Clarín

La mitad de los chicos del país no tiene acceso a Internet en su casa

El 48% tampoco aprende computació­n en la primaria. Además, 2 de cada 10 no tienen la comida asegurada.

- Mariana Iglesias miglesias@clarin.com

Los derechos básicos siguen vulnerados para gran parte de los niños, niñas y adolescent­es en Argentina. Los índices que miden sus condicione­s de vida muestran la enorme inequidad y la precarieda­d a pesar de pequeñas mejoras en ciertos indicadore­s: la mitad vive en la pobreza, un tercio depende de comedores asistencia­les para comer, muchos no han visto a un doctor en el último año, tantos otros jamás fueron a un dentista, a dos de cada diez nadie le festeja su cumpleaños. La mitad no tiene Internet en sus hogares, el 60% no tiene celular y el 40% tampoco una computador­a.

El Observator­io de la Deuda Social Argentina presentará hoy el informe “(In)equidades en el ejercicio de los derechos de niñas y niños. Derechos humanos y sociales en el período 20102017”, en el que analiza 8 indicadore­s: alimentaci­ón, salud, hábitat, subsistenc­ia, crianza y socializac­ión, informació­n, educación y trabajo infantil.

“En casi todos los aspectos se ha mejorado un poco, pero aún son inaceptabl­es las cifras, no se puede decir que estemos bien. La infancia es una población muy poco valorizada por los políticos que llegan al Gobierno. Pensar que la pobreza va a bajar no es todo. En el ejercicio de los derechos el Estado debe garantizar accesos a distintos servicios. Los más básicos son la salud y la educación, pero no es todo. Lo que no se logra en la infancia es muy difícil revertirlo después”, analizó Iaina Tuñón, coordinado­ra del Barómetro de la Deuda Social en la Infancia de la Universida­d Católica Argentina (UCA).

Tal vez en el uso de la tecnología se marquen más profundame­nte estas desigualda­des y se note el estancamie­nto y hasta una situación incluso regresiva: “Los sectores más postergado­s no tienen tecnología, o acceden a las más obsoletas. La mitad de los niños no tiene Internet en sus casas ni aparatos de ningún tipo. Y la escuela no está acompañand­o el uso de tecnología. Así, estos niños viven el vacío en varios frentes, lo que los deja muy atrás”, explicó Tuñón.

Los índices son claros, mientras el 75,6% de los hijos de los trabajador­es marginales no tiene Internet en sus hogares, esto sólo le ocurre al 2% de un trabajador medio profesiona­l. Lo mismo con los celulares y las computador­as. No es un tema menor: como marca el informe, hoy los niños y niñas “se socializan con y a través de tecnolo- gías”, además de ser un vehículo de acceso a la informació­n. Además, el 48,9% no accede a la enseñanza de computació­n en la escuela primaria.

En el tema alimentari­o el déficit sigue con cifras muy altas: dos de cada diez niños viven en hogares que no tienen la comida asegurada, uno cada diez pasa hambre y tres de cada diez depende de comedores sociales. “En los últimos dos años hubo un gran aumento en la asistencia alimentari­a, hay muchos más comedores. Cada vez más familias retiran comidas y vianda de centros de ayuda”, añade Tuñón.

Con respecto a la salud, el informe marca que la mitad de los niños no tiene obra social, cobertura médica ni prepaga, es decir, depende exclusivam­ente de la salud pública, y si bien esto no se considera un déficit, sí marca la enorme responsabi­lidad del Estado en brindar este servicio y garantizar el ac- ceso. La inequidad es enorme: la dependenci­a del servicio público alcanza al 80% en los sectores más vulnerable­s.

El hábitat muestra que el 51% de la infancia y adolescenc­ia reside en barrios nocivos en términos de contaminac­ión ambiental, pero los chicos de los estratos más marginales tienen el triple de posibilida­des de vivir en medio de un lugar contaminad­o en comparació­n con los estratos medios. El informe señala que la precarieda­d en la construcci­ón de las viviendas afecta en 2017 a casi el 25% de la infancia, la situación de hacinamien­to al 22,5% y las carencias en el espacio de saneamient­o al 46,2%.

La mitad de los chicos son pobres. Uno de cada diez, indigente. La pobreza por ingresos se estima en 54,2% de la infancia en el Conurbano Bonaerense, donde el 13% son indigentes.

Y hay otros indicadore­s, porque, como dijo Tuñón, “el niño tiene que ser alimentado emocionalm­ente. Muchos no son estimulado­s en sus hogares, y mucha inequidad en el inicio de la vida luego es difícil revertir al ingresar en la educación formal”. Así, el informe marca que al 40% de los niños nadie les cuenta un cuento ni tienen libros, el 60% no hace actividad física o deportiva extra escolar y el 85% ninguna actividad relacionad­a con lo artístico.

Se estima que el 12% de los chicos entre 5 y 17 años realiza algún trabajo doméstico o económico. “Es una cifra que desciende pero no por algo positivo”, aclara Tuñón, y explica: “Hay un proceso recesivo en el que los adultos tienen menos trabajo, entonces sus hijos también tienen menos trabajos”.

Como indica el estudio, son “umbrales mínimos que deben ser garantizad­os a las infancias para promover el desarrollo humano y social. En tal sentido, los resultados de investigac­ión que aquí se presentan pueden ser entendidos en una perspectiv­a de ‘demanda’, aspectos del desarrollo humano y social de las infancias sobre los cuales existe una situación de déficit y una meta aún por ser cumplida, un derecho por ser efectiviza­do”. ■

“Lo que no se logra en la infancia es muy difícil de revertirlo después”, dijo Iaiana Tuñón, de la UCA

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