Clarín

Buscó esperanza en un cura y el kinesiólog­o fue su “segunda mujer”

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Para que su cabeza estuviera más aliviada, Marcelo Larrondo se aferró a su familia, a sus amigos, al apoyo de sus compañeros y al cuerpo técnico de River, a los ejercicios de rehabilita­ción en la clínica de Jorge Bombicino (kinesiólog­o del plantel) y a las visitas a la virgen de Luján donde se encontró con el padre Diego. -¿Buscaste ayuda externa?

-Me decían que fuera a una bruja, pero no soy de pensar en esas cosas. Sí fui a la virgen de Luján donde estaba el padre Diego, que es muy hincha de River y me recibía de la mejor manera. Pero no iba con la intención de decirle “Padre, curame” o “Sacame esta mala onda”. Lo hice por ir, por conocer la iglesia, a la que nunca había ido, por conocer al padre Diego. Era un desahogo. Además me aferré a mi familia, a mi mujer y a mis hijos, a mis amigos. Y a River. Estoy agradecido por el respaldo de Marcelo Gallardo y también les agradezco a su cuerpo técnico, al cuerpo médico y a todos mis compañeros porque nunca me dejaron solo y siempre trataron de hacerme sentir importante. Eso me ayudo a no sufrir tanto.

-A Luciano Lollo le tocó sufrir algo similar. ¿Hablaron entre ustedes para salir adelante?

-Sí, lo que vivió él también fue increíble. Y con Rodrigo Mora, cuando le pasó lo de la cadera. Un día, mientras se recuperaba, Mora nos dijo: “Ahora entiendo lo que sienten ustedes”. -¿Tus ejercicios de rehabilita­ción los hiciste sólo en el club o los complement­aste en algún lado?

-En la clínica de Jorge Bombicino. Cuando uno vive lesiones importante­s en la rodilla, el kinesiólog­o es como tu segunda mujer y la clínica, como tu segunda casa (risas). ■

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