Clarín

Esa Rusia de los espejismos, Valdano y la zarina que fue engañada

En el Día del Periodista, una “fake news” de otra era

- Pablo Calvo pcalvo@clarin.com

Catalina La Grande, Emperatriz y Autócrata de Todas las Rusias, marchaba en caravana hacia la recién conquistad­a Crimea cuando el eco de sonidos lejanos detuvieron su paso. La zarina se asomó por la ventana de su carruaje y alcanzó a divisar la prosperida­d de un pueblo multicolor a mil metros del camino.

Juan José Panno, periodista, cofundador de TEA y autor del libro futbolero Corazón y pases cortos, vivió algo parecido en el Mundial de México ‘86: manejaba un auto escarabajo por la avenida principal de Nezahualcó­yotl, rumbo al estadio donde iban a jugar Dinamarca y Uruguay, y vio un esplendor en las vidrieras que le pareció sospechoso.

Ella iba del brazo de Grigori Potiomkin, un mariscal duque más conocido en su barrio como “Potemkin”, dispuesto a hacer lo que fuera para impresiona­r a Catalina, quien había asumido el trono cuando su esposo, Pedro, fue asesinado.

Una de las cosas que hizo Potemkin, según una leyenda de hace 250 años, fue mentirle, inventarle postales de pueblos idílicos que, en realidad, eran escenograf­ías. Lo que escuchó Catalina desde su carruaje eran martillazo­s de los operarios rusos obligados a montar esa farsa, mientras la comitiva oficial se dirigía hacia la península del Mar Muerto.

El “Nene” Panno fue más astuto. Había investigad­o la situación mexicana antes de viajar y en Neza habló con sus habitantes, caminó por sus veredas, se alejó de la lujosa avenida principal y, lo que fue decisivo, se metió por los arrabales, donde confirmó lo que intuía: era un pueblo muy pobre, con tensiones sociales, maqui- llado para el Mundial.

El plan de Potemkin para encubrir la delicada situación de Crimea, siempre según murmullos de la historia rusa, tenía escaso presupuest­o, así que los bastidores de sus pueblos de ficción eran desmontado­s apenas el polvo de los caballos anunciaba que Catalina II ya había pasado, para armarlos a toda prisa unos kilómetros más adelante.

Con lujo de detalles, Panno describió los castillos de naipes de Ne- zahualcóyo­tl en un diario de viaje, uno de los recursos que se empezó a usar en la cobertura de los mundiales. El Nene empezó en el periodismo a los 17 años. Hoy tiene 69, y se prepara para ir a Rusia con el entusiasmo del primer día. Lo encontré hace unos días en un café del Once y le pedí consejos para cubrir el Mundial. “Es como en el potrero: tenés que jugar con espíritu amateur. Divertite, tomalo como una aventura, contá historias, qué se yo, buscá alguna de Catalina La Grande”, me propuso, mientras practicaba cómo saludar en ruso.

Intentaré buscar a algún descendien­te de Catalina para que me confirme o me desmienta lo de las aldeas inventadas, pero ya pude chequear un dato: la expresión “Pueblos Potemkin”, muy usada hoy en Rusia, refiere a engaños, a situacione­s inventadas, a montajes de la realidad.

Busqué una fuente más y me encontré con el periodista John Carlin, el amigo de Nelson Mandela. También le pedí consejos, y me dijo: “Contá cómo es Rusia. Mirá para los costados. Tus amigos te van a preguntar más eso que sobre Putin”.

Catalina La Grande gobernó Rusia 34 años. El Nene Panno se fue del Mundial ‘86 con la camiseta de Valdano de regalo. Carlin se emocionó hace poco cuando le ofrendaron la camiseta de Excursioni­stas. Y yo pongo punto final con un deseo: Feliz Día del Periodista que Cuenta Historias Con Todo Cariño.

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Tiempos zaristas. Catalina, obligada ver lo que Potemkin quería.

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