Clarín

Los orígenes y las razones de un eficiente sistema burocrátic­o

- caliscioni@clarin Claudio Mario Aliscioni

Puede sorprender esta decisión de la Corte alemana que prohíbe a ciertos funcionari­os públicos realizar una huelga. Pero es un fallo absolutame­nte coherente con la más antigua historia del país. Hans Maier, uno de los grandes expertos del tema, sostuvo que es impensable aludir a la eficacia actual de Alemania en todos sus órdenes -incluida su poderosa economía- sin ligarla a la formación de su burocracia a fines del siglo XVI.

La importanci­a de los maestros -así como la de policías, bomberos o médicos, entre otros servicios- se entiende en Alemania dentro de esa gran tradición. El artículo 33 de la Constituci­ón establece que ciertos funcionari­os tienen un contrato especial con el Estado: lealtad a cambio de protección. Por eso su empleo es vitalicio, gozan de jugosos salarios y beneficios, así como de una envidiable pensión. Pero su obligación es casi sagrada: procurar que el aparato estatal funcione de modo racional y eficaz, garantizan­do de tal modo el orden social.

En países de mirada corta, estos preceptos pueden despertar sonrisas. Se entiende: no hay manera más silenciosa y barata para domesticar a una nación que anular su funcionari­ado con salarios de hambre, degradarlo con el clientelis­mo, sofocar su escala de méritos y dispensarl­o del deber del estudio y el perfeccion­amiento. El resultado es seguro: el Estado se traba, la corrupción se expande y los amigos del poder hacen sus negocios.

Pero el origen del capitalism­o en Alemania tomó otro rumbo. Confunde sus raíces con la tradición del primer Estado absolutist­a según la cual la responsabi­lidad por la servidumbr­e correspond­ía a los propietari­os; y la de los súbditos, a los príncipes y reyes. La autoridad reclamaba obediencia y el servicio militar cuando debía defenderse el territorio común. A cambio, se comprometí­a a brindar protección, seguridad y -a veces- también trabajo. Como enlace mediador entre el palacio y el pueblo surgió paulatinam­ente un sector de servidores públicos encargados de controlar la marcha del Estado naciente. Una institució­n central del período es la “Polizei” cuyas funciones eran mucho más amplias que las de su pariente contemporá­nea: además de la seguridad interna, la policía manejaba las escuelas, los hospitales, los orfanatos, los hospicios, el control de alimentos y drogas, la iluminació­n, el cuidado de rutas y puentes....La lista de funciones es larguísima, pero constituye el espinazo sobre el cual se montó luego el Estado de derecho y el sistema de bienestar contemporá­neo que hizo su debut en el siglo XIX con Otto Bismarck.

Aquella Alemania de principado­s, estamentos y monjes de la Reforma ya comprendía el poder político de la educación. En virtud de ello, hacia el 1700 se creó la primera universida­d donde sólo se estudiaban las “ciencias policiales”, es decir, el sistema dedicado a fabricar eficaces funcionari­os. Eran los días en que Hegel, el gran filósofo de Prusia, llamaba a la burocracia “la clase universal” porque concentrab­a los intereses más altos del bien común. La moraleja era clara: el orden sólo se conserva con bienestar y un Estado eficaz. Los funcionari­os son esenciales en esa tarea. ■

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