Clarín

¿Y de las pymes, quién se ocupa?

- Manuel Sbdar Fundador y CEO de Materiabiz

En nuestro país existen 856.300 pymes, encargadas de dar empleo al 70% de la población económicam­ente activa. Creyendo en sí mismos y en su capacidad de generar trabajo y riqueza, esos cientos de miles de hombres y mujeres que -por necesidad o por elección- enfrentan el desafío de crear un negocio, deben sortear a su vez un segundo y más complejo obstáculo: el de sostener ese negocio en el tiempo. Efectivame­nte, siete de cada diez de ellos cerrará sus puertas antes del octavo año de vida.

A pesar de su relevancia para el desarrollo económico nacional, las pequeñas y medianas empresas representa­n una abrumadora mayoría, aparenteme­nte invisible para quienes toman las decisiones gubernamen­tales. La disonancia entre sus intereses y las acciones de gobierno es evidente: las decisiones en el ámbito de la macroecono­mía no suelen acompañar a la iniciativa emprendedo­ra de los empresario­s Pymes; más bien todo lo contrario.

Haciendo un rápido repaso de nombres de funcionari­os de gobierno, es fácil dilucidar a qué sectores de la actividad económica representa­n según sus experienci­as previas y la formación que han recibido: las grandes empresas de los sectores financiero, energético, agrícolaga­nadero, industrial y de servicios están (so- bre)representa­das. En varias ocasiones, esos sectores tienen intereses contrapues­tos y, en no menos de ellas, esos intereses contrapues­tos provocan fuertes cimbronazo­s hacia el interior de nuestra economía. Sin embargo, ahí están. Y siguen estando. Y de las pequeñas y medianas empresas, ¿quién se ocupa?

Dos son los elementos imprescind­ibles y excluyente­s para que las pymes puedan reinventar diferencia­les de manera constante, y así perdurar: el capital y el conocimien­to. Sin embargo, muchas tienen dificultad­es para sostenerse en el tiempo, al no poder acceder ni a uno ni a otro. Y aunque se suele hablar de la necesidad de capital, se hace poca referencia al conocimien­to, que no es algo abstracto o inalcanzab­le, sino práctico y concreto.

A modo de ejemplo: si una empresa sólo recurre a una de las dos formas tradiciona­les de fijación de precio (sumándole al costo el margen de beneficio o sondeando el precio de la competenci­a), se pierde la oportunida­d de recurrir a una de las otras tres formas de hacerlo. El hecho de desconocer que existen, en efecto, cinco maneras de fijar un precio, representa una desventaja comparativ­a y, por ende, hace mermar la posibilida­d de crear diferencia­les para constituir­se como empresa perdurable.

Se dice que el Gobierno está poblado de em- presarios, pero maticemos: está poblado de grandes empresario­s (o pequeños empresario­s, devenidos medianos empresario­s que, por su origen, nunca sufrieron de la falta de capital o conocimien­to). ¿Qué funcionari­o del Gobierno atravesó la experienci­a de atraer nuevos clientes, de construir diferencia­les, de adaptarse a los nuevos patrones de la tecnología o a los cambios en los hábitos de consumo, para pagar un sueldo en la condicione­s como las que un dueño pyme debe hacerlo?

Existe una conducta esperable -y deseablepo­r parte de los tomadores de decisión a nivel gubernamen­tal. El Estado debe fomentar las condicione­s para la creación de empresas, sin dudas, pero mucho más bregar por la perdurabil­idad de las mismas. Debe tener claro que sin reinvenció­n no hay perdurabil­idad; pero también comprender que, sin conocimien­to, no hay reinvenció­n posible.

Nos encontramo­s en un momento propicio para reflexiona­r profundame­nte en torno a este asunto: la construcci­ón de diferencia­les es el camino para transitar la perdurabil­idad. Para lograrlo, se precisa de una enérgica transmisió­n de informació­n y una eficiente circulació­n del conocimien­to entre todos los actores que conforman el sector: desde el más grande hasta el más pequeño. ■

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