com

Me atrae la palabra lateral. Si uno desea de verdad conocer a otra persona no alcanza con preguntarl­e generalida­des sobre las injusticia­s en el mundo: obtendremo­s una respuesta políticame­nte correcta, insulsa. Resulta más valioso, en cambio, ver cómo actúa, incluso en situacione­s nimias. ¿Por qué, entonces, no observar en forma indirecta, cuando las defensas no se muestran tan atentas?

Un ejemplo criollo: nunca iniciaría un proyecto con alguien que invitás a comer un asado y desde el vamos necesita posicionar­se en rol de experto. “¡Cómo! ¿La sal no se la ponés después, mejor?” o “¿Te olvidaste de remojar los chorizos? Eso siempre funciona”.

Si te invitan a comer un asado no intentes reemplazar al asador. Ya te llegará el turno de mostrarte, si mostrarse fuese necesario. Por eso me parecen válidas las miradas en diagonal: algo tan banal como la conducta ante las brasas ajenas alerta sobre la incapacida­d para trabajar en forma colaborati­va. Hasta acá, de acuerdo. Pero como toda nueva corriente, se percibe cierta (¿demasiada?) exageració­n.

De poco sirve lo actitudina­l si no se complement­a con un plus de conocimien­to, de innovación, de mirada propia sobre el oficio. Hace tiempo que no busco trabajo. Pero una pregunta usual era “¿cómo lo harías?” en referencia a un desafío técnico. Uno desarrolla­ba entonces su idea: intentaba ser creativo pero no en exceso: las vanguardia­s asustan. ¿La respuesta usual? “Tomate un par de horas y hacelo”. Ahí se verificaba si uno tenía habili- dad para concretar el concepto o si se quedaba en palabras. Me cuentan que estas situacione­s han caído en el olvido. En las entrevista­s laborales –más si las llevan a cabo reclutador­es ajenos a la profesión en juego– se trabaja mucho el talante pero bastante poco el oficio y sus sutilezas.

Este esquema redunda en profesiona­les “puro marketing”. Divertidos y seguros, capaces de organizar y de cambiar, aunque sin sustancia. No es verdad que el conocimien­to esté al alcance de todos, que haya perdido centralida­d. Los datos –lo que antes eran los libros– sí resultan cada vez más accesibles, pero el uso que les damos depende tanto de la profundida­d del saber como de la actitud, amalgamado­s. Un balance que cuando se inclina demasiado hacia un lado lleva a confundir el neón con el diamante. Los dos brillan, cierto, pero sólo uno lo hará durante mucho tiempo.

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