Clarín

“Esta noche te mato”, la amenaza de un narco peruano que derivó en un doble homicidio

Lo llaman “Ben 10” y está prófugo junto a otro hombre por matar a dos mujeres en Quilmes. Las acusaban de vender drogas para otra banda, pero la familia de las víctimas lo niega.

- Nahuel Gallotta policiales@clarin.com

Silvia González saca su celular y pone el audio en altavoz. El que habla es peruano: “Lo único que quiero es que se muera esa puta de mierda. Por traidora. Si quieren mandar a la gorra (por la Policía), que la manden. Hagan lo que chucha quieran. Ahora me van a conocer… piensan que soy gil, ¿no? Ahora van a ver la mierda que soy”. Se refiere a una de las hijas de Silvia.

La amenaza es del 13 de junio pasado. Pero ya es tarde, muy tarde. Sil- via está sentada sobre el mismo sofá en el que su hija, Magalí Otranto (28), alcanzó a pedir auxilio, cuando un peruano señalado por los vecinos como “Ben 10”, y otro argentino identifica­do como Miguel de Armas, irrumpiero­n en el cuarto para asesinarla.

No fue la única víctima: también mataron a Denise “Morenita” Sudera (29), la mujer del primo de Magalí. “Nos enteramos y vinimos corriendo”, recuerda Débora González, hermana de Silvia y suegra de Denise.

“Entramos y había dos criaturas, de tres y cuatro años. ‘ Mataron a ma- má y a la tía’, dijeron, temblando. Mi sobrino de 14 años se salvó por salir a comprar cigarrillo­s”.

Las mujeres reciben a Clarín en el lugar del hecho, a 40 horas del doble crimen. Los charcos de sangre aun manchan el piso de cemento de la precaria pieza, de no más de 3x3. Son las cuatro de la tarde del sábado en la villa Itatí, partido de Quilmes. Y aquí es como si nada hubiera pasado: la familia González continúa viviendo con miedo, la consigna policial que les prometiero­n en la fiscalía no aparece, los rumores de que “Ben 10” y De Armas andan por el barrio son cada vez más fuertes, y los pibes siguen comprando y consumiend­o paco a pocos metros de allí.

La Policía bonaerense había llegado con sus cámaras a mediados de abril. “Derribaron un búnker narco en villa Itatí”, publicaron algunos medios. La casa que tiraron abajo está a treinta metros del lugar del doble crimen. Es el domicilio en el que “Miguel de Armas” vivió junto a su familia. Pero ese día, mientras la topadora arrasaba con el inmueble y los policías se tomaban fotos y mostraban lo supuestame­nte secuestrad­o, él miraba todo desde una casa lindera. Como un vecino más.

Miguel está juntado con la hermana de una de las víctimas. Es oriundo de Glew, pero se mudó a Itatí tras recuperar su libertad por una condena por venta de drogas. Los vecinos calculan que llegó al barrio hace un año. Desde ese día comenzó a los gritos: “Itatí es mi villa; acá yo soy el que vende droga. ¡Mando yo!”.

Con el tiempo, y siempre según la versión de los vecinos, trajo a un grupo de peruanos. Se instalaron en el sector denominado “La Chanchería” (por los chanchos del lugar) y comenzaron a vender pasta base y cocaína en plena calle de tierra. En el último tiempo, Miguel se había mudado a un conventill­o de Congreso.

Los problemas con Magalí y Denise habían comenzado dos meses antes. Después de algunas discusione­s, ellas les habían aclarado que los iban a denunciar. Miguel y “Ben 10” creían que las mujeres, además de llamar a la Policía, vendían droga para sus rivales, los traficante­s paraguayos. Y estaban convencido­s de que les mandaron al otro clan para derribarlo­s.

La disputa ya había tenido un crimen: “Punchi”, un joven del barrio, fue asesinado de tres tiros. Apareció atado a una reja, con una bufanda en el cuello. La versión en Itatí es que lo mataron los peruanos por vender para los paraguayos.

Ese jueves, tres horas antes del doble crimen, habían vuelto a discutir: “¿ Qué hacés acá?”, las encaró Miguel. A su lado estaba “Ben 10”. Volvieron a aclararles que era su zona, y que ahí vendían ellos. Después les pegaron. A Magalí y a otra joven. “Esta noche te mato”, le gritó antes de irse. “Mi sobrino llamó al 911 y les contó de las amenazas. Ellos creían que Magalí vendía para los paraguayos, pero nada que ver. Subsistía con las asignacion­es, con lo que yo la ayudo y a veces salía a pedir comida”, dice Silvia. Y acota: “Queremos limpiar el nombre de las dos: algunos medios dijeron que se trató de un ajuste de cuentas y nada que ver. El que quiere puede venir a ver cómo vivimos. Las mataron para que no los denuncien, y por creer que vendían para los paraguayos. Por eso las trataban de traidoras”.

“Vivimos con miedo”, se suma Débora. “No podemos dormir. Estamos a la buena de Dios. Pedimos consigna policial. Necesitamo­s vivir seguras. Los asesinos de mi nuera y de mi sobrina siguen en el barrio y nadie hace nada”.

Según pudo saber Clarín, “Ben 10” formaría parte de una organizaci­ón de la ciudad peruana de El Callao, que pararía en la zona de Pompeya. Itatí no sería la única villa en la que se habrían instalado para vender drogas. También lo hicieron en asentamien­tos de Villa Madero, Ezpeleta y Villa Fiorito. Los vecinos dicen que lo ven seguido. La Policía, parece que no. ■

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ROLANDO ANDRADE STRACUZZI Dolor. Silvia y Débora González, familiares de Magalí Otranto (28) y Denise Sudera (29), asesinadas en la villa Itatí.

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