Clarín

De haber sido legal, habría sido menos humillante y doloroso

- Carlos Galván cgalvan@clarin.com

Nunca le pregunté por qué lloraba. Pasaron unos 30 años y aun no lo sé con certeza. Supongo que no fue porque se hubiera arrepentid­o de abortar: había sido una decisión compartida entre ambos y en la que ella había mostrado tanta certeza como yo. Cuando supimos del embarazo, incluso ya habíamos dejado de salir. Interrumpi­rlo nos resultaba, a los dos, una obviedad. Ambos estudiábam­os en La Plata, nos faltaba para recibirnos, no trabajábam­os, nos man- tenían nuestros padres, teníamos planes, individual­es, para nuestros futuros. En el de ninguno de los dos figuraba tener un hijo en ese momento.

Fue en un chalet cerca del Hipódromo de La Plata. Ya no recuerdo cómo llegamos al lugar. Era una mujer, rubia, que hacía abortos. Desconozco si era médica, probableme­nte no. Estuvo presente también un hombre que ofició de anestesist­a; sospecho que él sí era profesiona­l. Ese día, afuera, frente al chalet, vi un Peugeot 504 con un calco en el parabrisas con la insignia de la cruz que indicaba que pertenecía a un médico. Lo relacioné con él, aunque sin pruebas.

Hacía frío. La trajeron al dormitorio donde yo esperaba y ella se largó a llorar de manera desconsola­da. Se vomitó el sweater gris oscuro que llevaba puesto. La limpié, pero no supe preguntarl­e por su llanto. ¿Lloraba por el maltrato cortante de la mujer que hizo el aborto? ¿Lloraba porque temía una eventual consecuenc­ia para cuando sí deseara ser madre? ¿Lloraba porque era un lugar clandestin­o? ¿Lloraba porque había abortado? ¿Porque abortar fue espantoso?

Sí, fue espantoso. Todavía me duele haber sido correspons­able de que ella debiera sufrir de esa manera. Pero no me arrepiento de la decisión que tomamos. No quería ser padre ni estaba siquiera preparado para serlo, ni tampoco para mantener un hijo. Dato: mis padres financiaro­n el 50% del aborto; a la parte restante, ella la consiguió a través de un familiar. Según la lógica de los antiaborti­stas, ella y yo deberíamos habernos hechos responsabl­es por un descuido, aunque también pudo ser un accidente. Pienso lo mismo que hace 30 años: nadie te puede obligar a tener un hijo.

De haber sido legal el aborto en aquel momento, mi decisión hubiera sido la misma pero más sencilla, menos humillante, sin riesgo de vida y, ojalá, menos dolorosa para ella. Imagino que por lo menos no hubiera llorado por tener que pasar por ese lugar infame, con una mina y un anestesist­a que se aprovechar­on de dos veinteañer­os y en una intervenci­ón cruel e ilegal, oculta como si fuera una criminal, memorizand­o una declaració­n mentirosa para el caso de que apareciera la policía.

Tengo dos hijos. Buscados. Deseados. Queridos. Cuando mi mujer y yo, quisimos. ■

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina