La culpa es del súbito machirulo
El lugar común indica género: mujer. Es fácil caerles a ellas como máximas responsables de la farandulización del Mundial. El culpable es el varón, el súbito machirulo que no entiende nada de fútbol pero teme quedarse afuera. Hablamos del falso hincha; es decir, el hincha de la Selección Nacional.
Llegó el momento en que una clase de paracaidista se prende en la charla futbolera sólo porque el almanaque señala que es Mundial en todos partes. A ese machirulo, ni la hora. ¿Qué derecho lo asiste a creer que puede estar conversando de fútbol con nosotros? ¿Quién le dio la orden de hablar mal de Higuaín y preferir a Armani?
Ese machirulo, Cristina, el que no ve ni los resúmenes de la Superliga y ahora piensa devorarse los partidos del Mundial como si fueran temporadas de alguna serie.
En todo su desinterés, la relación de la mujer con el Mundial es mucho más noble. Elige un jugador, un Pocho Lavezzi, y a su alrededor empieza a formarse un reguero de almíbar. Punto. La mujer, en general, reduce el Mundial a la cosificación de un individuo. No entiende lo colectivo del asunto, a no ser que le gusten los once integrantes de un equipo al que, llegado el caso, puede llamar “staff”.
El machirulo mundialista, en cambio, se cree competente gracias a una cuestión de género que lo ampara. Personaje típico de ascensores, pasillos, no lugares. Actúa en tono de queja. Avanza sobre árboles caídos. Es verlo venir y rajar en otra dirección. Será un mes entero huyendo de alguna gente, el tiempo que durará el fútbol en sus vidas. Hasta dentro de cuatro años.