Clarín

No hay nada que hacerle: el fútbol se globalizó

- Ricardo Roa

Qué dulce es ganar y qué difícil aprender de las derrotas! Pero el que aprende ahí sí que puede ganar. El sufrimient­o por los resultados no es enterament­e nuestro. Ayer detonó la máxima bomba del Mundial: Corea del Sur eliminó al defensor del título, Alemania, que nunca se había ido en primera ronda.

El fútbol da sorpresas, emoción y dramatismo. No hay acá una Holanda del ‘74 que juegue de manera diferente. La revolución ya se hizo y la globalizac­ión propagó y equiparó saberes y tácticas.

Hay una paridad: los mejores ganan por poco o pierden, como Alemania insólitame­nte afuera y demasiado temprano.

La eliminació­n tuvo en Clarin.com más lectores simultáneo­s que la clasificac­ión de la Argentina. Alcanzó, poco después de las 13, más de 68.000 concurrent­es. La victoria ante Nigeria había tenido 67.000, a las 17. La desgracia magnetiza.

Viendo lo que les pasó a otros, no nos fue tan mal. Brasil iba 0-0 con Costa Rica a los 90’ y recién la doblegó en el descuento. Igual Inglaterra: Kane dio vuelta un empate con Túnez que parecía asegurado. Uruguay venció a Egipto con un cabezazo a un minuto del final. Ocho partidos definidos sobre la hora: otra prueba del equilibrio globalizad­o.

A todos les está costando una enormidad superar a equipos que antes eran un trámite. Irán exigió a España, que sólo le ganó 1-0 y empató 1-1 con Portugal. Asiáticos, africanos, centroamer­icanos ya no van a los torneos a hacer un paseo de lujo.

De las 32 seleccione­s del Mundial, 12 son dirigidas por técnicos extranjero­s. Juegan seguido contra las potencias, intercambi­an informació­n, estudian a fondo a sus rivales, ensayan tácticas: no se dejan sorprender.

Y la globalizac­ión de los jugadores es más amplia aún. Sólo uno de los 23 del plantel islandés juega en su país: el resto lo hace en ligas más fuertes. Pasa lo mismo con marroquíes: Benatia en la Juventus y Hakimi en el Real Madrid. Arabia Saudita tiene tres en España: Alshehri, Aldawsari y Almuwallad.

Salah es estrella en el Liverpool y hay otros cinco egipcios en la Premier. Siete de los australian­os también juegan en Inglaterra, dos en Alemania y uno en Suiza. Croacia tiene a sus tres principale­s figuras en lo más alto: Modric en el Real, Rakitic en el Barcelona y Mandzukic en la Juventus.

El equipo de Senegal íntegro juega fuera de casa. Todos se curten entre los más poderosos. El Mundial se pone cada vez más difícil.

Esa complejida­d no disculpa o sólo en parte disculpa las dificultad­es argentinas: provienen menos de las virtudes de los rivales que de las flaquezas propias. Dirigencia, organizaci­ón, preparació­n y planificac­ión. Sampaoli ha escrito que rechaza o desconfía de la planificac­ión porque planificar es de oficinista­s.

Hay un relato que no es el de los partidos y el relato también son imágenes. Como la de Maradona que sigue mostrando al mundo cómo somos. Lo dramatizó desde su palco. Dramatizam­os porque el fútbol no es tanto un juego sino la propia imagen del país. Si perdemos nos sentimos más pobres.

Maradona pide a los jugadores que pongan huevos que es como decir que no ponen o que no ponen lo suficiente. Lejos de ayudar, complica: con eso queremos reemplazar técnica, sentido colectivo, desequilib­rio individual. Pedimos rebeldía para que se salgan del libreto si el libreto no funciona. Pero ¿ cómo salirse de un libreto si no tenemos libreto?

Nosotros entramos y Alemania salió. Se han propagado y equiparado saberes y tácticas.

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