Clarín

Voto urgente y plegarias atendidas

- Diana Baccaro dbaccaro@clarin.com

Hoy no se votará por el aborto sí o el aborto no. Porque siempre hubo y habrá mujeres que tengan que tocar en la puerta de la desgracia, con un llamado urgente, extremo, desesperad­o.

Hoy se votará por tocar en una puerta segura o en el sótano de la sociedad, como si la mirada de todos no pudiera llegar hasta allá abajo. Porque no hay nada más deshonesto que habitar en un país desconecta­do de la vida real de sus habitantes.

Hoy no es un día para votar atado a un dogma, a un partido o a una postura personal. Porque la salud pública es un derecho de todos, que incluye la suma de cada una de las creencias.

Hoy la democracia exigirá de la política mucho más que la lealtad a viejos preceptos ideológico­s. Porque el aborto es un drama que atraviesan mujeres de izquierda y de derecha, católicas y ateas.

Hoy se levantará la mano por una ley que retrocede o por otra que avanza -con las modificaci­ones que luego sean necesarias- hacia la igualdad. Porque ahora, después de un aborto en una clínica privada, algunas tienen la posibilida­d de confesarse mientras las pobres tienen más posibilida­des de morir en la casa de su abortera.

Hoy también es un buen día para recordar que todo lo que se hizo hasta acá para evitar los embarazos no deseados es insuficien­te. Porque según una encuesta reciente, sólo dos de cada diez alumnos reciben actualment­e en el aula educación sexual de manera habitual, a pesar de que se votó una ley en 2006: ¡hace 12 años!. Esta ley ubica a la sexualidad no solo en su aspecto biológico, sino también psicológic­o, social, afectivo y ético. Desde el mismo gobierno porteño se admitió esta semana que lo que más enseñan los docentes en la escuela no es lo que

El aborto es un drama que atraviesan mujeres de izquierda y de derecha, católicas y ateas.

más les interesa a los alumnos. El presupuest­o nacional tampoco ayuda mucho a la materia: lo invertido en educación sexual es de sólo $7,10 por alumno al año.

Hoy es una oportunida­d única para que se animen a hablar del aborto los que nunca lo habían hecho antes por considerar­lo un te- ma privado, lejano, ajeno o prohibido. Ya no hay tiempo para temas tabú. Porque en una sociedad que mira al futuro todos tienen que trabajar juntos por un mismo objetivo, más allá de la grieta eterna de las blasfe- mias o plegarias individual­es.

Hoy, finalmente, tal vez sea un buen día para revisitar al doctor Bernard Rieux, el protagonis­ta de La peste, un hombre que sabe que su lucha “es una derrota continuada”, pero que sin embargo no encuentra razón para dejar de luchar. Porque tiene compromiso social y su dogma no es ideológico sino práctico, una mezcla de ciencia y solidarida­d en una ciudad vigilada y sitiada por la peste, donde afloran los miedos, las dudas, el sacrificio, la tristeza, la ignorancia y la lucha contra lo imposible, como la vida misma.

Hay una cosa que el doctor Rieux, criatura del escritor francés Albert Camus, hace aún por fuera de sus creencias personales. “Nada en el mundo merece que se aparte uno de los que ama, pero yo también me aparto sin saber por qué”, le confiesa a un periodista que, cómo él, tiene a su mujer del otro lado de la muralla, fuera de la ciudad de la peste: “Curemos lo más deprisa posible, es lo que urge”, dice, aunque él desee estar con su mujer.

Hoy lo que urge es votar sin pasiones personales. Lo más deprisa posible.

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