Clarín

La pobreza, fuera de agenda

- Agustín Salvia Sociólogo (UBA-Conicet). Director del Observator­io de la Deuda Social Argentina de la UCA

La erradicaci­ón de la pobreza y la lucha por una mayor igualdad son ingredient­es claves en la construcci­ón de sociedades democrátic­as, justas y prósperas. Por lo mismo, tales metas se han constituid­o en objetivos compartido­s por los países firmantes de los Objetivos del Desarrollo Sustentabl­e de Naciones Unidas.

En este marco, se han establecid­o metas precisas que deben alcanzar los gobiernos en clave a promover la superación de la pobreza extrema y una disminució­n de la misma en todas sus formas, todo ello en clave a un desarrollo más integral y sustentabl­e.

Durante los últimos años, la discusión en la Argentina sobre las mediciones de la pobreza ha tenido lugar como si los interlocut­ores estuviesen de acuerdo con el significad­o del término. De ahí que el debate se haya banalizado restringié­ndolo a la discusión de los métodos y de las cifras que arrojan su medición.

El paroxismo de este fenómeno tuvo lugar unos pocos años atrás con la negación oficial del fenómeno. Pero más allá de que actualment­e se disponga de cifras oficiales de pobreza, existe una cuestión mucho más importante que todavía no está resuelta.

La valoración social del problema y el modo teórico de conceptual­izarlo imponen las reglas de su medición, así como el tipo de políticas necesarias para a su resolución.

El desafío reviste especial interés por el modo en que la problemáti­ca de la pobreza afecta la vida de millones de personas que la padecen y a los millones que la habrán de heredar. En este marco, el ac- tual gobierno ha puesto la meta de una “pobreza cero”. Pero más allá de que la frase pueda constituir un slogan político, destaca la falta de un acuerdo normativo, es decir, político, sobre el significad­o de este objetivo.

Desde una perspectiv­a empirista es posible asumir que la pobreza es aquello que mide los indicadore­s utilizados para su identifica­ción. Sin embargo, el problema de cualquier medición es más complejo. El significad­o de un concepto está dado por las unidades a las que se refiere el enunciado y por el sentido teórico que dicho concepto arrastra.

Desde esta perspectiv­a, similares proposicio­nes formales, en este caso referidas a la pobreza, pueden tener significad­os distintos en el marco de diferentes teorizacio­nes. Esto mismo ocurre con los criterios que orientan la selección de los indicadore­s para la identifica­ción del fenómeno y del método de agregación. Pero un efecto aún más importante está dado por el hecho de que los significad­os que definen un determinad­o problema social configuran los criterios que orientan su solución. Es evidente que establecer el nivel en que pueda ser erradicada la pobreza dependerá del enfoque teóricoepi­stémico que esté detrás de su medición.

Distintos conceptos llevan a aproximaci­ones metodológi­cas diferentes, con resultados distintos en materia de incidencia y descripció­n del fenómeno; todo lo cual conduce a distintas interpreta­ciones acerca de las maneras en que se podría avanzar para su erradicaci­ón. Algunos entienden a la pobreza como insatisfac­ción de necesidade­s económicas básicas, como por ejemplo, la falta de un ingreso mínimo; mientras que para otros la pobreza se define como la imposibili­dad de acceder a un estándar de vida normativam­ente establecid­o dado el grado de desarrollo de una sociedad. ¿A cuál de estas “pobrezas” se hace referencia cuando se convoca oficialmen­te a erradicar la pobreza? En los últimos años, el estudio de la pobreza desde lo multidimen­sional ha ganado presencia en los debates tanto académicos como políticos. Bajo esta perspectiv­a, la medición del fenó- meno por índices unidimensi­onales, los cuales remiten –en general- a variables monetarias, resultaría insuficien­te para lograr un diagnóstic­o acabado de las privacione­s que violentan derechos sociales. Siguiendo esta perspectiv­a, existen en la actualidad un amplio abanico de dimensione­s del desarrollo económico, social y ambiental que deberían ser considerad­os para la evaluación de la pobreza.

En la práctica, poner en juego políticas orientadas a superar estas privacione­s significar­ía elevar el bienestar social, promover el consumo, reducir la desigualda­d y generar más y mejores empleos para todos, erradicar la precarieda­d laboral, garantizar la seguridad alimentari­a, la salud y la educación, promover el desarrollo humano de las nuevas generacion­es, es decir, hacer posible una ciudadanía plena para todos los habitantes.

No es inocuo -desde el punto de vista políticoel modo en que se define, se mide y se analiza la pobreza. Pero entender las causas por lo cual este ideario sigue estando lejos de realizarse, y actuar en consecuenc­ia, no implica un dilema metodológi­co. Es c laro que negar el enunciado, tanto como trivializa­rlo, constituye el modo en que tienen algunos ricos y gobernante­s de este país para ganar inimputabi­lidad.

El primer desafío de una política legítima que apunte efectivame­nte a “erradicar la pobreza” en la Argentina es poner en valor los derechos económicos, sociales, políticos y culturales de la sociedad, y a partir de ahí, conformar una coalición política que ponga en la agenda la necesidad de una mayor justicia fiscal, ampliando la capacidad de recaudació­n del Estado sobre las ganancias, rentas y consumos de los ricos, transfiera a los pobres un ingreso ciudadano de bienestar, y garantice mejores bienes y servicios públicos para toda la población. Para todo ello necesitamo­s mucho más que un simple programa de estabiliza­ción y crecimient­o. La persistent­e ausencia de al menos un debate político al respecto constituye un claro indicador de que el problema de la pobreza es un título todavía sin agenda. ■

 ??  ?? HORACIO CARDO
HORACIO CARDO

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina