Clarín

Entre preguntas y selfies, los vecinos visitaron el túnel

Convocator­ia. Fueron los elegidos en un sorteo entre más de 1.600 inscriptos

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Fueron nueve vecinos, que admiraron la obra, hicieron preguntas, se sorprendie­ron, se sacaron selfies con las máquinas. Nueve elegidos, por sorteo, entre los 1.635 interesado­s que se inscribier­on en la convocator­ia de la Dirección de Participac­ión Ciudadana porteña para observar los trabajos del soterramie­nto del Sarmiento, lanzada entre el 6 y el 11 de este mes a través de redes sociales y correo electrónic­o. Todos asistieron a una charla de seguridad introducto­ria; se colocaron casco, anteojos, tapones para los oídos y calzado de seguridad; bajaron por un ascensor y subieron al vehículo que los trasladarí­a hasta el estado de avance actual de la obra. “Parece la trochita del Fin del Mundo”, bromeó uno de los vecinos luego de sentarse.

Durante los cuatro kilómetros y medio de recorrido no se habló, tampoco se pudo: el ruido ambiente de construcci­ón hizo inaudible cualquier conversaci­ón. Pero una vez en la cabeza de la tuneladora, no pararon de hacerle preguntas al director de la obra, Mario Cenciarini; a la secretaria de Obras de Transporte de la Nación, Manuela López Menendez; y al secretario de Transporte porteño, Juanjo Mendez.

“Esperaba encontrarm­e con un agujero con tierra y una máquina atrás, pero me encontré con una fábrica, oficinas, grandes estructura­s, guinches. Una maravilla”, contó Julio Morrasca (72), que no es usuario del Sarmiento pero vino atraído por conocer “el aspecto técnico” de la cuestión, ya que es maestro mayor de obras. A su lado, Alejandro Ferrari (32), que toma el Sarmiento sólo “de vez en cuando”, se interesó en la visita porque lo intrigaba ver cómo había quedado una obra que había sido pospuesta tantas veces. “Estoy sorprendid­o, tenía una idea por lo que había leído, pero estar acá te da otro punto de vista”, reconoció.

Mariana Esquenazi (40) vive en Liniers y toma el Sarmiento desde los tiempos en que estudiaba Derecho en la Universida­d de Morón. Ahora también lo usa para ir a dar clases en la misma facultad. “Es una gratificac­ión inmensa ver cómo va avanzando la obra, que es impresiona­nte”, celebró y se sacó una selfie. ■

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Con alegría. Mariana, usuaria del Sarmiento, retrata los trabajos.

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