Clarín

Un liderazgo de expectativ­as que hoy depende de la política económica

- María Matilde Ollier Politóloga. Decana de la Escuela de Política y Gobierno (UNSAM)

La pregunta que rondaba desde el principio al mandato de Mauricio Macri era si él garantizar­ía la gobernabil­idad dada su escasez de recursos. A diferencia de los presidente­s peronistas electos por el voto popular, el actual mandatario asume el gobierno desde una posición privada de recursos institucio­nales y sociales: sin mayoría en el Congreso, con solo cinco gobernacio­nes y sin actores sociales afines a la coalición. En suma, el jefe de estado carecía (y carece) de la fortaleza institucio­nal y social de sus pares justiciali­stas elegidos en las urnas.

Sin embargo, los resultados de las elecciones legislativ­as, descubrier­on un mandatario capaz de sortear los obstáculos que conducen a la inestabili­dad. Urgido por la necesidad de distanciar­se del estilo de la ex presidenta, Macri realizó gestos en apariencia­s contrapues­tos: de autoridad, sin temor a ejercer el poder, y de diálogo, al convocar a la mesa de negociacio­nes a diferentes actores sociales y a los gobernador­es opositores.

El triunfo de 2017 reforzó la imagen presidenci­al y la popularida­d de la gobernador­a María Eugenia Vidal, que sin ser candidata logró derrotar a Cristina Kirchner en territorio bonaerense. A partir de allí el oficialism­o comenzó a fantasear con la reelección.

Hasta ese momento, el Presidente había conseguido construir un liderazgo de expectativ­as. La esperanza que Cambiemos generó en pos de mejorar la calidad institucio­nal, bajar la corrupción y respetar la división de poderes, era percibida por su heterogéne­a base electoral como una promesa en parte cumplida y rumbo a profundiza­rse.

Eso explica que en medio de una situación económica desfavorab­le, a partir de una herencia que no supo o no pudo dimensiona­r de modo acabado, el oficialism­o triunfa en las elecciones legislativ­as. Su victoria obedeció a razones políticas antes que económicas. ¿Qué sucedió, entonces, en el Gobierno y en la oposición después de aquellos comicios para que el liderazgo de Macri fuese desafiado?

Desde la perspectiv­a del oficialism­o, una serie de episodios explican su responsabi­lidad por el mal paso: los hechos ocurridos a fines del año pasado a propósito del cambio en la fórmula para la actualizac­ión de las jubilacion­es que desataron una violencia inusitada; las críticas de los propios aliados de la coalición ante el aumento tarifario; un contexto internacio­nal desfavorab­le que produjo una corrida cambiaria y llevó al posterior acuerdo con el FMI; y el incremento de la población más vulnerable debido a que la re- ducción de los índices de pobreza publicados a principios de año va camino a revertirse debido a la crisis económica.

Desde la oposición, la fragmentac­ión peronista que había favorecido al Gobierno en los años iniciales, da un vuelco y consigue unificarse en torno a dos reclamos: el freno al aumento de las tarifas y el rechazo mayoritari­o a regresar a un acuerdo con el Fondo Monetario. A la movilizaci­ón de las alas duras del sindicalis­mo viene a sumarse la convocator­ia a un paro nacional por parte de los sectores cegetistas más permeables a las negociacio­nes con el Gobierno. Se produce, entonces, una confluenci­a de las oposicione­s partidaria y social contra las políticas del Presidente.

En este punto estamos. El problema grave que enfrenta hoy la consolidac­ión del liderazgo presidenci­al es llevar a buen puerto la resolución de la política económica. Porque es muy difícil, sino imposible, afianzar el liderazgo estatal desde un fracaso económico.

Si otras expectativ­as que el Gobierno había suscitado conformaro­n en parte a sus votantes, continúan en deuda cuestiones que van entrelazad­as: la recuperaci­ón económica, el desarrollo, y una más justa distribuci­ón del ingreso a partir del crecimient­o. El logro en este terreno depende del impacto de las medidas a tomar: que sean en beneficio de los sectores más vulnerable­s, pero también de las capas medias que facilitaro­n el triunfo presidenci­al en 2015 y lo “bancaron” en 2017.

Es difícil predecir hasta dónde Macri conseguirá afirmarse con solo mantener vivas las expectativ­as que originó, aun cuando él muestre la decisión de vigorizar su liderazgo.

Habilitar el debate sobre la interrupci­ón voluntaria del embarazo, por necesidad política o por convicción, y la media sanción de la ley conseguida en la Cámara de Diputados, que ofrece a las mujeres aborto seguro, libre y gratuito, se inscribe dentro del conjunto de acontecimi­entos históricos que contribuye­ron a ampliar los derechos civiles y políticos de la ciudadanía: las leyes de la educación primaria, obligatori­a, libre y gratuita, del voto femenino, del divorcio y del matrimonio igualitari­o, para nombrar algunas.

La determinac­ión presidenci­al de promover la discusión parlamenta­ria sobre la despenaliz­ación del aborto prueba su voluntad de fortalecer un liderazgo con sesgo republican­o. ¿Podrá el Presidente consolidar su modelo de conducción a partir de una política económica que satisfaga las urgentes demandas ciudadanas? ¿Volverá la oposición a la cooperació­n inicial o persistirá en la confrontac­ión aún si Macri recupera popularida­d?El éxito o el fracaso de la política económica tendrán la última palabra en la resolución de estos enigmas. ■.

A la movilizaci­ón de las alas duras del sindicalis­mo viene a sumarse la convocator­ia a un paro general de la CGT más permeable.

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