¿Hay algo imposible para Delpo?
Primero lo primero: una de las semifinales de Roland Garros pondrá frente a frente al mejor tenista de todos los tiempos en canchas lentas que, además, está en su plenitud, frente a un campeón que siente que el polvo de ladrillo es la superficie que menos le agrada y que menos se ajusta a su juego.
Realizada la aclaración, ¿podrá Juan Martín Del Potro alcanzar su segunda final de Grand Slam en un torneo al que llegó con un enorme signo de interrogación por el desgarro que lo hizo abandonar en Roma? ¿Podrá Rafael Nadal ser primero inquietado y desbordado por el tandilense?
Las dos preguntas tienen un porcentaje de respuesta afirmativa. Y aunque no es muy alto, significa que existen chances de que el domingo Del Potro sea uno de los protagonistas de la gran final. De todos modos, para que eso se concrete el argentino deberá cumplir algunas premisas que frente a Marin Cilic no llevó adelante.
Sobre todo, Del Potro deberá recuperar un arma fundamental: su drive. En cuartos tuvo saque y revés, pero la falta de movilidad lo llevó a perder un golpe clave que le impidió sumar los winners que acostumbra tirar desde ese lado. Si recupera la derecha y mantiene el saque -el primero y el segundo, con efecto- y si el revés lo juega como lo viene haciendo, con variantes (aunque sin tanto slice) y abriéndole camino a su drive, puede desbordar al 1. Debe evitar un duelo con su revés cruzado frente al drive del español (como lo hacía Djokovic) porque Nadal lo encerraría y dejaría campo abierto.
Otro aspecto fundamental será acortar los puntos. Y jugar dentro de la cancha durante el mayor tiempo posible. Si Del Potro pega tan atrás como por momentos lo hizo ante Cilic, el mallorquín lo martirizará con sus ángulos y la cancha será para él una “estancia”.
Buscar la red para definir los puntos adelante será importante. Aunque para ello deberá pegar approaches perfectos y definir con la primera volea. Si Nadal lo fuerza a pegar más de una, en la segunda lo pasará sin problemas.
En definitiva, ganarle hoy a Nadal es casi una misión imposible. Aunque desde hace un tiempo las misiones imposibles, para Del Potro, parecen no existir.