“Yo no metí el pie en una trituradora para ir al quirófano y estar en una camilla dos años”
Dos años pasaron desde que River lo contrató. Dos años pasaron desde que llegó con una lesión de la que le costó recuperarse y que, encima, en el medio, se le agravó. Dos años pasaron en los que los sinsabores de haber jugado pocos partidos contrastó con la alegría de festejar títulos en un plantel ganador. Dos años pasaron en los que vivió algo así como un calvario. En un mano a mano con Clarín, Lu- ciano Lollo afirmó: “Lo más difícil pasó. Sufrí pero salí adelante porque soy mentalmente fuerte. Yo no metí el pie en una trituradora para ir al quirófano y estar en una camilla dos años”. -¿Cómo estás ahora después de todo lo que viviste? ¿Ya no quedan secuelas de la lesión?
-Después de todo lo que me tocó vivir, vengo de un semestre positivo Porque sumé muchos minutos en Reserva, donde me dieron la chance de jugar para tener ritmo y que no se notara tanto la falta de competencia. Y pude volver a jugar en la Primera también. Me sentí muy bien. -Entonces, ahora ya estás listo para jugar cuando Gallardo lo disponga. -Tengo la esperanza de hacer una buena pretemporada, que va a ser larga y con tiempo para trabajar. Habla- ré con Marcelo para ver en qué situación estoy. Si bien tengo contrato aún, no me gusta quedarme porque sí, por más que esté cómodo en el club. Pero ya estoy bien para jugar y quiero seguir en River.
Luciano Lollo se operó tres veces en los últimos dos años. La primera fue en Racing luego de fracturarse el quinto metatarsiano en un partido contra Boca por la Copa Libertadores 2016. Ahí comenzó su calvario. En River volvió a operarse del quinto metatarsiano y la última cirugía fue por hallux rigidus, una afección que sufrió en el dedo gordo de ambos pies. Ahí estuvo el inconveniente que le complicó la vida. El mismo Lollo lo explicó: “Mi problema se iniciaba en los hallux rigidus. Es como una artrosis o artritis que degenera la articu- lación y genera un sobrehueso que hace perder movilidad en el dedo gordo. Y eso hace que descargue todo el peso para el quinto metatarsiano. Por eso se me abría ese huesito todo el tiempo”.
-¿Cómo lo descubrieron?
-La segunda vez que me operé, ya estando en River, fue por un golpe con Alario. Ahí hice una rehabilitación de cinco meses, me recuperé y después se me volvió a abrir el quinto metatarsiano. Entonces sospechamos que había otro problema. A mí me dolían los dedos gordos de los pies, pero no le daba importancia. Lo hablé con los médicos, fuimos al especialista y descubrimos que el quinto (sic) se abría por el problema del dedo gordo. Y decidimos operar de nuevo.
-¿Cómo fueron tus días cuando estu- viste lesionado?
-Llegaba a mi casa fusilado. Del club me iba a la clínica de Jorge Bombicino donde hice casi toda la rehabilitación con su hijo Franco. El día se hacía largo. Llegaba a las 8 de la noche y mis hijas querían compartir cosas conmigo y para ellas siempre tuve -y tengo- una sonrisa por más que por dentro estaba mal. Llegaba cansado y mal, pero ver a mis hijas era un motor especial.
-¿Cómo repercutió en tu cabeza tanto tiempo sin jugar?
-Nunca había estado tanto tiempo parado. Se hace difícil. Cuando entraba al vestuario y veía a mis compañeros cambiarse para jugar me moría por dentro porque quería estar en ese lugar. Pero me puse en la cabeza el objetivo de recuperarme. Era la única manera de olvidar.
-Durante todo este tiempo también hubo muchos y variados comentarios sobre tus lesiones. ¿Te llegaron esos mensajes? ¿Y qué te generaron?
-Sí, me llegaban los comentarios de los hinchas en las redes sociales. Es una situación rara la que me tocó vivir. Yo no deseé ni busqué que me toque vivir esto. A veces toca y hay que afrontarlo. Yo no metí el pie en una trituradora para ir al quirófano y estar en una camilla dos años. En estas situaciones hay personas que se ponen del lado del jugador, del ser humano, y te apoyan, te mandan palabras de aliento. Y otras que no, que se ponen locos y sólo ven los resultados. Son diferentes formas de ver y de vivir la vida. ■