Los refugiados del Aquarius arribaron a España luego de una odisea de ocho días
El barco con 629 inmigrantes rescatados en el mar llegó al puerto de Valencia. Fue después de que Italia y Malta se negaran a recibirlos. Hubo aplausos y sonrisas.
Ocho días después de haber sido rescatados ante las costas de Libia y con la negativa de Italia y Malta a recibirlos, los 629 inmigrantes del barco Aquarius vieron ayer el fin de su odisea al desembarcar, con el apoyo de otras dos naves, en el puerto español de Valencia, sobre el Mediterráneo.
La primera embarcación con refugiados y migrantes en llegar a Valencia fue el Dattilo, uno de los dos barcos de la marina italiana que ayudó al traslado de 273 personas que realizaron una travesía de 700 millas marítimas, la mayor parte bajo un intenso temporal. El Aquarius, con 106 personas a bordo, llegó segundo a Valencia y, a continuación, finalmente atracó el barco de la Marina italiana Orione, con 250 personas, y resolvió, al menos en lo inmediato, la última de una larga serie de crisis internas de la Unión Europea por la llegada de refugiados y migrantes de África, Medio Oriente y Asia Central desde 2015.
El gobierno regional valenciano preparó un plan especial de emergencias formado por 2.230 personas, en el que participan médicos, traductores, psicólogos, cuerpos de seguridad y voluntarios de la organización humanitaria Cruz Roja, entre otros.
Una gran pancarta con el lema “Bienvenidos a vuestra casa”, recibió a los migrantes y refugiados en el puerto, el destino “seguro” que el flamante gobierno español, en manos del socialista Pedro Sánchez, ofreció a estas personas después de que Italia y Malta se negaron a abrirle sus puertas. El gobierno español les ofreció un permiso de estadía de 45 días en su territorio, por considerar que se trata de una ingreso extraordinario por razones humanitarias, explicó a la prensa un responsable de la Comisaría de Extranjería de la Policía española. En total, en los tres barcos que llegaron a Valencia, hay 123 menores, 80 mujeres (siete están embarazadas) y 450 hombres.
Entre cantos, aplausos y sonrisas empezaron a llegar los primeros refugiados y migrantes de la flotilla, con la patrullera Dattilo a la cabeza, que entró en la bocana del puerto de la ciudad española de Mediterráneo a las 6.30 de la mañana (1.30 de la madrugada de Argentina).
Tras haber arriesgado la vida en el mar y sufrir abusos de todo tipo por parte de mafias que lucran con la desesperación de las personas que intentan escapar de la guerra, otro tipo de violencia y la pobreza, estos 629 inmigrantes rescatados por las ONG humanitarias SOS Mediterranée y Médicos Sin Frontera pueden, finalmente, respirar más tranquilos. El personal médico que los atendió detectó más patologías de las esperadas, aunque en general son leves y causadas por los días de hacinamiento, escoriaciones, quemaduras por el contacto del combustible de las embarcaciones con el agua del mar y malestar en general. Las mujeres embarazadas y menores con patologías fueron enviados a hospitales; y el resto, a un centro de acogida en Cheste.
El caso del Aquarius revivió las tensiones internas de la Unión Europea (UE) de los últimos tres años en torno a la política migratoria del bloque, y coincidió con el auge y la llegada al poder de partidos ultraderechistas y xenófobos en algunos gobiernos que son claves en la gestión de la inmigración, como Italia.
Los italianos, cuyo país ha sido el que más refugiados recibió, fueron dejados virtualmente solos en los últimos años para administrar el ingreso de inmigrantes en el sur, ante la indiferencia de sus socios europeos. En uno de los países más eurófilos del continente, el resultado de la pésima política inmigratoria de Bruselas fue que la población italiana comenzara a dar la espalda al proyecto comunitario y llevara al poder a grupos postfascistas como la Liga Norte, del actual vicepremier y ministro del Interior, Matteo Salvini, que exigió el cierre de puertos al Aquarius.
“Esta situación no puede repetirse. (...) La inacción de Europa es criminal”, afirmó en rueda de prensa la directora general de SOS Méditerranée, Sophie Beau, quien dijo que su organización planea volver a echarse al mar a rescatar migrantes.