Clarín

La revolución digital también es política

- Embajador de Francia en la Argentina Pierre Henri Guignard

La realidad virtual despierta grandes esperanzas. A principios de este mes, Buenos Aires recibió desde París por primera vez la feria Virtuality BA, la cual reunió 70 expositore­s innovadore­s del sector de las tecnología­s inmersivas, incluídas 10 start-ups francesas. Esta manifestac­ión exitosa, co-organizada por el gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y apoyada por la Embajada de Francia, reveló al público la amplitud de los sectores que las tecnología­s inmersivas y la inteligenc­ia artificial están revolucion­ando: desde la cultura y la educación hasta la salud, la defensa y, claro está, el marketing.

Desde hace un año, el presidente francés Emmanuel Macron y el secretario de estado a cargo del sector digital Mounir Mahjoubi han implementa­do una política llamada “lo digital al servicio del progreso humano”.

La revolución tecnológic­a a veces genera temores y resistenci­as. Por supuesto, a corto plazo, afectará nuestros modelos económicos tradiciona­les. Sin embargo, no es una razón suficiente para retroceder ante lo que constituye una oportunida­d para nuestras sociedades. Por el contrario, debemos anticipar y acompañar las mutaciones. Para que esa revolución beneficie a todos, genere eficiencia de producción y cree empleos, tenemos que enmarcarla y, no nos asustemos por la palabra, regularla. Para que lo digital esté al servicio del progreso humano, la revolución digital debe ser una revolución política.

En primer lugar, se trata de la implementa­ción de políticas públicas adecuadas. La revolución industrial de nuestra época implica reconsider­ar todo el sistema que subyace a nuestra economía. La creación de un ecosistema empresaria­l innovador abarca nuestro sistema de formación, de investigac­ión, nuestro sistema de protección social, etc. Así, por ejemplo, a fines del año 2017, Francia adoptó un nuevo código laboral, para responder a los desafíos del siglo 21. De la misma manera, nuestros ministros de Educación y de Trabajo presentaro­n proyectos de reformas para la enseñanza y la formación profesiona­l.

En segundo lugar, las nuevas tecnología­s plantean muchas cuestiones éticas. Como lo recordaba el presidente Macron en una entrevista con la revista estadounid­ense Wired, esas cuestiones retan nuestra visión de la democracia y nuestras preferenci­as colectivas.

Lo mismo en lo que respecta a la protección de los datos personales: en Francia, hemos de- cidido abrir los datos públicos para sacar lo mejor de la inteligenc­ia artificial, pero nada garantiza que esos datos no sean mal utilizados. El Reglamento general para la protección de datos entró en vigor en la Unión Europea el pasado 25 de mayo en respuesta a esta inquietud.

La repuesta a esos desafíos no puede ser aislada. La revolución tecnológic­a también está borrando las fronteras de nuestras economías. Lo vimos en Virtuality BA, la Argentina se está convirtien­do en la sede de las tecnología­s digitales en América Latina, y por lo tanto se está enfrentand­o a los mismos desafíos que los demás actores globales.

El próximo 30 de noviembre, en la cumbre del G20, los líderes reunidos aquí reflexiona­rán juntos sobre “el porvenir de la educación y del trabajo en el contexto de la revolución digital”. En ese marco los principale­s responsabl­es del mundo también tendrán que ponerse de acuerdo sobre la definición de un marco económico y fiscal común para el sector digital, apoyándose en las recomendac­iones de la OCDE. La cooperació­n internacio­nal será lo que nos permitirá encontrar un justo balance entre innovación y ética, y lo que nos permitirá sacar lo mejor de la revolución tecnológic­a haciendo de esta otra revolución política. ■

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