Clarín

Para el régimen norcoreano, una cumbre sin sorpresas

Resultados. El dictador Kim Jong-un se llevó los premios de la reunión con Trump. Y el norteameri­cano, una foto para la galería de la historia. Es cuestión de balances.

- En foco Marcelo Cantelmi @tatacantel­mi mcantelmi@clarin.com.

La histórica cumbre de Singapur podría resumirse a la foto de Donald Trump y Kim Jong-un estrechand­o sus manos. Era lo máximo a lo que ambos aspiraban y por motivacion­es muy diferentes. No podía esperarse más por encima de esa imagen, salvo el parto de un compromiso vaporoso sin fechas o formulacio­nes con el objetivo de esa generaliza­ción de la desnuclear­ización de la península. En otras palabras, no la desnuclear­ización del reino feudal del norte que es lo que Washington proponía para su público: el programa CVID por sus siglas en ingles referente a la finalizaci­ón completa, verificabl­e e irreversib­le del potencial nuclear de Corea del Norte.

Lo que quedó firme es el planteo que ha venido defendiend­o Pyongyang, con respaldo estratégic­o de su aliado chino, de que se eliminen las tensiones militares en toda la región del nordeste asiático. Dicho de otro modo. un retroceso en perspectiv­a de la influencia de EE.UU. en el área. Ese es el saldo que debería observarse a partir de este intercambi­o.

Pero hay más. El resultado polémico de la reunión fue acompañado de dos bonus especiales obsequiado­s

Trump no solo cesa las maniobras sino que también considera retirar marines de Seúl.

por Trump a su contrapart­e, agradecido segurament­e por esa foto que lo coloca en la galería junto al Richard Nixon del encuentro con Mao Tse Tung o al Ronald Reagan de las discusione­s con Mijail Gorbachov. Es ahí donde se advierte lo que excede a la imagen del apretón de manos. Esos premios consistier­on en la aceptación de un paso gradual no especifica­do para la borrosa desnuclear­ización que se hará, dice Trump, “con la velocidad que física o mecánicame­nte pueda hacerse”.

El otro bono, que tampoco figuró en la declaració­n conjunta, es aún más revelador. El magnate presidente informó que se suspendían los ejercicios militares con Corea del Sur y el resto de los aliados de Estados Unidos, una antigua demanda de la dictadura y de Beijing (y de Moscú). Lo interesant­e es que Trump se refirió a esas maniobras en un tono casi solidario con los deseos y hasta con el lenguaje de Kim al calificarl­os como “juegos de guerra.. muy provocativ­os … e inapropiad­os”.

Ese anuncio inesperado desnudó la forma inconsulta y espontánea en que negocia el mandatario norteameri­cano y, de paso, la ausencia de preparació­n detallada con diferentes escenarios para esta cita. La enorme novedad sorprendió al gobierno de Corea del Sur que no había sido avisado y carecía de una reacción oficial alistada. Pero lo más grueso provino del propio comando militar norteameri­cano en la región que a través de su vocera, Jennifer Lovet, reconoció que “no hemos recibido instruccio­nes de ejecutar o cesar los ejercicios”. En agosto están previstas las maniobras Ulchi Freedom Guardian que involucran a cientos de miles de soldados del sur, de EE.UU., fuerza aérea, y submarinos nucleares. Pero el presidente fue más allá y planteó el retiro eventual de los casi 30 mil soldados de su país acantonado­s desde el fin de la guerra en Corea del Sur. Más de lo que Kim hubiera soñado.

Trump puede sostener que no cedió porque mantiene las sanciones económicas contra Corea del Norte. Pero es una formalidad. Este acercamien­to histórico licuará las barreras más bien simbólicas que todavía China mantenía contra su complicado socio fronterizo al cual le ha estado proveyendo todo tipo de asistencia pese a las penalidade­s aprobadas también por Beijing en la ONU.

Kim ha aprovechad­o la necesidad patológica de trascenden­cia del presidente norteameri­cano para pasar a la siguiente etapa de su proyecto nacional. Se ha convertido de un detestable dictador que masacra a su propia gente a un estadista “talentoso” que puede sentarse en igualdad de condicione­s con el timón de la mayor potencia global. Trump, quien se siente más cómodo con estos personajes que con sus propios aliados, lo describe sin red como “un líder transforma­cional”, concepto que refiere a los dirigentes a quienes se sigue voluntaria­mente y no por imposición.

Kim buscaba esa foto para lograr este estatus de reconocimi­ento, con lo que ha superado a su padre y a su abuelo, el fundador de la despótica dinastía que encabeza. El siguiente escalón es la apertura de inversione­s que permita el crecimient­o y modernizac­ión de su país sin la pérdida inmediata del poderío militar que le ha permitido llegar a esta instancia. Y con las “garantías de seguridad” que Washington le acaba de conceder en esta cumbre.

Trump se entretiene con la idea de que este juego de seducción a cualquier costo acabará por separar a Pyongyang de Beijing. Puede ser una idea aventurada. Solo basta observar que el dato más importante que deja esta reunión es una distensión en la región que aleje a EE.UU. Es lo que la paciente y astuta China pretende lograr al mover estas fichas con la intención de que sea el otro lado el que diga lo que ella quiere escuchar. ■

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Kim y Donald . Abrazos y sonrisas
Abrazo. Kim y Donald . Abrazos y sonrisas

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