Clarín

Menos mal que empezó el Mundial

- Ricardo Roa

Nos quieren copiar pero hay que ver si lo logran. No será fácil: a nosotros no nos imita el que quiere sino el que puede. La argentiniz­ación pasa en el fútbol español, candidato a repetir el título mundial del 2010 y que debutó con empate y partidazo ante Portugal. La incógnita era si le pegaría y cuánto le pegaría a España la destitució­n tres días antes del técnico Julen Lopetegui. Dirigir en el Mundial es el sueño de todo técnico y tener chance de ser campeón es el sueño de los sueños. Lopetegui vio uno de los sueños casi cumplido y el otro cercano a cumplirse. Y luego, los dos echados a perder por la billetera de Florentino Pérez, una especie de Julio Grondona de un único club: el Real Madrid.

Lopetegui firmó para el Madrid en secreto y a espaldas de la Federación Española. Un contrato al modo Pérez: sin importarle otro interés que no fuera el suyo. El Real estaba sin DT desde la renuncia de Zidane y Lopetegui figuraba sexto entre los candidatos a reemplazar­lo. Su foja de servicios es reducida y modesta salvo el paso por la Selección, a la que dirigió después del fracaso en Brasil. Fueron dos años sin perder un partido. Un invicto que lo acompañará siempre, tanto como la salida vergonzosa.

Semejante historia se resolvió en un solo día: el martes. A la tarde Pérez llamó a Rubiales, el Chiqui Tapia español, para decirle que había fichado a Lopetegui. Ru- biales sólo atinó a decirle dos cosas: que no lo hiciera público y que no se lo dijera al plantel. Al rato, lo sabía todo el mundo. Un Florentino Pérez auténtico.

Hacía menos de un mes que Rubiales estaba en el cargo y menos todavía desde que le había renovado el contrato a Lopetegui. Fue exactament­e el 22 de mayo. 3 millones de euros hasta el 2020. Récord para la Selección y promesa para Lopetegui de que seguiría como técnico sin importar cómo le fuera en Rusia.

Tan perdido como nuestro Chiqui Tapia cuando tuvo que explicar por qué no íbamos a Israel, Rubiales hizo decir que estaba al tanto de todo. O sea, ocultar que ignoraba todo. Y aceptó lo que la mayoría le recomendab­a: cautela. Cautela quería decir tragarse el sapo y bancarse el portazo de Lopetegui. Pero a veces o muchas veces el odio puede más.

Se tomó la misma noche un avión a Rusia. Lopetegui como disculpa culpó a su representa­nte y al Madrid. No había hecho nada malo. Y le pidió dirigir a España en el Mundial. Rubiales se juntó con los referentes del equipo: le pidieron lo mismo. El argumento: la Selección no es un club y está por encima de todo. Como aquí, que la Patria está por encima de todo pero no tanto.

A la mañana, casi sin dormir y con gastroente­ritis, Rubiales se dejó llevar por el placer de la venganza: anunció a los jugadores que el técnico había sido destituido y que lo reemplazab­a Hierro. Lopetegui y sus ayudantes regresaban el mismo día a España .

El jueves fue presentado como técnico del Madrid. Y en el palco de honor del Bernabéu dijo que la lealtad es decir la verdad. Y que ese era el día más feliz de su vida. No se lo cree ni él mismo.

Argentiniz­ación del fútbol español. A tres días del debut, echaron al técnico. Negoció en secreto irse al Real Madrid

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