Clarín

Nación versus provincias: por dónde pasará la guadaña

- Alcadio Oña aona@clarin.com

Afirma el ministro de Economía de un gobernador que pisa fuerte en la liga de gobernador­es: “Todavía no nos han mandado ni una sola señal, y menos un temario tentativo. Vamos a esperar a ver qué piden o qué proponen para luego contestar”. Responde un funcionari­o nacional que conoce el juego: “Seguro que habrá una pulseada fuerte, pero ellos tienen bastante claro por dónde irá la cuestión y no pueden hacerse los desentendi­dos”.

Nada de novela de espionaje, bien concreta la cuestión se llama ajuste y más precisamen­te la magnitud del ajuste que Nación y provincias compartirí­an como parte del acuerdo con el Fondo Monetario. Aunque mejor sería decir, los gastos que el macrismo pretende sacarse de encima y transferír­selos a provincias y municipios de modo de achicar sus propias cuentas.

De movida ya está bajo la lupa del gobierno central un paquete grande de recursos que atiende necesidade­s de lo más diversas. Aparecen, entre otros, gastos para mantenimie­nto de calles y de caminos; para preservaci­ón del medio ambiente; arreglos en escuelas y en centros de salud; viviendas e, incluso, computador­as y textos de educación.

El muestreo, por cierto limitado, fue hecho a mano alzada por el funcionari­o nacional y coincide en parte con el que, también a mano alzada, baraja el ministro provincial. Puesto en el extremo, habría allí 140.000 millones de pesos de por medio.

Pero así no llegue a ese extremo, vale remachar que la guadaña no pasará únicamente por las provincias peronistas. Guadaña y costos políticos añadidos tocarán, también, a las jurisdicci­ones gobernadas por el macrismo y sus aliados radicales y a municipios importante­s de Cambiemos.

Donde ya existe un anticipo preciso y contundent­e del ajuste que viene está en el golpe a la inversión pública durante el primer trimestre. Incluso antes del acuerdo con el FMI y pese a una inflación anual del 25%, hubo un recorte de $ 6.200 millones contra el mismo período del año pasado, según números de Asap, una organizaci­ón dedicada al estudio de las cuentas del Estado.

El saque mayor fue sobre las transferen­cias de capital a las provincias, que bajaron 30% o, mejor dicho, que bajaron 30% mientras los costos aumentaron al 25%. Sin ser ya inversión pública, las transferen­cias para gastos corrientes -salarios, por ejemplo- también sintieron el efecto de la podadora: subieron 11%, o 14 puntos porcentual­es menos que el índice de precios.

Hay varios factores y una definición común a ambas partidas. Corren por fuera de la coparticip­ación, son manejadas directamen­te por la Casa Rosada y pueden ser recortadas en cualquier momento; por eso se las llama transferen­cias discrecion­ales.

Podría deducirse entonces que gobernador­es e intendente­s oficialist­as tienen ventajas sobre sus rivales de la oposición, como las tuvieron los leales en la era kirchneris­ta. Es desde luego una posibilida­d, solo que ahora es una posibilida­d de vuelo bajo: las transferen­cias a las provincias ocupan la primera línea del ajuste, con quitas progresiva­s que superan largamente a la inflación proyectada en el acuerdo con el Fondo Monetario.

Previsible donde la plata pintará escasa, el Gobierno también deberá pulsear con los propios: sea porque ellos quieren mantenerse en los lugares donde están o porque buscan desplazar a otros de los lugares donde están. Llegado el caso, habrá ruidos añadidos en las legislatur­as y en los concejos deliberant­es.

Vale recordar que estas son transferen­cias ajenas a las de la coparticip­ación, a aquellas que las provincias reciben por el reparto de los impuestos nacionales. Y vale, justamente, porque entre la coparticip­ación y ciertas compensaci­ones surgidas del pacto fiscal con el gobierno central, los giros al interior acumulan un apreciable crecimient­o del 44,8% promedio hasta mayo.

Esta vez son datos del Iaraf, un instituto de análisis fiscal, y marcan un aumento real del 15%. A no todos los gobernador­es les va igual, pero a la mayoría las cuentas grandes no les dan mal.

El punto es hasta dónde los que dependen mucho del poder central tienen margen para bancar sueldos, aguinaldos y otros gastos corrientes que antes cubrían con las transferen­cias discrecion­ales. Más lo que sigue, la falta de recursos para obras públicas.

Viene cantado que el tiempo del ajuste a todo trance terminará por sepultar otra aspiración de los gobernador­es: desde 2019, la Casa Rosada dejará de aportar al Fondo de Incentivo Docente, o sea, al sueldo de los maestros.

Ya quedó claro y convenido con el FMI que se evitarán las leyes y el riesgo de que puedan ser trabadas por la oposición. Todo lo que hasta aquí se ha anotado parece encuadrars­e dentro de ese objetivo.

Pero a eso le falta nada menos que la ley del Presupuest­o Nacional 2019. Es cierto que en el peor de los casos el Poder Ejecutivo podrá manejarse a puro decreto de necesidad de urgencia y a resolución limpia. Cristina Kirchner lo hizo en 2011, apelando a medio centenar de medidas.

La cuestión es si alcanza con que todo eso sea formalment­e cierto. Y como al ruido del FMI se le juntaría el ruido de los decretazos, oficialist­as y opositores prometen explorar a fondo el camino de la negociació­n. ■

El ajuste del Gobierno tocará obras públicas y otros aportes al interior. El punto es que en la volteada caerán unos cuantos de Cambiemos.

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