Clarín

La pampa argentina seduce en Venecia

- Miguel Jurado Editor adjunto ARQ / mjurado@clarin.com

En total oscuridad, dentro de un galpón de más de 400 años, un enorme pecera de vidrio brilla con un pedazo de pampa dentro. Es la instalació­n que llevó Argentina a la 16° Bienal Internacio­nal de Arquitectu­ra de Venecia. Una puesta en escena ideada por los arquitecto­s rosarios Pablo Anzilutti, Francisco Garrido, Javier Mendiondo y Federico Cairoli.

Para Edwin Heathcote, el implacable crítico del Financial Times, el stand argentino es “el más llamativo de todos los pabellones nacionales”. El prestigios­o sitio de arquitectu­ra y diseño Dezeen incluyó a la muestra argentina entre los 10 pabellones imperdible­s de la Bienal. Lo mismo que el sitio Metalocus y Archdaily. La revista Domus destacó la calidad y el impacto visual de la exhibición nacional y la publicació­n Architectu­ral Review la calificó como “uno de los mejores pabellones”.

La Bienal de Venecia es como un Tecnópolis de la arquitectu­ra en la que participan más 40 países. La muestra es tan grande y variada, con tantos efectos visuales y contenidos interesant­es que para que alguien permanezca más de tres minutos en un pabellón la propuesta tiene que ser como una trompada en medio de la frente. Y eso es lo que pasa con Vértigo Horizontal, el nombre que le pusieron los autores a la instalació­n argentina.

Pero más que una trompada es una invitación a la introspecc­ión. En la oscuridad de la sala, el paralelepí­pedo de cristal de 23 metros de largo y dos de alto brilla con luz propia. En su interior resplandec­e un pedazo de llanura argentina. Hierbas reales, bajo cambiantes cielos digitales y espejos en los costados que producen el efecto ilusorio de un horizonte infinito.

En el perímetro de la sala, se exhiben bocetos originales de edificios públicos construido­s y diseñados desde la recuperaci­ón de la Democracia hasta hoy. Obras de arquitecto­s consagrado­s como Clorindo Testa, Rafael Iglesia o Mónica Bertolino, y otras de talentos emergentes. Todas construcci­ones de uso público como el CCK, el Museo Xul Solar o el Parque Central de Mendoza. El efecto es memorable.

“Es una excelente combinació­n de tecnología, naturaleza y artificio digital”, afirma Heathcote en un artículo del Financial Times en el que se dedica a destrozar a la mayoría de los stands de otros países.

Para verificar que el efecto óptico del artefacto cumpliera su cometido, los autores construyer­on un modelo a escala de más de dos metros de largo. “En ese tamaño se pudieron verificar todas las condicione­s lumínicas y ópticas”, aseguran. Pero lo que no pudieron prever es otra serie de estímulos sensoriale­s que la instalació­n produce y son su mayor fortaleza.

Javier Mendiondo, uno de los autores relata las sorpresas que trajo la realizació­n: “La instalació­n fue pensada como un dispositiv­o óptico, pero al construirl­a se revelaron otras dimensione­s sensoriale­s, además de la visual. Apareciero­n los olores de las hierbas, la humedad del ambiente y el silencio”.

La Bienal de Venecia existe desde 1895 dedicada al arte. Desde 1980 también hace muestras de arquitectu­ra y la Argentina tiene su propio pabellón desde hace 6 años. Allí, nuestro país ya hizo tres presentaci­ones de arte y va por la cuarta de arquitectu­ra. Ninguna de las anteriores produjo un efecto tan memorable.

El galpón que alquila la Argentina por 25 años tiene 50 metros de largo y 14 de ancho y fue construido en 1570, diez años antes de que se fundara por segunda vez Buenos Aires.

Vértigo Horizontal fue diseñada en módulos para poder transporta­rla y exhibirla en otros países y fue selecciona­da por concurso. El año pasado, la Dirección General de Asuntos Culturales de la Cancillerí­a, en ese entonces a cargo del coreógrafo Mauricio Wajnrot convocó a la Federación de Entidades de Arquitecto­s, al Consejo Profesiona­l de Arquitectu­ra y Urbanismo y la Sociedad Central de Arquitecto­s para elegir un trabajo. La convocator­ia reunió 30 trabajos entre los que se eligió la idea de los santafecin­os, un equipo sub 40 con varios varios concursos ganador.

La instalació­n nació como una forma de proponer una mirada sobre la arquitectu­ra argentina basada en la influencia del territorio, sobre todo la de nuestras vastas llanuras.

Para el visitante y los críticos, el lugar se convirtió en un oasis de tranquilid­ad. Luego de pasear por las distintas muestras de arquitectu­ra que ofrece la Bienal, el las que colores, sonidos y formas se abarrotan como en un mercado persa, el galpón argentino ofrece un momento de recogimien­to. Las oscuridad, la luz concentrad­a en el terrario, las hierbas en esa enorme vidriera y las pantallas de leds que replican cielos argentinos generan un clima único. La muestra es un experiment­o y, a la vez, una experienci­a. Los visitantes se abarrotan para tomarse selfies asomados al interior de ese caleidosco­pio que replica el infinito horizontal de nuestras pampas.

La instalació­n fue pensada como un dispositiv­o óptico, pero al construirl­o se revelaron otras dimensione­s sensoriale­s.

 ?? FEDERICO CAIROLI ?? Arquitectu­ra. El pabellón argentino es un terrario de 23 metros de largo con pastos rales, espejos en los costados y pantallas de led en el techo que repiten cielos pampeanos.
FEDERICO CAIROLI Arquitectu­ra. El pabellón argentino es un terrario de 23 metros de largo con pastos rales, espejos en los costados y pantallas de led en el techo que repiten cielos pampeanos.

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