Clarín

“Los niños estaban llorando, gritando y llamando a sus mamás”

Una pediatra relata el horror que viven los menores migrantes separados de sus padres en los centros de detención provisorio­s instalados en Texas.

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“Desde afuera podíamos escuchar las voces de niños que parecían estar jugando o riendo. Pero cuando nos abrieron la puerta vimos cómo 20 ó 30 chicos de aproximada­mente 10 años, encerrados en uno de estos recintos de valla metálica, estaban llorando, gritando y llamando a sus mamás”. El dramático relato de la pediatra Marsha Griffin, una de las especialis­tas que atendieron a los menores, condensa el horror de los centros de reclusión provisorio­s instalados por el gobierno estadounid­ense en Texas.

Las mamás de esos chicos habían sido recluidas en otra jaula, a unos 15 metros. “Algunas podían ver a sus hijos pero no podían acercarse, otras no llegaban a verlos. Y los niños estiraban sus manos a través de la valla metálica, llorando y tratando de alcanzar a sus mamás. Era horrible”, narra Griffin, totalmente conmovida por la situación pese a llevar diez años ocupándose de niños retenidos en el límite entre Texas y el estado mexicano de Chihuahua.

La separación familiar no es nueva en Estados Unidos, pero era aplicada con mucha discreción por los agentes de la patrulla fronteriza. Ahora nadie se salva, gracias a la reciente política de “cero tolerancia” del presidente Donald Trump.

Los inmigrante­s que entran a Estados Unidos ilegalment­e por el límite con México, así como los que lo hacen pidiendo asilo, son enviados a un “centro de detención” de la patrulla fronteriza. Allí, los inmigrante­s son retenidos en espacios cercados por vallas metálicas, divididos por edad y género. Los hermanos también pueden quedar separados. Esto dura unas 72 horas, hasta que el caso es resuelto o los niños son enviados a refugios del Departamen­to de Salud.

Como estos centros de detención temporal comienzan a desbordars­e por la llegada continua de niños separados de sus padres, surgen nuevas soluciones del gobierno. En el desierto de Chihuahua, todo lo que se ve alrededor es plano, marrón, con algunos arbustos a lo lejos y un horizonte líquido por el calor. Allí, en medio de la nada, las autoridade­s instalaron un campamento donde se retiene a los niños inmigrante­s clasificad­os como “sin acompañant­e”.

En este nuevo campamento, tras una serie de cercas, se pueden contar al menos 18 carpas blancas. Por ahora alberga adolescent­es de 16 y 17 años, tiene unas 360 camas y se espera que alcance 4.000. Fue levantado la semana pasada en una base de la patrulla fronteriza en El Tornillo, un pueblo reseco cerca de El Paso, en la frontera entre Texas y México.

Los pediatras alertan del “estrés tóxico” que padecen los niños detenidos en estos “centros de detención”, que albergan tanto a menores de edad que migraron solos, como a los que fueron separados de sus padres, incluso si son bebés. “Separar a los niños de los padres contradice todo en lo que nosotros creemos como pediatras”, advierte la presidente de la Asociación Americana de Pediatría (AAP), Colleen Kraft. Griffin, por su parte, explica que “estos niños pasan por un proceso de estrés tóxico y trauma, porque no saben lo que va a ocurrir con ellos”.

Aunque México sigue siendo el principal país de origen de las familias arrestadas en la frontera, en los últimos ocho meses Honduras experiment­ó un alto crecimient­o en el número de casos de este tipo. ■

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AFP Requisa. Un guardia de EE.UU. en la frontera con México revisa a una mujer con su hija de dos años.

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