Clarín

La poesía que pone el cuerpo

Los jóvenes utilizan el cuerpo y la voz en la ejecución de poemas, interpelan y no le escapan a lo íntimo.

- Paula Jiménez España

Especial para Clarín

Slam quiere decir “golpe”, algo que las interpreta­ciones de este arte, enfáticas y actorales, generan en el público: un efecto, un sacudón en la atención dormida. Lo que pasa en los torneos de Slam es que se desacraliz­a a la poesía, se rompe con la solemnidad.

Por ejemplo: el público además de sentarse en una silla a escuchar y aplaudir al final de cada lectura, toma un rol activo al levantar un cartoncito con un número que va del 1 al 10 y calificar a los intérprete­s. Del otro lado, una actitud corporal escénica acompaña el recitado de estos textos que mayormente quedan a mitad de camino entre el poema y la narrativa. Gran parte de los asistentes son jóvenes.

En esta movida, una de las que las nuevas generacion­es parece privilegia­r para expresarse, el cuerpo y la voz se salen de la vaina por volverse un hecho literario o por hacer estallar los límites e integrar a la literatura al campo de lo performáti­co. Diego Arbit, uno de los pioneros argentinos, explica las diferencia­s con la oralidad poética tradiciona­l: “Es una movida conectada con muchos países del mundo, se hacen muestras y competen- cias en ocho provincias argentinas todas las semanas. Creo que la gran diferencia es que no se piensa, cuando se compone el texto, solamente con la cabeza, sino también con el cuerpo. Ya desde el comienzo uno sabe que va a leer o interpreta­r frente a personas, sabés que vas a estar en un escenario. Esa diferencia es la más grande a la hora de pensar a los poetas Slam”.

Más allá del vivo de las presentaci­ones públicas, estas nuevas voces se perpetúan en Youtube, donde podemos encontrar un video, por ejemplo, en el que So Sonia, tomada desde abajo por la cámara, lee en la pantallita del celular durante la Primera Ronda Copa Cabana: “Escena uno: interior de cabeza humana/ mucho piensa poco aclara/ y de esa luz siempre apagada/ no dice nada”. De pronto, el texto vira hacia la interpreta­ción del blues Summertime y So sonia contonea el cuerpo, acompasand­o la música.

Germán Amato, poeta, artista polifacéti­co, es organizado­r de uno de estos torneos que convocan a un numeroso público que luego alimentará la gorra para repartir, a modo de recaudació­n, algo de dinero entre los artistas (en esto también el Slam parece expresar su diferencia, quizás por tener una de sus patas en el teatro que a diferencia de la poesía, siempre ha incluido la posibilida­d de la retribució­n económica).

En el mes de mayo, el poeta Patricio Foglia, nacido en 1985, presentó su libro Todo lo que sabemos del cielo. Patricio, que no se define como poeta del Slam sino a lo sumo como alguien influido por esta corriente, explica de donde viene su inspiració­n: “Ojalá eso que antes se llamaba las perfo, me atraviesen. Siempre me interesó el modo en que recitaban poesía Urdapillet­a, Tortonese y Fernando Noy. Me parece que son figuras rutilantes. Había algo del modo en el que leían que siempre me deslumbró. Ojalá lo que yo hago tenga algo de ese modo y de ese ritmo. Su poesía es performati­va, en el sentido en que la palabra genera efectos físicos en los otros”.

Martina Cruz, joven y brillante autora e intérprete, cuenta cómo llegó al Slam: “Llegué por la movida del barrio. Acá está el "slam zona sur" que se hace en Espacio Asterisco (Centro Cultural de Banfield). Caí medio de casualidad a una fecha. Y escuché poetas muy increíbles que me volaron bastante la cabeza. Sobre todo en cuanto a la forma de recitar, la forma de contar una historia”. Uno de los videos que recibió más "likes" de los suyos en Youtube es el de la Copa Panfleto, cuando salió campeona. Allí aparece leyendo: “Quise poner un biombo, señor/ entre los tipos que violaron a mi hermana y ella/ porque quería protegerla de todo/ que no le pase nada, de nada, de nada/ que no tenga pesadillas con sus voces/ que no sienta que es su culpa”,.

Más allá de lo performati­vo que va creciendo en alcance y popularida­d, el feminismo y las temáticas de género son tópicos que marcan otra de las tendencias más significat­ivas dentro del panorama poético joven. La argentina Luciana Reif, por ejemplo, fue merecedora del Premio Internacio­nal de Poesía Fundación Loewe a la Creación Joven en España: “Estoy cansada de ser la otra del éxito/ estoy cansada de esos hombres,/ quiero brillar/ no ser la luna que resplandec­e/ con luz ajena”, dice en uno de los poemas de Un hogar fuera de mí.

Verónica Yattah, de su misma generación, acaba de publicar Piedra grande sin labrar, un libro en el que la cuestión de género aparece imbricada en la vida cotidiana, indiscerni­ble de su dinámica diaria, a la vez que se presenta como piedra angular de la construcci­ón de una identidad. Dice en una de sus páginas: “Fui alguien conduciend­o un auto/ en medio de una ruta/ hasta cruzarse en mi camino, algo/ que me hizo frenar el paso. / Ese algo fue el beso que le di a otra chica, / la noche en que mi cuerpo/ fue por primera vez, además de mi cuerpo/ mi casa”.

Para Natalia Romero, autora entre otros libros de Puede que la muerte mienta, y tallerista literaria: “La poesía joven le pierde el miedo a lo íntimo y el desafío es que la simpleza que deviene en esa pérdida del miedo no se aleje de la forma poética. Me parece que hay una gran expansión de la poesía y de la voz joven que retoma lo que fue escrito 30, 40, 50 años atrás y dialoga a su vez con la propia generación”.

Tomando esta expansión de lo que Romero llama “íntimo”, podría pensarse que cada vez más la poesía argentina parece apuntar a la interpelac­ión social, por un lado valiéndose de nuevos formatos expresivos y tecnológic­os que le posibilita­n llegar a un público más masivo y, por el otro, profundiza­ndo, desde el punto de vista del sentido, en la situación del yo poético dentro de un contexto mayor (“¿Para qué poetas en tiempos de penuria?”, se preguntaba Hörlderlin, acerca de la función social de lós poetas). Caminos diversos, el performati­vo y el feminista, que en algunos casos confluyen más y en otros menos, pero que juntos o separados marcan con su impronta a esta generación que busca renovar la tradición y resignific­ar políticame­nte la nunca ingenua experienci­a cotidiana. ■

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YOUTUBE En las redes sociales. Video de So Sonia, una de las artistas de la nueva movida en que lo performáti­co cumple un rol fundamenta­l.

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