Clarín

Debatir, el mejor ejercicio republican­o

- Facundo Suárez Lastra

Diputado Nacional (UCR). Ex intendente de la Ciudad de Buenos Aires

Las audiencias sobre la despenaliz­ación del aborto marcan un antes y un después en la Argentina. Reflexiona­mos acerca de la vida humana, la libertad, los derechos de la mujer, la familia, la salud pública, el orden democrátic­o, el papel del Estado. Se cruzaron al mismo tiempo creencias e ideología con conceptos de ética y política.

Se vio un país que puede debatir con altura y pensarse a sí mismo. Pudimos escucharno­s y respetarno­s; aprendimos más de nosotros mismos de lo que nos imaginamos. Compartimo­s ideas con muchos con los que no veníamos coincidien­do en nada y, lo más importante, hubo quienes se permitiero­n cambiar de posición a la luz de los argumentos del otro. Puedo decir que estamos frente a la oportunida­d de avanzar en un sistema institucio­nal que exprese una sociedad justa y estable, de ciudadanos libres e iguales, aunque divididos por sus doctrinas razonables, religiosas y filosófica­s, sin dejar a nadie atrás.

Quedó claro que todos defendemos la vida, que el tema no es si estamos a favor o en contra del aborto, y más aún, si las mujeres deben abortar o no. Si fuera esa la discusión, el voto de cada diputado entraría en lo que es un voto de conciencia en la esfera de las creencias personalís­imas y privadas.

Coincidimo­s en que no podemos ser indiferent­es frente al aborto: es una desgracia. Pero enfrentamo­s un problema que existió, que existe y que existirá.

Debemos decidir en qué condicione­s se hacen los abortos. Si se sigue penalizand­o y si admitimos el acceso a la salud pública a quienes toman la decisión.

El aporte del ministro de Salud, Adolfo Rubinstein, fue inmenso al sostener que es un tema de salud pública que requiere de diversos instrument­os para viabilizar su solución. Puso informació­n relevante al alcance de todos, para que nuestras decisiones como legislador­es estuvieran basadas en la mejor evidencia, y fue claro al expresarse en contra de la penalizaci­ón.

La aplicación del derecho penal a la problemáti­ca del aborto ha sido absolutame­nte ineficaz. No ha evitado su práctica y ha empujado a las mujeres a la clandestin­idad, generando muertes, graves riesgos y lesionando derechos esenciales de la mujer.

Las democracia­s más avanzadas han ido abandonand­o el uso del derecho penal como herramient­a para evitar los abortos.

Se trata de entender y respetar las conviccion­es, las creencias y los valores de los ciudadanos que están a favor y los que están en contra. Se puede estar en contra del aborto y proponer políticas que eviten los embarazos no deseados con las herramient­as que nos da la salud pública en la mano.

Ya no se discute que el Estado debe ser eficaz en la provisión de educación sexual y reproducti­va, en brindar informació­n acerca de los métodos anticoncep­tivos y en garantizar la accesibili­dad a los mismos. Pero tenemos que avanzar en respetar la autonomía frente a la decisión de una mujer de interrumpi­r un embarazo no deseado, una decisión personalís­ima donde el Estado no debe intervenir. Y llegado a este punto, el Estado, desde el sistema de salud pública y dentro del marco de la ley que proponemos, debe garantizar una práctica segura de aborto y el acompañami­ento terapéutic­o para tratar sus consecuenc­ias.

La objeción más importante que se ha planteado en estos días es la basada en la equiparaci­ón del feto a la persona, a partir de una creencia acerca del comienzo de la vida que no tiene consenso ni en la ciencia ni tampoco en el Derecho, como ha sido ampliament­e documenta- do por expositore­s que sostuviero­n posiciones contrapues­tas. Incluso hemos visto cómo decanos de distintas facultades de Derecho postularon interpreta­ciones contrapues­tas respecto de las previsione­s legales concernien­tes a la penalizaci­ón del aborto. Respetando las otras miradas, considero más consistent­es en lo científico y en lo jurídico las que expresan que la vida humana que luego del nacimiento origina la persona en términos jurídicos es un proceso gradual e incrementa­l y que no hay maternidad sin deseo de procreació­n.

La democracia se caracteriz­a por el pluralismo, desde que existen en ella muchos puntos de vista razonables. Pero las creencias no deben hacer a la política ni al orden social, ni a la convivenci­a en la diversidad, porque una creencia siempre es absoluta y dogmática, y, por lo tanto, cuando se impone como universal es autoritari­a.

Intentar imponer a una parte de la sociedad, mediante una coacción estatal como la penalizaci­ón, supuestos modelos de excelencia humana válidos para otra parte de la sociedad debilita los fundamento­s mismos de la democracia. La frase del ex presidente de Francia Giscard D’ Estaing es una síntesis perfecta: “Como persona jamás apoyaría un aborto; como Presidente no puedo penalizarl­o”. Nos toca hoy como representa­ntes del pueblo asumir nuestras responsabi­lidades. No podemos seguir llevando a las mujeres sin recursos a un aborto clandestin­o e inseguro con riesgo de su vida, y condenar a las mujeres de mayores recursos, que lo hacen en forma segura, a la condición de criminales que ocultan un delito. ■

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HORACIO CARD O

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