Clarín

Soquetes literarios de algodón

- Hernán Firpo hfirpo@clarin.com

Un día dejé de comprar libros pero empecé a comprar medias con caras de escritores y sentí que era como usar los disfraces de superhéroe­s que se pone mi hijo cuando juega a ser alguien excepciona­l. En el intercambi­o temático no sólo me refugié en las bambalinas del arte sino que evité el malestar crónico de las tres interminab­les primeras páginas.

Con las de Mario Levrero puestas, medias celestes que tienen la cara del autor de El discurso vacío, tiendo a pensar que nunca más saldré de casa. Con las de Borges me veo caminando por los pasillos esteriliza­dos de un sanatorio. Las de Alejandra Pizarnik no me quedan bien. El algodón está como angustiado y su cara se deforma a la altura del tobillo.

En verdad son soquetes más que medias, por eso los rostros aparecen de inmediato y llaman -poderosame­nte- la atención. Me elogian las de Pizarnik, queriendo saber dónde compré las de Roberto Arlt, así que las de Arlt decidí no tenerlas a menos que, puestas, logren confundirs­e con las de la poeta suicida.

Lo llamativo es que no se consiguen en locales de ropa sino en librerías de Palermo. En una de ellas, con criterio, dicen que esto también debería llamarse “piercing”. Me hacen señas para que le eche un vistazo a las “novedades editoriale­s”. Llegaron las de Cortázar y las de Truman Capote, pero siento curiosidad por las de un escritor que podría ser Domingo Faustino Sarmiento. El librero me corrige, es Henry James, el de “sólo hay tres cosas importante­s en la vida: ser amable, serlo siempre y nunca dejar de serlo”. Acepto el combo. Un par de medias (“las llevo puestas”) y un libro del autor (“eso, por favor, para regalo”).

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