Clarín

La “kímica” de Donald Trump

- John Carlin LONDRES. ESPECIAL PARA CLARÍN

La principal diferencia entre Kim Jong Un y Donald Trump es que Kim Jong Un llegó al poder por la vía dinástica y Donald Trump lo hizo gracias al

mal gusto, y peor juicio, de los votantes

americanos.

Hay ciertas diferencia­s físicas, eso sí, por más que sus cortes de pelo sean igual de originales. Hay diferencia­s estéticas: Trump se viste de traje y corbata; Kim lleva pijamas. Pero en cuánto a sus formas de ser y sus conceptos de liderazgo son almas

gemelas. Trump tiene más en común con Kim que con Barack Obama, o con George W. Bush, o con todos sus antecesore­s en la presidenci­a de Estados Unidos.

Para Trump fue amor a primera vista cuando se conocieron en Singapur el martes pasado. Kim, no estamos tan seguros. Pero Trump salió del encuentro eufórico, lo único que faltó fue que saliera corriendo a una pradera a cantar “The hills are alive with the sound of music” como la novicia rebelde cuando abre su corazón al Capitán von Trapp.

“Hubo una gran química entre nosotros”, declaró Trump. “Conozco a gente con la que no hay química. Por más que lo intentes, no hay manera. Nosotros la tuvimos desde el primer momento.” Con los que Trump no tiene química, o Kímica, son los que se suponía que eran los grandes aliados de Estados Unidos, los líderes de las democracia­s representa­das en el G7: Francia, Canadá, Japón, Alemania, Italia y Reino Unido. Huyó en cólera de la reunión que tuvo con ellos un par de días antes de ver a Kim, tuiteando pestes sobre Justin Trudeau, el primer ministro canadiense.

Es verdad que parecía que hubo química con Emmanuel Macron, el presidente de Francia. Hasta se dieron un beso. Pero eso ha acabado mal. Macron lo criticó después de la cumbre del G7 y Trump no se lo perdonará.

En cambio la relación con Kim ha seguido el guión de innumerabl­es películas románticas, aquellas en las que las cosas empiezan mal pero por fin llega el feliz día en el que descubren que están hechos el uno por el otro. Hace unos meses Kim llamó a Trump ”un viejo tonto”, Trump llamó a Kim “un gordito bajito”. Ahora Trump le dedica a Kim cartas de amor: “Tiene una gran personalid­ad. Tiene mucho talento. Es divertido, es listo, es inteligent­e. Es un gran negociador… Tenemos una conexión especial”

El hecho de que Kim tiene su lado oscuro sirve solo para alimentar el respeto que Trump siente por él, como se vio en una entrevista el miércoles con Fox News. El presentado­r le dijo a Trump: “Usted a veces denuncia a asesinos. Kim Jong Un es un asesino. Ejecuta a gente….” “Es un tipo duro” respondió Trump. “Mire, cuando uno asume el poder en un país, un país duro con gente dura, y cuando reemplazas en el poder a tu padre, pues no me importa quién eres, cuántas ventajas tienes. Si logras hacer eso con 27 años, bueno…solo una persona de cada 10.000 sería capaz de hacerlo.”

O sea, la bien documentad­a carnicería que Kim lleva a cabo en su gulag asiático es un atrac- tivo más para Trump. Pero sería un error pensar que se trata de un amor superficia­l. Lo que les une en el fondo es lo similar que son sus pasados (ambos heredaron dinero y poder de papás tiranos), sus caprichos, su paranoia y su hambre de adoración. Se publicó hace unos días un perfil de Kim en la página web de la BBC. Lo que llamó la atención fue la frecuencia con la que se podría haber sustituido el nombre de Trump por el de Kim sin que nadie se hubiese dado cuenta.

“La identidad de Kim es la de un rey” dice el artículo de la BBC. “Su autoestima es tal que no permite ninguna crítica o oposición de nadie. Cualquier persona o país que le desfía o que se opone a él se enfrenta a represalia­s, sin ninguna excepción.”

Un académico experto en Corea del Norte citado por la BBC añade: “Para la familia Kim, todos el mundo es un potencial enemigo. Los militares norcoreano­s, el alto mando del ejército, el ministerio de las fuerzas armadas.” Para que el comentario se aplique a Trump con la misma validez solo hay que cambiar el nombre de las institucio­nes norcoreana­s por la CIA, el FBI y el Departamen­to de Justicia.

Un documental que emitió la televisión norcoreana esta semana sobre la cumbre de Singapur señaló otra caracterís­tica que los dos líderes tienen en común. Comenzó con Kim despidiénd­ose de sus generales y ministros en el aeropuerto de Pyongyang. Jamás desde tiempos medievales se pueden haber visto imágenes de la más abyecta autohumill­ación o de terror encubierto que en el lenguaje corporal de esos pobres hombres. Algo bastante parecido se vio hace unos meses en una reunión televisada del gabinete de Trump en la que altos cargos de la gran democracia estadounid­ense com- petían el uno con el otro para ver quién se podía deshacer en elogios más edulcorado­s hacia su señor presidente.

Trump ve en Kim, por un lado, el poder ilimitado que él tuvo cuando solo presidía la Trump Organizati­on, abusaba de la ley e intimidaba a sus empleados con frívola impunidad. Y ve, por otro lado, la imagen de lo que él quisiera ser como presidente de Estados Unidos, sin la frustració­n de tener que lidiar con los representa­ntes del Congreso, con los medios, con los jueces o con la Constituci­ón.

Kim le está ayudando a liberarse de sus cadenas. Trump tardó en verlo pero parece que por fin ha entendido que por ley un presidente de Estados Unidos tiene mucho más margen de acción en el terreno internacio­nal que en el interno. Lo cual le ha animado a dar rienda suelta a su megalomaní­a: una y otra vez antes y después de la reunión con Kim Trump se refirió a su intención de “arreglar”, o de “salvaguard­ar”, o de “pacificar” “el mundo”. Kim se hizo eco de su nueva pareja de baile. “El mundo verá grandes cambios” declaró.

Cambios, si Trump se sale con la suya, que poco tendrán que ver con los deseos de Europa, o Canadá, o Japón o cualquiera de las democracia­s occidental­es -- la suya incluida – cuyos valores desdeña. Parece una comedia surreal todo esto, o una pesadilla de la que no despertare­mos hasta que Trump abandone la presidenci­a. ¿Cuándo será? Quién sabe. Las encuestas indican que la mitad del glorioso pueblo estadounid­ense sigue venerando a su Querido Líder, que puede ganar las próximas elecciones presidenci­ales, que Donald Trump podría llegar a estar más cerca de realizar el sueño de convertirs­e, cuando sea grande, en Kim Jong Un. ■

 ??  ?? Tal para cual. Donald Trump y el líder norcoreano Kim Jong-un, durante la cumbre en Singapur. Sorprenden­tes elogios del presidente de EE.UU.
Tal para cual. Donald Trump y el líder norcoreano Kim Jong-un, durante la cumbre en Singapur. Sorprenden­tes elogios del presidente de EE.UU.
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina