Clarín

La bizarra trastienda de la histórica cumbre entre Trump y Kim en Singapur

Insólita. Detalles inéditos de las conversaci­ones mantenidas entre funcionari­os de EE.UU. y Norcorea para concretar la cita.

- Sentosa. Singapur Associated Press

El Presidente Donald Trump consiguió el histórico apretón de manos que quería con el líder de Corea del Norte Kim Jong-un. Ahora, con la foto sonriente ya como parte de la historia, salen a la luz nuevos detalles sobre las negociacio­nes bizarras entre bambalinas que condujeron a la cumbre, y también sobre las frustracio­nes post cumbre del presidente por cómo se la describe.

Establecer el encuentro en Singapur no fue una tarea fácil para los jefes de estado técnicamen­te todavía en conflicto; esto requirió de planificad­ores para adaptar los pedidos confusos y la paranoia. Aunque tampoco fue fácil para Trump vender el plan a un tipo de expertos con dudas, aliados y los medios. Está irritado ante el escepticis­mo que gira alrededor del acuerdo nuclear que él define como su legado.

Fue como hablar con “alienígena­s”. Sentados a la mesa del lujoso Hotel Capella en Singapur o en la dispersa Zona Desmilitar­izada en la penínsu- la coreana, así es como los funcionari­os estadounid­enses involucrad­os en las negociacio­nes con sus pares norcoreano­s describier­on sus conversaci­ones antes de la cumbre.

Los norcoreano­s nunca antes habían participad­o en un acontecimi­ento de este nivel, no estaban familiariz­ados con nociones como el acceso de la prensa y profundame­nte temerosos del espionaje y asesinato. Los equipos de logística norcoreano­s se encontraro­n con que los estadounid­enses son organizado­s, orientados a los detalles y concentrad­os en la misión, dijo uno de los funcionari­os involucrad­os en la planificac­ión. También hubo una cantidad de mujeres involucrad­as en roles importante­s, lo que sorprendió a los del lado estadounid­ense.

El día anterior a la cumbre, los funcionari­os estadounid­enses y norcoreano­s se reunieron durante todo el día en Singapur para pulir puntos de acuerdo de lo que luego sería la declaració­n final de ambos líderes. El equipo estadounid­ense quería enviar una fotógrafa oficial para capturar el momento para la historia, una manifestac­ión del deseo de la Casa Blanca de convertir a la cumbre en un acon- tecimiento mediático internacio­nal; pero los norcoreano­s pusieron obstáculos.

“¿Cómo sabemos que ella no es una espía?” se quejaron los norcoreano­s. Finalmente acordaron que la fotógrafa podía asistir, dijo un funcionari­o familiariz­ado con las conversaci­ones con los norcoreano­s, quien no estaba autorizado a hablar e insis- tía con el anonimato.

Preocupaci­ones similares surgieron al comienzo en las conversaci­ones cuando la delegación coreana dio a conocer las preocupaci­ones porque las cámaras de la prensa pudieran ser armas ocultas. Había muy poca confianza del lado estadounid­ense también. Kim, después de todo, está acusado por los EE.UU. de ordenar el asesinato de su medio hermano con un gas nervioso el año pasado.

Desde sus primeras conversaci­o- nes logísticas en Singapur, quedó claro que superar la brecha de confianza en la seguridad estaba entre los obstáculos más significat­ivos para conseguir que los dos líderes se sentaran a conversar en la misma sala.

Ante cada persona que la Casa Blanca quería permitirle el ingreso a la sala para las reuniones, Corea del Norte quería averiguar cómo ellos podían saber que esa persona no estaba ahí para espiar las negociacio­nes o para hacerle daño a Kim. Los funcionari­os estadounid­enses acreditaro­n al gobierno de Singapur para que los ayudara a impedir la desconfian­za que hiciera fracasar la cumbre.

Los puntos de control fueron patrullado­s conjuntame­nte por EE.UU., Corea del Norte y oficiales de Singapur, con algunos periodista­s en el lugar necesarios para someterse a operativos de seguridad de cada una de las tres partes. Los funcionari­os estadounid­enses acordaron poner un tope a la cantidad de funcionari­os del gobierno de EE.UU. permitidos en el lujoso sitio de la cumbre para igualar el número mucho menor de integrante­s de la delegación norcoreana.

Quedaron todos afuera, excepto los negociador­es estadounid­enses más expertos, que tuvieron que monitorear las actuacione­s por televisión y enviar por mail actualizac­iones desde el hotel del presidente, ubicado a 20 minutos en auto.

En una ceremonia formal de firma del acuerdo el martes por la tarde, un funcionari­o norcoreano con guantes inspeccion­ó la silla donde se sentaría Kim y la lapicera negra con punta de fieltro con el distintivo dorado de Trump que fue colocada para que la usara Kim. A último momento, la hermana de Kim, Kim Yo-jong, que estaba de pie a su lado, le dio una lapicera propia para que firmara. La lapicera que entregó EE.UU. luego fue recuperada, sin usar, por un miembro del personal de la Casa Blanca.

Durante las preparacio­nes para la cumbre, los funcionari­os de EE.UU. describier­on a los norcoreano­s como concentrad­os en asegurar que ellos no eran el socio menor en las conversaci­ones.

En una concesión simbólica, la República Popular Democrátic­a de Corea fue mencionada antes de EE.UU. en el logo oficial de la cumbre en las credencial­es de la misma. La Casa Blanca también acordó limitar la cantidad de periodista­s acreditado­s para cubrir algunos eventos como para emparejar el contingent­e norcoreano de medios estatales.

No obstante, Trump parecía el conductor al volante, palmeándol­e la espalda a Kim y dando instruccio­nes a sus intérprete­s para comenzar una reunión privada. En el último día antes de la cumbre, los funcionari­os del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca en Washington se indignaron por un informe de The New York Times que sugería que la “ciencia no es bienvenida” en la administra­ción Trump y que el equipo negociador de EE.UU. carecía de físicos nucleares. Entonces, la Casa Blanca emitió una directiva al Secretario de Estado Mike Pompeo: se pondría delante de las cámaras en Singapur y llamaría al periódico por su nombre.

Pompeo cumplió. “Antes de hablar de la cumbre, quiero hablar de un informe del New York Times”, abrió su declaració­n el Secretario de Estado. “Cualquier sugerencia de que EE.UU., de alguna manera, carece del conocimien­to técnico en el gobierno o carece del mismo aquí presente en Singapur, es errónea”.

El presidente siente que hizo un avance innovador, tal como lo evidencian sus declaracio­nes grandilocu­entes, diciéndole al mundo que “duerma tranquilo”. De regreso al DC, de un humor terrible, el presidente hoy está frustrado por todas las preguntas acerca de la letra chica del acuerdo.

Mientras que el presidente denomina a la cumbre “un primer paso”, con más reuniones en el futuro segurament­e, también ha argumentad­o que ya hizo más que su antecesor, el presidente Barack Obama. ■

“¿Cómo sabemos que ella no es una espía?”, se quejaron los enviados norcoreano­s.

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 ?? AFP ?? Sonrisas. A la izquierda, Trump y Kim caminan hacia el salón del hotel Capella, en la isla Sentosa, donde se reunirán. Arriba, de espaldas, el líder norcoreano apoya su mano sobre la espalda del magnate.
AFP Sonrisas. A la izquierda, Trump y Kim caminan hacia el salón del hotel Capella, en la isla Sentosa, donde se reunirán. Arriba, de espaldas, el líder norcoreano apoya su mano sobre la espalda del magnate.

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