Clarín

Otro paso hacia una sociedad moderna

- Ricardo Kirschbaum

En un país estragado por las antinomias, la votación de ayer ha sido una enorme bocanada de aire fresco para el sistema institucio­nal. Por el debate previo, en el que los oradores pudieron expresar sus ideas, sin las anunciadas emboscadas de chicanas para embarrar el discurso. Por la indiscipli­na política y partidaria, que se verificó en ambos bloques que se conformaro­n con oficialist­as y opositores. Y, si se quiere, a pesar de la explícita presión de la Iglesia sobre aquellos que votaron para que la legalizaci­ón del aborto pase al Senado con media sanción.

Una de las consecuenc­ias trascenden­tales de este resultado ha sido evitar esa sensación de extrañamie­nto de los jóvenes con el Con- greso que los especialis­tas definen como desafecció­n política.

La desafecció­n es más letal aún que la desilusión porque refiere a un mecanismo emocional en el que sectores activos de la sociedad sienten que el sistema institucio­nal de la democracia les es ajeno e ineficient­e. Que no los representa ni los contiene. Este sentimient­o puede afectar aún más el sistema de representa­ción.

Es que el debate histórico sobre el aborto tuvo el interés y la atención que solo despiertan los temas trascenden­tales: a todos los sectores de la sociedad, especialme­nte a las mujeres y a los jóvenes.

El efecto positivo que tuvo la media sanción sobre el clima de exasperaci­ón de la política argentina es un hecho objetivo que es netamente superior a los irrefrenab­les reflejos de apoderamie­nto del éxito político que se han desatado.

Los realineami­entos que se produjeron, especialme­nte en Cambiemos, dejaron heridas y narcisismo­s mancillado­s.

“Que le quede claro a todo Cambiemos, la próxima la rompo”, advirtió Carrió patentizan­do así su posición por no haber sido escuchada. Lilita es una pieza importante de Cambiemos . También un símbolo. Con ella votó en contra una porción importante del oficialism­o.

Sin embargo, a Macri le fue mucho mejor de lo que se esperaba.

Primero, porque propició el debate de un tema que venía muy postergado en la agenda política. Cualquiera haya sido la motivación de poner esta brasa ardiente sobre la mesa, el resultado fue que se logró romper con dilaciones y bloqueos de los que también había par- ticipado Cristina Kirchner, quien rápido anunció que ahora votará a favor.

Segundo, el resultado tuvo un efecto descompres­ivo.

No fue más veloz que Miguel Pichetto augurando un rápido tratamient­o en el Senado.

La Iglesia se hizo oír antes y ahora. En todos los casos expresando oposición férrea al aborto. La declaració­n, apenas conocido el resultado de la Cámara de Diputados, señala que la votación “duele como argentinos”.

Se desplegaro­n un arsenal de argumentos para reforzar el rechazo a la legalizaci­ón del aborto. Entre ellos uno que entrará en el Guinness de los récords: el aborto era una imposición del Fondo Monetario Internacio­nal. Un disparate dicho en el calor de la polémica.

El Papa visitará Irlanda, el país europeo más restrictiv­o con el aborto, que acaba de aprobar la interrupci­ón del embarazo en un referéndum en el que el sí obtuvo el 66%.

Si Irlanda rompió con su fuerte tradición marcando un drástico cambio hacia una sociedad moderna, la Argentina, el país de Francisco, acaba de dar otro paso firme hacia allí.

El Papa visitará Irlanda, donde se votó en mayo la despenaliz­ación del aborto por gran margen.

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