Oscar Furlong, el líder de la primera “Generación Dorada”
Un deportista notable. A los 90 años, murió el líder de la Selección que conquistó el Mundial de básquetbol en 1950. Y después se destacó como dirigente del tenis.
Tan acostumbrado nos tienen Manu Ginóbili y sus compañeros de la Generación Dorada a sus hazañas que a veces uno olvida lo sucedido antes. Mucho antes. En un tiempo que histórica, social, económica y deportivamente no tenía nada que ver. Pero que a la hora del repaso también resulta valioso y hasta emotivo, nos lleva a nuestros orígenes y a la “semilla” de lo que fue la grandeza del básquetbol argentino. En concreto, a la Generación de 1950, aquella que conquistó en el Luna Park un título mundial -aunque de una “factura” diferente a las competiciones actuales- y que tuvo como símbolo mayor a Oscar Furlong, quien murió a los 90 años.
“Pillín” fue un auténtico grande del deporte argentino en una época puramente amateur. Y una vez concluidas sus aventuras en el básquetbol, paseó su jerarquía -y sobre todo, su gentileza de caballero del deporte- en el tenis, donde primero lució como jugador y luego, sobre todo, como dirigente. Pero ya era otra historia.
Nacido el 22 de octubre de 1927, Furlong también fue un símbolo de Gimnasia y Esgrima de Villa del Parque, el equipo que marcó época en el básquetbol metropolitano. Su padre fue fundador del querido Parque, pero “Pillín” -apodo que le colocó su hermano- se dedicó al principio al tenis y al boxeo. “Fue así, hasta que una vez Máximo Morán, el encargado de cadetes, me alentó para que me dedicara al básquetbol y me gané un lugar en el equipo de menores. No quería que nadie dijera que jugaba por acomodo, por ser el hijo del presidente del club”, recordó en su momento.
No hubo necesidad. Enseguida se advirtieron sus cualidades poco comunes. Casimiro González Trilla, entrenador relevante de esos tiempos, lo definió así: “Furlong era un jugador de inspiración, desequilibrante por su habilidad y que podía jugar en cualquier lugar de la cancha. En la Selección siempre era el número uno, tenía personalidad e infundía respeto entre sus compañeros”.
Hablamos de un tiempo en el que muchas canchas de básquetbol estaban al aire libre e, inclusive, se jugaba sobre polvo de ladrillo.
Se fue conformando una Selección argentina que hizo historia, ya que tuvo la oportunidad de las primeras confrontaciones internacionales. Una de las primeras experiencias importantes fueron los Juegos Olímpicos de Londres 1948, con el mundo que salía de la tragedia de la Segunda Guerra. “Después de ganar fácilmente contra Egipto y Suiza, nos tocaba Estados Unidos. Pensábamos que íbamos a perder
Furlong era el símbolo de la Selección y de su club: Gimnasia y Esgrima de Villa del Parque.
por 30 o 40 puntos, ya que la diferencia física era abrumadora. Ellos tenían seis o siete jugadores por arriba de los 2 metros mientras que yo, con 1,87, era el más alto de los argentinos”, contó Furlong.
También recordó las palabras del legendario entrenador Jorge Canavesi: “Defiendan todo lo que puedan la pelota. Es la única manera de lograr que los lungos se pongan un poco nerviosos”. Con esa convicción, salieron a la cancha y sorprendieron a los favoritos: a falta de un minuto estaban igualados, pero Estados Unidos ganó con un apretado 59-57.
“Después de ese partido, Adolph Rupp, el técnico de Kentucky, me ofreció hacerme profesional en Estados Unidos por 10 mil dólares por seis me-
ses. Le respondí que era imposible. Después de un día inolvidable, quiero ahora más que nunca seguir jugando por mi país”, dijo.
Más adelante, también rechazaría las ofertas para incorporarse a la NBA, cuando lo convocaron de Minneapolis Lakers, antecedente de la franquicia hoy sita en Los Angeles. El pase al profesionalismo de entonces hubiera implicado dejar no sólo al barrio y su club, sino a las competiciones de selecciones. Las más apreciadas por Furlong y por todos.
Aquella misma base de la Selección llegó más confiada al Mundial de 1950, que se jugaba en casa. Si bien Estados Unidos no venía con sus “estrellas” del momento, igual imponía su condición de favorito.
En la final, Furlong estaba como pivote en el quinteto argentino, que también contaba con su inseparable rival y amigo, el “Negro” González, y Viau como bases y Contarbio y Uder como aleros.
“Nos entrenamos bien, pero nuestra expectativa era llegar a semifina- les. Atacábamos en bloque. Se lo habíamos visto hacer a los All Stars de California y los copiamos. Éramos más veloces que ellos, pero no teníamos su altura ni su condición física”, rememoraba Furlong.
La noche del 3 de noviembre de 1950 en el Luna Park quedó grabada como uno de los momentos memorables para la historia del deporte argentino. En el convincente 64-50 sobre Estados Unidos, Furlong se consagró una vez más como la figura, con 20 puntos en la final y un promedio de 11,2 en ese Mundial. Fue la “Noche de las Antorchas”, cuando la multitud bajó por la avenida Corrientes para celebrar la consagración.
El objetivo siguiente era la medalla olímpica en los Juegos de Helsinki 1952. Argentina estuvo cerca, pero fue frustrada por uno de sus clásicos rivales: Uruguay. “Perdimos con ellos en la fase previa, pese a que llevábamos 9 puntos de ventaja cuando faltaban tres minutos. Por esa derrota, nos tocó Estados Unidos en semifinales en lugar de Rusia... y nos dejaron afuera. Y por la medalla de bronce, volvimos a perder con Uruguay”, contaba Furlong. Fue ese cuarto puesto, en definitiva, lo mejor de Argentina hasta que medio siglo más tarde Ginóbili, Nocioni, Oberto y compañía alcanzarían la gloria en Atenas.
Finalmente, Furlong aceptó una propuesta de Estados Unidos, pero no del básquetbol profesional sino del universitario y jugó durante tres tem- poradas para la Universidad Metodista del Sur, en Dallas, por el campeonato de la NCAA.
Allí permaneció entre 1953 y 1956, pero no dejó de liderar a la Selección Nacional, con la que obtuvo las medallas de plata en los Juegos Panamericanos de 1951 y de 1956, además del título mundial universitario en Dortmund 1953.
Retornó para jugar en su querido Parque -su despedida fue contra el equipo uruguayo Welcome-, pero todo se aceleró en una época de persecuciones políticas. Algunos personajes de la Revolución Libertadora que había derrocado a Perón se ensañaron con los deportistas. Y en el caso específico del básquetbol, tras un pronunciamento de una tristemente célebre Comisión Investigadora, declararon “profesionales” a los integrantes de la Selección.
Furlong se alejó del básquetbol, incursionó en el tenis e inició una exitosa trayectoria empresarial. Tras desempeñarse en Relaciones Públicas de IKA Renault, fundó su propia empresa de transportes a fines de los 50.
El tenis contó con Furlong como uno de sus principales dirigentes, en la época en la que Enrique Morea promovió la Escuela Nacional, donde surgieron Clerc y Madruga. Fue un notable capitán de Copa Davis entre las décadas del 60 y del 70 y, al impulso del “boom” que provocó Guillermo Vilas, Argentina llegó por primera vez a la semifinal por la Ensaladera de Plata. Como capitán, tuvo desencuentros con otra personalidad creciente y avasallante: Vilas. Y prefirió alejarse. Quedaba por siempre su inmensa calidad deportiva y su no menos inmensa calidad humana. ■
Rechazó ofertas para ser profesional en Estados Unidos, pero jugó allí en el torneo universitario.