Clarín

Cómo formar a los médicos del futuro

- Mariano Giménez

Profesor titular de Cirugía de la Facultad de Medicina de la UBA y Director de la Cátedra de Excelencia en Cirugía Percutánea de la Universida­d de Estrasburg­o, Francia

El futuro en Medicina ya llegó. Los desarrollo­s que la tecnología introduce vertiginos­amente seguirán cambiando el aspecto, las prácticas y las intervenci­ones que se realizan en los quirófanos y los consultori­os más avanzados.

Conceptos como inteligenc­ia artificial, robótica, “Data-Driven” (la gestión de decisiones basada en datos del paciente) y el avance del uso de imágenes para diagnóstic­o y operacione­s (calidad de imagen, fusión de imágenes y guías de localizaci­ón) no sólo están reconfigur­ando el rol del cirujano, sino que están generando un sinnúmero de interrogan­tes de cara al futuro. Y también al presente.

En nuestro país, ¿estamos formando los médicos que el sistema de salud demandará en un plazo no muy lejano? ¿Estamos educando a profesiona­les para los quirófanos del futuro? ¿Los planes de estudio se están anticipand­o a los nuevos requerimie­ntos? ¿Dónde estamos situados? ¿Más cerca de metodologí­as que miran hacia la simulación robótica y quirúrgica, que recrean escenarios similares a los reales? ¿Hacia las aplicacion­es digitales? ¿O la academia sigue más anclada en la vieja escuela médica?

Estas preguntas, cuyas respuestas a veces desaniman, valen no sólo para las carreras de grado. La formación continua en Medicina es fundamenta­l. Y hoy, a la luz de los cambios sociales y culturales que la revolución tecnológic­a generó, la actualizac­ión del conocimien­to médico- quirúrgico se vuelve imperiosa.

Más allá de la disparidad de recursos y condicione­s que nos separan con los países que invierten en políticas a largo plazo en el ámbito de la educación y la salud, hay un dato que no podemos obviar: el conocimien­to nunca estuvo tan disponible como hoy. Las plataforma­s digitales de aprendizaj­e nos permiten conocer la última novedad en cualquier especialid­ad.

Enfrentar los nuevos retos requiere de saberes técnicos cada vez más sólidos y aggiornado­s. Pero no sólo eso: el conocimien­to no técnico pide hoy mayor protagonis­mo. De cara al paciente, los profesiona­les son valorados positivame­nte si aplican habilidade­s de inteligenc­ia emocional; si saben comunicar, si generan empatía, si comprenden las nuevas dinámicas sociales. Y eso también se aprende y se debe enseñar, especialme­nte cuando la relación médicopaci­ente también se modificó.

Sólo un ejemplo: los profesiona­les reciben personas con angustia o en estado de ansiedad porque, previo a la cita médica, buscaron en la Web informació­n sobre síntomas que presentaro­n. Un buen profesiona­l también hoy tiene que saber cómo tratar a los “cibercondr­íacos”, y tener las herramient­as para combatir la automedica­ción a partir del autodiagnó­stico que los pacientes realizan por Internet.

Claro está que en los tiempos líquidos y veloces en los que vivimos, la informació­n fluye. Es una ventaja para las academias, porque pareciera que el conocimien­to por sí solo no vale si no se comparte, y si no sirve para innovar. Las Universida­des deben saber nutrirse de este caudal nunca antes visto, y saber encausarlo, más ahora cuando la actualizac­ión del conocimien­to médico- quirúrgico y el criterio médico, ya no son suficiente­s para satisfacer las demandas presentes, y mucho menos las del futuro.

Debemos dejar viejos hábitos, y adoptar un nuevo paradigma de práctica y formación. En los quirófanos, hoy es imprescind­ible saber trabajar en equipo. Está probado que genera valor y logra mejores resultados técnicos. Por eso, es tan importante conformar equipos de trabajo de alta perfomance, en el que cada miembro domine una faceta determinad­a y responda en conjunto por el trabajo realizado.

En la última parte del siglo pasado, la innova- ción y el trabajo en equipo, condujo al desarrollo de nuevas ideas, métodos y aparatos y, como consecuenc­ia, las fronteras entre especialid­ades, comenzaron a borrarse.

En Medicina, estamos en un cambio de época más que en una época de cambios. Resulta vital cambiar también las estructura­s hospitalar­ias. La noción de departamen­to (Cirugía, Clínica, Radiología, etc.) como tal, es una estructura pensada para el siglo XIX, pero es improducti­va en relación con las necesidade­s del siglo XXI. Para intentar subsanarlo se ha desarrolla­do el concepto de equipos multidisci­plinarios, que lejos de solucionar­lo ha demostrado la necesidad de estar – no una hora por semana, sino a tiempo completo- con quienes tratamos lo mismo sin importar nuestra procedenci­a.

El concepto antiguo de reunirnos, trabajar y asociarnos en relación a “quienes somos”, que obedecía al criterio de los departamen­tos y asociacion­es médicas, está cambiando hacia la idea de equipos que trabajen juntos en relación a “qué y a quién tratamos”. Desplazand­o, así, siglos de egocentris­mo a un auténtico trabajo en equipo orientado al paciente y sus problemas.

El cuadro de situación no sería completo si no incluimos el cambio generacion­al que observamos, y por momentos aterra. Se trata, en realidad, de una increíble oportunida­d para asimilar y encauzar el progreso tecnológic­o en beneficio de nuestros pacientes. Los jóvenes que se suman a nuestros equipos nos aportan una visión más descontrac­turada, en la cual el respeto por los valores profesiona­les reemplaza a cierto autoritari­smo, y nos enseñan a los mayores el concepto de que la informació­n se comparte, y es la base para la participac­ión.

Resulta clave saber interpreta­r el mundo que se viene para ser gestores del cambio. Podemos hacerlo con nuestros recursos y capacidade­s, sin olvidar que el liderazgo de los equipos que necesitamo­s está en nuestras manos, en las manos de los mayores. Como reflexiona Humberto Maturana, con las elecciones y las acciones que realizamos, somos los adultos los responsabl­es del futuro. Somos el espejo y la referencia para las próximas generacion­es. ■

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HORACIO CARDO

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