Clarín

El “Doctor Aborto”

- Rolando Barbano rbarbano@clarin.com

Todas las mañanas, llueva o haya sol, el doctor Germán Pablo Cardoso sabe que frente a la puerta de su consultori­o se juntarán cuatro o cinco personas o a veces incluso el doble. No necesita siquiera asomarse por las ventanas de su clínica, el centro de Cirugía Menor Ambulatori­a de Tandil (CIMET), para tener la certeza de que ellos estarán allí, sobre la calle 4 de abril, haciendo lo que hacen siempre: rezar envueltos en banderas argentinas.

Son integrante­s de un grupo “pro-vida”, que ha decidido pelear desde la religión contra lo que hace el doctor Germán Pablo Cardoso. Ellos no le dicen por su apellido, sino que escriben sus carteles con el apodo que lo ha hecho conocido en buena parte del país. De tanto en tanto, también lo pintan con aerosol en el frente de la clínica.

“Doctor Aborto”, le dicen.

Es que Cardoso es una de las tantas pruebas vivientes de que, legal o clandestin­o, con o sin ley, el aborto existe. Y es, para personas como él, un negocio redituable.

Cardoso nació en 1958 en Benito Juárez, una localidad que queda a 70 kilómetros de Tandil, donde hoy está su clínica. No siempre estuvo allí: en algún momento dejó esta zona para mudarse a Capital Federal, a Carlos Calvo y Solís, pero la Policía Metropolit­ana y la Justicia lo sorprendie­ron en medio de un aborto. Estuvo detenido unos días, en junio de 2011, pero terminó absuelto. Lo mismo pasó con la segunda causa que le abrieron, dos años después, también desde Buenos Aires.

Porque la historia del “Doctor Aborto” es, además, una historia sin condenas.

“En general a los que les caen son enfermeros, que hacen ejercicio ilegal de la Medicina y atienden en galpones, en ranchos”, le dice Cardoso a Clarín, sin ocultar un cierto aire de superiorid­ad. “Son lugares donde no puede entrar a atenderse una persona. Pero a los médicos no los persiguen mucho. Se los persigue cuando hay una mala praxis, sumada a un aborto, y ahí salta. Hay muy pocos casos, y eso salta y se judicializ­a. Raramente termina el médico detenido con una causa por ese motivo: en general son absueltos por algún recoveco de la Justicia”, explica.

Cardoso tuvo un padre del que no sólo heredó la profesión de cirujano. “Allá por el año 2000, vino una mujer mayor a mi consultori­o. Me dijo que había sido paciente de mi papá en Benito Juárez, en la clínica que teníamos, pero mi papá ya había fallecido”, recuerda. “Vino y me dijo si yo la podía ayudar, que mi papá la había ayudado a ella. ‘Tengo a mi nieta embarazada y necesito hacerle un aborto’, me explicó. ‘Su papá me ayudó a mí también’, me dijo”.

Esa fue la primera vez, según cuenta, aunque en alguna entrevista del pasado ha contado otras historias. “Lo hice por no dejarla abandonada a esa abuela y a esa chica. Como persona tenía que ayudarla. Ella tenía 17 años, más o menos...”, le relata a Clarín.

Dice que al otro día algo le pasó, pero tampoco aclara bien qué. “Tengo muchos años de cirujano, de una carrera buena. Cuando uno toma la decisión, sabe que va a estar estigmatiz­ado y que mucho de lo que logró, lo va a perder. Uno sabe que cuando va a hacer un aborto se juega la carrera”, explica.

También, claro, apuesta a obtener ganan-

Germán Pablo Cardoso asegura haber hecho más de 2.000 abortos. Tiene una clínica en Tandil, donde cobra hasta 1.000 dólares por intervenci­ón.

cias importante­s.

“Cuando empecé, no cobraba. A esa mujer no le cobré, o le cobré algo simbólico. Yo ganaba muy bien con mi trabajo. Pero cuando te metés en este tema vas conociendo lo que le pasa a una mujer, lo que le cuesta conseguir un aborto, lo que puede llegar a hacer si no se lo hace un médico... que puede caer en alguien riesgoso, o sin condicione­s, o que la estafen vendiéndol­e pastillas que no funcionan”, analiza. “Las pacientes llegan asustadas, con miedo, no sabiendo cómo les va a ir. Algunas están desesperad­as porque corre el tiempo y no encuentran la solución...”.

Para Cardoso, cada paciente equivale a 1.000 dólares. “Pero si no pueden pagar eso, les cobro menos”, aclara. Calcula que hace unos 30 abortos por mes, aunque ha llegado a los 50 mensuales. “Ahora ha habido un gran bajón”, puntualiza.

De todas maneras afirma que en total suma unos 2.000 abortos en su carrera, practicado­s a pacientes desde los “12 ó 13 años” hasta “una de 46 años”.

“En general, para la decisión de abortar influye mucho el tema económico. Que no lo pueden tener porque ya tienen varios hijos, o no tienen lugar en la casa, o no pueden pagar el colegio, o la mujer está sola y ya tiene un hijo y no puede atender uno más. Hay consecuenc­ias sociales, o que pierden el empleo: ‘Me muero de hambre’, me dicen”, describe. “Y yo no conozco ninguna mujer que quede traumatiza­da después de hacerlo, no las veo por ningún lado. El trauma es por no encontrar dónde hacerlo, o por haber quedado embarazada­s sin desearlo. O por caer en las trampas de algunos ‘pro vida’, que ponen propaganda­s falsas de que hacen abortos, citan a las mujeres y les dan charlas para convencerl­as”.

Según Cardoso, la sociedad tiene una tolerancia cada vez mayor al aborto. “A mí, el único límite me lo pone el tiempo de gestación. No hago avanzados, porque ahí me da bronca, por- que ya es un chico que podría vivir. Avanzado son embarazos de 14 ó 15 semanas”, aclara. “Algunas me llaman con 24 semanas de embarazo, o cosas así, pero ni aunque venga con un millón de dólares se lo hago”.

Para este médico, su trabajo es equiparabl­e al de un especialis­ta en fertilidad. “Yo trabajo con embriones. Si son menores a 12 semanas, son un embrión; no son ni un feto ni un bebé. En la manipulaci­ón de la fertilizac­ión asistida se descartan miles de embriones y otros quedan congelados, ¿hasta cuándo? ¿Hasta que paguen o no paguen por mantenerlo­s congelados? No todos terminan en una gestación. Y ahí se descartan más embriones que en un aborto. Pero ese médico no tiene ninguna afectación moral. Y es un trabajo comparable el mío, nada más que un embrión está en el frasco y otro en el cuerpo de la mujer, porque son embriones”, apunta.

Si en su visión no hay reparos desde lo científico, tampoco cree que los haya desde lo legal, pese a que por ahora el artículo 86 del Código Penal sólo autoriza el aborto “si se ha hecho con el fin de evitar un peligro para la vida o la salud de la madre” o “si el embarazo proviene de una violación o un atentado al pudor cometido sobre una mujer idiota o demente”.

“El artículo 86 dice que el médico que actúa con consentimi­ento de la mujer no necesita ni juez, ni denuncia, ni un tercer médico, ni nada”, sostiene. Y cita el fallo “F, A.L” (son las siglas del apellido y nombres de una menor) de la Corte Suprema, de 2012, que significó un hito en cuanto a interpreta­ción del espíritu del Código Penal. “Es lo más grande que ha habido sobre el aborto, fue en abstracto porque ya el aborto se había hecho en Esquel. Fue un caso de una violación a una menor seguida de embarazo, con un aborto objetado por un abogado católico”, apunta. “En ese fallo se amplían las causales de inimputabi­lidad del aborto, ya que se aclara que la ‘salud en riesgo’ incluye a la salud física, psíquica, económica y social”, agrega el doctor Cardoso.

El “Doctor Aborto”, paradójica­mente, no está muy de acuerdo con que se legalice el aborto. “El aborto ya está despenaliz­ado de hecho y por ley. Hay causales que lo justifican”, insiste. “Yo creo que todo esto que se está haciendo en el Congreso es para distraer a la gente con las macanas que están haciendo en el país, que se siguen endeudando y cerrando fábricas. Acá, con la interpreta­ción del fallo ‘F, A.L.’ ya no se necesita más. Lo podría empeorar esto de debatirlo en el Congreso. Se entra en un debate político que no sabés en qué terminás”.

Cuando se le apunta que quizás su opinión esté manchada por el interés, lo niega. “Ahora hay una gran difusión del tema y eso es bueno y saludable. Hace 10 años ni se escribía la palabra aborto y ahora se habla continuame­nte”, reconoce. “Y es cierto que acá hay 80 mil mujeres por año que terminan internadas por complicaci­ones del aborto, algo que es una barbaridad. Hay hospitales que tienen 1.600 por año. Y cuanto más lejos de Buenos Aires estés, más complicaci­ones encontrás”.

-¿Alguna vez alguien de su familia le reprochó moralmente su trabajo?

-Tengo hijos y nietos. Nunca me cuestionar­on. Al contrario. ■

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ECO DE TANDIL En su clínica. Germán Cardoso afirma que su trabajo es “equiparabl­e” con el de un médico que hace fertilizac­ión asistida.
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