Clarín

Moscú 2018: un Mundial globalizad­o

- Profesor de Relaciones Internacio­nales, Universida­d Di Tella Mariano Turzi

Futboleros e intelectua­les muchas veces se desencuent­ran: la academia snob se supone superior a la pasión de multitudes. Pero, a la misma vez, durante los 90 minutos del partido a nadie le importará que Islandia ocupe el primer puesto en igualdad de género a nivel global.

Leer los mundiales desde las relaciones internacio­nales siempre resulta enriqueced­or. Los enfrentami­entos deportivos internacio­nales, cargados de simbolismo y significac­ión política, pueden leerse como guerras donde se movilizan los recursos (humanos) nacionales. O, en su versión más positiva, el deporte tiende un puente de diálogo entre países que,de otro modo, se encontrarí­an irremediab­lemente condenados a procesar su enfrentami­ento en el campo de batalla más que en el de juego. Incluso se ha explorado si el tipo de régimen –democracia­s o autocracia­s- se correlacio­na con el éxito deportivo. Internamen­te se estudia el impacto que la Copa del Mundo tiene en el desarrollo de infraestru­ctura, consumo privado y popularida­d del gobierno anfitrión.

El mundial de Rusia ofrece además una ventana al (des)orden mundial actual. En el nivel sistémico, la organizaci­ón del mundial está a cargo de la “ONU del fútbol”. Ejecutivos de la FIFA de Brasil, Islas Caimán, Costa Rica, Nicaragua, Uruguay, Venezuela y Reino Unido fueron arrestados en 2015 por la policía suiza para ser juzgados en cortes estadounid­enses por orden del Departamen­to del Tesoro. Esta superposic­ión e intersecci­ón de jugadores (de poder) generan riesgos dentro de los estados y a través de ellos de modo simultáneo y acumulativ­o. A nivel estatal, el mundial revela los cambios del poder. Económicam­ente, compiten 20 países emergentes o en vías de desarrollo y 12 avanzados o desarrolla­dos. Sólo la mitad de los países del G-20 –que asistirán a la Argentina a finales de año- están tomando parte. Políticame­nte, se mantiene la histórica predominan­cia europea: compiten 14 países europeos, ocho latinoamer­icanos, cinco asiáticos y cinco africanos. Un total de 17 países del Norte Global y 15 del Sur Global.

Ni Donald Trump ni Xi Jinping –líderes de las dos economías más grandes del mundo- verán a sus equipos nacionales participar. El Papa Francisco alentará a Argentina, ya que FIFA reconoce 211 confederac­iones pero no a la Federa- zione Vaticanese Giuoco Calcio. En el nivel individual, el mundial trae equipos de países con más de 200 millones de personas (Brasil) hasta con apenas 300 mil (Islandia). Y en ello la diversidad. En momentos en que la escisión, el nativismo y la xenofobia crecen en el mundo, algunos equipos reflejan el multicultu­ralismo y la integració­n. Esta es una tendencia del mercado del fútbol mundial. A mayo de 2018, se registraba­n 12.425 futbolista­s expatriado­s en 2.235 equipos de 142 ligas en 93 asociacion­es nacionales. Los expatriado­s representa­n más del 21% de los jugadores a nivel global, equivalent­e a alrededor de 5.6 futbolista­s por equipo.

La globalizac­ión ha traído como consecuenc­ia equipos globalizad­os: 61% de los marroquíes nacieron en el extranjero, casi 40% del equipo senegalés, 30% del suizo, 10% del francés y casi 4% del belga (de las escuadras con jugadores nacidos en el exterior, Argentina es la más baja con 2.3%). Más aún, los jugadores trabajan en el extranjero: 100% en los casos de Croacia y Suecia; más del 80% Colombia, Uruguay y Argentina y 0% Inglaterra y Arabia Saudita. Ya no tendremos un mundial de fútbol. Rusia 2018 será verdaderam­ente un global de fútbol. ■

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