Clarín

Una ficción en la que todo queda en familia

La nueva serie de Canal 7 gira en torno a un hombre que descubre que su esposa es su hermana. Y que su suegra... es su madre.

- Federico Ladrón de Guevara flguevara@clarin.com

La historia de La caída, la ficción que se verá “después del Mundial de Rusia” en la TV Pública, es, digamos, fuertona. O mucho más que eso: ¡una hecatombe! Horacio Feinn ( Juan Leyrado) está casado desde hace 50 años con Sara (Claudia Lapacó) y de pronto descubre que su mujer, en realidad, es su hermana, y que su suegra, por lo tanto, es su madre.

A partir de esta situación impensada, y según explica Mario Segade, el director de la miniserie, “se ponen en crisis todas las institucio­nes: el matrimonio, la familia, la escuela… Así, a través de tres generacion­es”.

Ahora es jueves. Son las cuatro de la tarde. Estamos en una casona ubicada sobre la calle Wineberg, a media cuadra de la Quinta de Olivos.

Sentados en los sillones del living, entre cables y reflectore­s, Leyrado y Lapacó ensayan una escena junto a Julieta Díaz (Andrea, la hija mayor del matrimonio) y Pedro Tolchinsky (Juan, “el hijo de la vejez”).

Repasan la letra con aplicación, como si estuvieran por rendir un examen. Hablan entre ellos. Miden el tono. Se equivocan. Leyrado se lo toma con gracia: “¡Menos mal que no estamos haciendo una obra de Shakespear­e!”, suelta, risueño.

Pelado y con barba de tres días, Segade parece Jorge Sampaoli: va y viene por el set y da indicacion­es. Eso sí: le faltan los brazos tatuados con el diseño de Oktubre, el disco emblemátic­o de Los Redonditos de Ricota.

“Para la escena que vamos a hacer, ¿me tengo que cambiar de ropa?”, le pregunta Lapacó a Segade-Sampaoli. “No sé…”, le responde el director, de buen humor. Y agrega con histrionis­mo: “Para eso tengo un equipo de profesiona­les de altísimo nivel…”. Enseguida, recomienda: “Me gustaría que esta escena fuera una mezcla de Los Supersónic­os con Los locos Addams…”.

A sus puestos. Todo listo para grabar. “Capítulo siete, escena 12…”, detalla Silvana Savastano, la asistente de dirección, no menos inquieta. Y remata: “¡Acción!”.

Se graba en la cocina, un espacio reducido, en el que los camarógraf­os hacen equilibrio sentados en cajones de madera. Más que una cocina parece el subte en hora pico.

La puerta de la heladera, de utilería, está repleta de imanes y fotos de esta “familia de docentes que trabajan en el mismo colegio”.

Desesperad­os, los personajes de Leyrado, Lapacó y Julieta Díaz tratan de resolver un conflicto gravísimo que se ha generado con Tolchinsky.

“¡Quemá esa remera!”, le grita Lapacó, con un amplio menú de recursos dramáticos, a Tolchinsky.

La escena termina. “Hecha”, rubrica Segade, conforme con lo que acaba de ver en uno de los monitores.

Lo que sigue, como dicen los especialis­tas, que en este caso podría ser Steven Spielberg, Martin Scorsese o algún alumno de la Universida­d del Cine de San Telmo, es el “contraplan­o”: se graba la misma escena pero desde el lado opuesto.

“Silencio que ya empezamos”, pide Savastano. “¡Energizer, energizer!”, arenga uno de los asistentes.

La escena avanza y se detiene porque se filtra uno de los dos micrófonos “de aire”. Se graba nuevamente. “Hecha”, vuelve a decir Segade.

La jornada, que arrancó a las diez

de la mañana, es intensa. En uno de los intervalos, María Abadi, cuyo rol es el de Miranda, la hija menor de los Feinn, se sirve una taza de café. Está cansada, pero mantiene la sonrisa.

Más allá, mientras le retocan el maquillaje, Julieta Díaz le manda mensajes por whatsapp a su pequeña hija, Elena: “En un rato nos vemos, mi amor… Y podemos jugar con Pepa…”, le dice tiernament­e.

Después, Julieta habla con Clarín: “Por ahora no vi nada de lo que grabamos… Pero creo que está quedando muy bien”, se entusiasma. “Más allá del drama, hay una mirada poética”.

Y detalla: “Andrea, mi personaje, es psicopedag­oga... Y está casada con Jorge (Gabriel Corrado). Tienen dos hijas maravillos­as. Andrea es la primogénit­a de la familia, la que está destinada a cumplir el legado… Hasta que se revela un secreto y se les mueve la estantería... La vida, a veces, es así: te atraviesa una tragedia y tenés que seguir cargando la SUBE”.

“A mi personaje, Horacio Feinn, que es doctor en Biología, le pasan cosas muy extrañas. Y eso exige un gran ejercicio actoral”, señala Leyrado, que en breve tendrá que salir disparado al Teatro Regio, en Colegiales, donde

protagoniz­a Un enemigo del pueblo, de Henrik Ibsen.

-¿ Es posible superar una situación como la que aparece en “La caída”? -Leyrado: No lo sé. Los humanos somos tan distintos… Lo único que puedo decir es que, cuando el drama es muy fuerte, lo que surge enseguida es el humor. Si no, te volvés loco…

Al lado de Juan, Lapacó confiesa que siente “un gran placer” al trabajar con Segade. “Me encanta cómo escribe”, puntualiza. “Con él ya estuve en la novela Resistiré”.

Sobre Sara, su nuevo papel, señala: “Se trata de una mujer que tiene todo controlado hasta que llega un momento en el que no sabe para dónde salir corriendo... Estoy muy ilusionada con este trabajo. Y más todavía porque La caída se va a ver en la TV Pública. Espero que pase algo similar a lo de Cuéntame cómo pasó, que se vio el año pasado y fue maravillos­o... La diferencia es que eso era una novela y lo nuestro es un unitario”.

Corrado, esta vez, no es el clásico galán, el sex symbol de ojos celestes y besos apasionado­s. “Mi personaje es distinto a lo que hago habitualme­nte. Me hace crecer como actor. Las cosas tardan, pero llegan”, comenta. Y amplía: “Se trata de un médico que ya no ejerce, que dicta la materia Educación para la salud. Parece un ganador, pero es un loser... La caída podría ser una de esas series inglesas o danesas que se ven en Netflix: no siempre hacen falta fuegos artificial­es para generar misterio, suspenso y empatía con el público”. ■

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ANDRÉS D’ELÍA Nombres fuertes para la pantalla estatal. Jorge (Gabriel Corrado) es el yerno de Sara (Claudia Lapacó) y Horacio (Juan Leyrado): su hija mayor es Andrea (Julieta Diaz).
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Pasando letra. Leyrado, Díaz y Lapacó junto a la apuntadora, en la cocina de una casona de Olivos.

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