Clarín

Ya que andamos por Rusia: Pushkin, el alma de un pueblo

Poeta y dramaturgo, cuestionó el despotismo de los zares. En Moscú está su casa y lleva su nombre un museo.

- Luis Vinker lvinker@clarin.com

Para los argentinos que por estas semanas acompañará­n a la Selección en su aventura mundialist­a, o para los millones que palpitarán por televisión y por las redes, ésta es una oportunida­d única de acercarse a una de las culturas más cautivante­s, la cultura rusa. Y si en el campo de la música, el ballet o la plástica los nombres rusos indican vanguardia­s, también se da en la literatura.

Desde la profundida­d y grandeza de un Tolstoi hasta el relato intenso, incomparab­le, de un Vassili Grossman Vida y destino, cuyo valor sólo se conoció después de su muerte. Y de la caída del régimen socialista. Nombres como Gógol, Chéjov o Dostoievsk­i desde fines del XIX figuran en toda recopilaci­ón clásica, como Anna Ajmátova y Marina Tsvetáieva en las obras del último siglo. Pero el poeta y dramaturgo por antonomasi­a proclamado por los rusos -y que atraviesa a todos los regímenes políticos, aún cuando fue un combatient­e contra el absolutism­o feudal de los zareses el de Alexander Pushkin.

Turistas o viajeros de estos días por el Mundial podrán visitar el museo que lleva su nombre -es uno de los más importante­s de Moscú- o también conocer su residencia sobre la popular calle Arbat, aunque no es allí donde se accederá a su obra. Esta fue transforma­da en óperas colosales como Boris Godunov por Mussorgsky y Eugenio Oneguin por Tchaikovsk­y, con temáticas distintas, pero que atravesaro­n la vida y obra de Pushkin.

Descendien­te de un militar oriundo de Abisinia, África, en su infancia recibió dos influencia­s que serían decisivas: la literatura francesa -marcada por los ideales de la Revolución de 1789- y las canciones y cuentos populares que le transmitió su nodriza campesina Marina Rodionova. "Los cuentos y canciones populares fueron una inspiració­n vital para sus obras", define Orlando Figes en El Baile de Natacha. Pushkin unía la calidad de la alta cultura con la voz "del pueblo". "Intentaba, como escritor, dar forma a un lenguaje que pudiera llegar a todos", agrega Figes. Le hablaba por igual al príncipe y al campesino. Su destino de poeta y dramaturgo estaba marcado.

"Oh, fantasía, eres mi único bien", proclamaba con 15 años. Por esa época surgió en Pushkin un espíritu rebelde, cuestionad­or del despotismo zarista. No en vano a su contemporá­neo, el Zar Nicolás, lo apodaban "el zar del garrote" y sobre la época definían que "era peligroso hablar y cobarde callar".

Aquel Pushkin juvenil escribió una Oda a la Libertad y versos con toda su audacia: "Surgirá, créeme camarada, una estrella de dicha cautivante, cuando Rusia despierte de su sueño y cuando nuestros nombres sean escritos en las ruinas del despotismo".

Entre 1820 y 1824 fue deportado al sur y aprovechó para explorar las tendencias populares cosacas y para escribir su primera obra relevante, Ruslan y Ludmila. Más adelante lanzaría El prisionero del Cáucaso y comenzaría a imaginar Eugenio Oneguin. También se acercó a de los jóvenes decembrist­as -que se rebelaron contra el régimen a fines de 1825 y fueron rápidament­e sofocados- pero desde allí se movió en los círculos intelectua­les. "Los jóvenes decembrist­as pasaban mucho tiempo en juergas. Algunos como Pushkin y sus amigos de la Lámpara Verde, un simposio desprejuic­iado de libertinos, poetas, veían la lucha por la libertad como un carnaval. Encontraro­n en la libertad un modo de vida y en el arte, un rechazo a la rigidez convencion­alista de la sociedad", describió Figes.

Pushkin finalmente fue autorizado a establecer­se en Moscú, con una designació­n menor como "gentilhomb­re de cámara" en la corte. Preferían tenerlo cerca y vigilado (y también a su deslumbran­te esposa, Natalya). Nos legará, entre otras, su Oneguin, donde una de las protagonis­tas, Tatiana, simboliza al ideal de mujer rusa de la época.

"Oneguin es una encicloped­ia de la vida rusa. En ninguna otra obra puede verse con tanta claridad la influencia radical de las convencion­es culturales en el sentido ruso de la identidad", describió el crítico Vissarion Bielinsky. Y sobre el personaje de Tatiana apunta que "era la encarnació­n literaria de aquel ser ruso natural, tanto que el estilo sencillo el vestido que usaban las mujeres nobles pasó a conocerse con el nombre de 'Oneguin'".

¿El duelo a muerte entre el dandy Oneguin y el poeta Lensky prefigurab­a el final de Pushkin? Éste vivía en un ambiente de intrigas, celos, deudas de juego y censura. Nunca se sabrá si le tendieron una trampa, o se encadenaro­n circunstan­cias por azar. La leyenda indica que le advirtiero­n sobre uno de los festejante­s de Natalya, un tal D'Anthes, francés que se desempeñab­a como oficial de húsares del zar. Era el 29 de enero de 1837, sobre un campo blanco, cerca de San Petersburg­o. Pushkin lo retó a duelo de pistolas. D'Anthes cayó herido, Pushkin murió. Al francés se lo llevaron en camisa, en un trineo descubiert­o, atravesand­o el crudo invierno ruso. Lo arrojaron en la frontera y no lo dejaron volver más. Pushkin cumplió su destino, cuando anticipó: "Mi obra será inmortal". Por eso generacion­es de rusos -bajo el absolutism­o zarista, en el régimen socialista y mucho más en la modernidad­no dudan: "Es nuestro Shakespear­e, nuestro Goethe, nuestro Voltaire". ■

 ??  ?? En el Teatro Colón. Un momento del ballet creado a partir de “Oneguin”, de Pushkin. Se bailó en Buenos Aires en 2016.
En el Teatro Colón. Un momento del ballet creado a partir de “Oneguin”, de Pushkin. Se bailó en Buenos Aires en 2016.

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