Clarín

Evita vuelve en un millón de selfies

Una obra propone tomarse una foto con un retrato de la líder peronista. Terminará en 2019, para su centenario.

- Especial para Clarín Julia Villaro

Una foto con Evita. En el centro de la sala de muestras temporaria­s del Museo Evita, una suerte de cabina (o de confesiona­rio, o de altar) hecha a partir de materiales industrial­es, ofrece a los visitantes la oportunida­d de tomarse un autorretra­to junto al de Eva Duarte de Perón, enmarcado y sobre una especie de repisa a la altura de nuestro torso, junto a un jarrón con una rosa roja. Por el tiempo que dure la muestra Millones, cien años, un pueblo. Obra en progreso del artista Jorge Caterbetti, todas las paredes del Museo Evita prometen llegar a convertirs­e en un mosaico de fotos.

El procedimie­nto es simple; la muestra, más que una exposición para ver, es una invitación a participar: los espectador­es ingresan en la cabina, se ubican detrás de la línea roja marcada en el suelo, y apretando el ob- turador de la cámara mediante un sencillo sistema de control remoto, toman su foto con la foto. La imagen se carga en un sistema, se copia y enmarca, para comenzar así a ser parte del mosaico. Como toda obra en proceso, sabemos cuando este proyecto arranca pero no cuando termina, o casi: la idea es alcanzar el millón de retratos para el 7 de mayo de 2019, fecha en que se cumpliría el centenario del nacimiento de uno de los personajes más relevantes de la historia argentina.

“Recuerdo y homenaje –se describe en el texto que acompaña la obra- que propone mitigar años de dolorosos desencuent­ros”. La organizaci­ón de la sala es sencilla, pero en ella nada es azaroso. El material de la cabina – chapas viejas al borde del óxido- busca evocar un pasado en el que la industria era un futuro posible. Adentro la imagen de Eva, uno de esos típicos retratos que la inmortaliz­aron, nos espera. La mirada optimista, franca, al horizonte; el pelo tirante, el vestido sobrio, los labios que aventuramo­s rojos, del mismo rojo intenso de la rosa (“detalle de vida en plenitud – aclara el mismo texto- dado que la flor recién cortada, alcanza toda su lozanía cuando se despoja del rictus propio del esfuerzo de vivir”). Si en uno de esos actos que espontánea-

mente emprenden los pueblos –reforzado, en este caso, por el dolor, algunos abusos, y algunos enojos- Evita se convirtió en una santa, su imagen en blanco y negro en la cabina de

la muestra de Caterbetti es tanto un retrato como una estampita.

En las más de 273 fotos que ya cubren de piso a techo una de las paredes de la sala, el fondo y la luz (que se mantienen constantes en todas las imágenes) neutraliza­n cualquier tipo de diferencia social o generacion­al entre los espectador­es/participan­tes de la obra. Hay quien hace la V de la victoria y quien, para posar, se cruza de brazos; hay quien junta las manos debajo de la panza y quien con su dedo la señala (a Eva). Una chica posa con su pañuelo verde a favor de

la despenaliz­ación del aborto, otra con una remera con la leyenda “Mother of dragons”, en alusión a Danaerys Targaryen –menos reina que líder de la serie Games of Thrones, que en la ficción de HBO es amada por los oprimidos y esclavos que libera a su paso por los pueblos-. Una suerte de Evita de fantasía.

Pero más allá de la luz y el punto de vista, aquello que realmente iguala a los retratos es la sonrisa, más o menos evidente, de todos los que posan. “El acceso a la totalidad es similar al acceso a la inmortalid­ad” señala una cita de Boris Groys que funciona como epígrafe en la sala. Amada por muchos y respetada por todos, tan cierto como que a Eva, en vida, se le cerraron muchas puertas, es el hecho de que hoy goza de ambos accesos. Las sonrisas de sus compañeros de toma podrían deberse (como suele pasar en muchas de las obras en las que el público ¡al fin! se siente parte) a la picardía propia de quien es cómplice (aunque sea de algo tan inocente como una foto). Pero podría haber algo más. Algo que tenga que ver con eso que, más allá de todos los martirios (y sus consiguien­tes canonizaci­ones) confiere su halo a los santos: el milagro de sacar, al menos por los tres o cuatro segundos que tarde en abrirse y cerrarse esa lente para capturar la imagen, algo parecido a lo mejor de uno. ■

 ?? MUSEO EVITA ?? Una y muchos. El gabinete donde el público se fotografía con la foto de Eva Perón. Detrás, las imágenes que se van produciend­o.
MUSEO EVITA Una y muchos. El gabinete donde el público se fotografía con la foto de Eva Perón. Detrás, las imágenes que se van produciend­o.
 ?? MUSEO EVITA ?? La cara y la rosa. Detalle del gabinete fotográfic­o.
MUSEO EVITA La cara y la rosa. Detalle del gabinete fotográfic­o.

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