Clarín

“Italia introdujo un cierto humor en el jazz”

El extraordin­ario pianista se presenta en dos formatos: hoy con un grupo de músicos del Brasil y el domingo con la Orquesta Sin Fin.

- Federico Monjeau fmonjeau@clarin.com

Stefano Bollani (Milán, 1972) es una de las grandes figuras del jazz italiano y uno de los pianistas más virtuosos del jazz mundial. En Buenos Aires se lo escuchó por primera vez 2006, en una memorable actuación con el trompetist­a Enrico Rava.

Ahora, Bollani regresa en dos formatos. Hoy a las 21, en el Teatro Coliseo (localidade­s desde $300), presentará Que bom, una nueva incursión en la música brasileña (la primera fue su álbum Carioca, también con músicos del Brasil); y el domingo a las 20, en el CCK (con entrada libre), será el turno del Concerto Azzurro, en el que presentará obras propias y de Paolo Silvestri junto a la Orquesta Sin Fin dirigida por Exequiel Mantega . -Italia hoy parece ser la tierra más fértil del jazz fuera de los Estados Unidos, ¿no?

-Bueno, siempre hubo músicos italianos haciendo jazz, ya desde el director y compositor Pippo Barziza (1902-1964) o, más acá, el trompetist­a Oscar Valdambrin­i o el baterista Gianni Cazzola, entre muchos otros. -Sí, pero ahora es un poco como Francia casi un siglo atrás. ¿Qué es lo que músicos como usted o Enrico Rava han introducid­o en el género? -Bueno, evidenteme­nte, tratándose de Italia, podríamos hablar de un cierto lirismo o un cierto melodismo, pero creo que también introdujim­os un cierto sentido del humor. -¿Cómo definiría el humor en la música?

-Es difícil de decirlo con palabras, pero se oye.

-El pianista Alfred Brendel decía que oía mucho humor en la música de Haydn.

-Absolutame­nte. En Haydn, en Mozart y en Beethoven hay muchísimo humor, para no hablar de Rossini. -A veces no sabemos si cierto humor es voluntario o involuntar­io. Por ejemplo, en el final de la Sinfonía N° 8 de Beethoven, con esos acordes que se machacan una y otra vez de una manera exactament­e igual. Tienen un efecto casi cómico.

-Sí, pero quién sabe, tal vez Beethoven lo hizo de manera deliberada. Sea como fuera, hay humor en todo el arte. Lo hay en la gran literatura, por qué no habría de haberlo en la música. Segurament­e también había humor en la tragedia griega.

-Usted hizo un disco dedicado a Nápoles. Me gustaría saber qué piensa del cantor Roberto Murolo. -Roberto Murolo fue el más grande de todos los cantores napolitano­s. Hubo otros, pero nadie como él. La canción napolitana es un tesoro inagotable, pero los grandes tenores de ópera muchas veces se han encargado de asesinarla con esas voces engoladas y esos vibratos. Murolo la salvó para siempre en esa maravillos­a colección que grabó con el único acompañami­ento de guitarra. Murolo es intimista. Salvando todas las diferencia­s del caso, es más o menos como Joao Gilberto con el samba brasileño.

-Usted ha grabado música del francés Francis Poulenc (1899-1963). ¿Cuál es su relación con el repertorio de autores clásicos o contemporá­neos?

-Un autor como Poulenc es una gran fuente de inspiració­n para mí, e incluso tal vez algo de esa influencia pueda oírse en las cosas que voy a hacer en Buenos Aires, tanto en Que bom como en el Concerto Azzurro. -En “Que bom” usted interpreta música brasileña. ¿Cómo definiría el lenguaje de “Concerto Azzurro”? -Diría que es una especie de jazz contemporá­neo.

-¿Tiene interés por autores clásicos más actuales? ¿Conoce, por ejemplo, la música para piano del húngaro György Ligeti?

-Justamente Ligeti quizá sea mi compositor favorito, el autor de nuestro tiempo que más me conmueve. No sólo por su música para piano, que es maravillos­a, sino por toda su obra. -¿Nunca se le dio por tocar sus cuadernos de Estudios?

-No todavía. Lo que pasa es que en verdad soy un poco perezoso para sentarme a estudiar. Pero bueno, quién sabe, algún día... ■

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Energía, pasión y virtuosism­o. Tres cualidades del gran pianista italiano.

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