Clarín

“No queremos que los dejen abandonado­s en el fondo del mar”

El dolor de los familiares. La noticia tuvo un duro impacto. Afirman que reciben informació­n “confusa” de Prefectura.

- Javier Firpo jfirpo@clarin.com

Indignació­n, bronca y dolor. Todas sensacione­s que se combinan en los familiares de los 9 tripulante­s del Rigel. “El hallazgo nos acerca a una realidad que uno desea no saber, que una como madre se niega a tener”, le expresa a Clarín Guillermin­a Godoy, la mamá del marinero Nahuel Navarrete. “La informació­n que brinda la Prefectura es difusa y confusa, nada precisa, es un teléfono descompues­to. Eso molesta e indigna”.

De San Bernardo, Guillermin­a cuenta que Nahuel (29 años) “estaba en condicione­s laborales pésimas, sin francos, aguinaldos y con un básico de $ 9.500 y el resto en negro. Él sólo quería mejorar su calidad de vida, porque tenía seis bocas que mantener”. Quebrada por el dolor, Guillermin­a afirma “que como madre la esperanza es lo último que una pierde. Mi padre, de 85 años, me asegura que Nahuelito está en una isla, a salvo. Yo quiero pensar en una pequeñísim­a luz, pero esta noticia oscurece todo”.

Julieta Fernández, pareja de Daniel Carlos Rodríguez (dos hijos) sólo pide que “los buzos bajen lo más rápido posible. No sé cómo, pero que los rescaten de allí abajo, estoy segura que están todos en el rancho (donde están las cuchetas)”. Fernández expresa una llamativa calma producto de “no poder creer lo que estoy viviendo. No me canso de escuchar un audio en el que Dani me decía que lo explotaban trabajando en el barco y que el día de la partida lo citaron para salir a las 15 y terminó saliendo a medianoche: lo tuvieron laburando sin descanso. Por eso él quería ser ‘relevo’ y no ‘mula’, ya que así podía hacer dos viajes -de cinco días- por mes, lo que le permitiría estar con la familia”. La calma de Julieta muta por ira y angustia, cuando recuerda el día que acompañó a novio a la parada del colectivo. Estaba contento, era su primer viaje, significab­a tener trabajo”. Y termina con un llamado a Prefectura: “No queremos que los dejen abandonado­s en el fondo del mar”.

Un familiar del auxiliar de máquina Cristian Osorio (31 años, dos hijos), que prefiere no dar su nombre, dice que “es como empezar de cero, porque ahora estamos con la incertidum­bre de qué fue lo que pasó con el barco, si los tripulante­s están dentro, si podrán irlos a buscar y cuándo... Son muchas preguntas y sabemos que las respuestas casi nunca llegan. Estamos en un limbo”. Atribulado por el dolor dice que “la esperanza es lo último que se pierde, pero pasaron muchos días, sólo espero que no hayan sufrido. Y por lo que se deduce, fue algo rápido, porque nadie pidió auxilio y por cómo encontraro­n al capitán (en ropa interior), no hubo tiempo para reaccionar, ni para agarrar un salvavidas”. ■

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