Un beso en la boca y otras “jirafas” porteñas
Dos chicas desnudas se besan en la boca tomadas de las manos en una plazoleta de Palermo, Capital. Están sentadas sobre un globo terráqueo y hasta aparece Cupido, sobrevolándolas. No, no son parte de un nuevo monumento al amor lésbico o más allá de los géneros. Se trata del grupo de esculturas Argentina y Suiza unidas sobre el mundo, que el suizo Paul Amlehn (1867-1931) creó en bronce y granito como homenaje de la colectividad suiza por el Centenario de la Revolución de Mayo.
La obra está en la avenida Dorrego, entre Figueroa Alcorta y Lugones, una zona muy transitada, desde hace más de 104 años y supera los diez metros de alto y las 50 toneladas (llegó en el vapor Rheinfeld, desmontada, en setenta cajas). Así que se debería ver bien. Hoy, lógico, no escandaliza. Sin embargo, su osadía para la década de 1910 quedó opacada. Quizá, por la pinta de sobria que le da su aire neoclásico. Tal vez, porque la mujer madura simboliza a Suiza y la joven, a la pujante Argentina, como debía ser, según los cánones. Como sea, por suerte y curiosamente, no le pasó lo que a La fuente de Las Nereidas (1903), a la que no quisieron colocar con sus cuerpos desnudos, sensuales, perfectos, esculpidos y donados por por una mujer, Lola Mora, cerca de la Catedral y terminó embelleciendo -como pocas estatuas- a la Costanera Sur. Ni le ocurrió lo mismo que a la orgía romana que sugiere Saturnalia del Jardín Botánico, que llegó desde Italia en 1910 y pasó años escondida en una caballeriza.
Argentina y Suiza unidas... no es la única escultura para redescubrir en la Ciudad. Más o menos “secretas”, llamativas por motivos diversos, este GPS propone también una representación muy libre de la Estatua de la Libertad (en San Nicolás, no la réplica en miniatura de Barrancas de Belgrano, que creó el mismo autor de la neoyorquina, Frédéric Bartholdi), la única que muestra a San Martín de civil con sus nietas (Palermo) y homenajes a Caperucita Roja (cerca, casi en el Rosedal) y al taxista (Puerto Madero). Pero incluso quienes recuerdan muy bien a Argentina y Suiza unidas… pueden pescar aspectos poco conocidos si la revisitan. Que Cupido, por ejemplo, no representa necesariamente a un ícono romántico: el angelito se leyó además como una forma de evocar la tradición suiza del tiro al blanco.
Buenos Aires es vertiginosa, caótica y sí: te arrasa. Pero, por suerte, también se parece mucho a una habitación repleta de jirafas. Con querer verlas, como a esas chicas, basta. ■