Colombia sufrió los penales que convierten en candidato a Inglaterra
Kane, de penal, abrió la cuenta. Mina igualó en el descuento. Luego fallaron Henderson, Uribe y Bacca.
El tipo está ahí, nervioso como casi nunca, tenso como una novedad para su recorrido de entrenador afín a la calma, a la palabra cuidadosa. Se agarra la cara con una mano, después con la otra. No quiere mirar. Cerca de él, a menos de cien metros se está jugando el futuro inmediato y la historia para siempre: Colombia -su Colombia, a esta altura- define por penales su pasaje a los cuartos de final, bajo el cielo de Moscú.
José Pekerman lo sabe: es una chance única. El cuadro que se avecina, en caso de pasar, es una ilusión latiendo. Es la impresión de que Colombia puede llegar a la final. Rusia, Croacia y Suecia son los eventuales rivales hacia el mágico 15 de julio.
Pero el destino no quiere. Mateus Uribe -alguna vez mediocampista del Deportivo Español- lanzó su remate al travesaño; Carlos Bacca -delantero del Villarreal- no puede con el ar- quero llamado a terminar con el estigma inglés, Jordan Pickford. En esos dos tropiezos se termina el realismo mágico: no habrá final ni Copa del Mundo para la Colombia de José. Es un dolor que se traslada desde la capital rusa a los rincones colombianos del Caribe, a Bogotá y también a estos espacios en los que se abraza a ese seleccionado que el mundo conoce como Los Cafeteros.
Es el final de la participación de Colombia. Es también el nacimiento de un candidato: Inglaterra, ahora, se asoma a la posibilidad de ser campeón por segunda vez en su historia y por primera vez como visitante. Más allá de las complicaciones que afrontó en esta serie de octavos de final, tiene con qué.
Harry Kane, su goleador, es una garantía. Con su tanto de penal (para el 1-0) ya alcanzó la marca de seis tantos con la que Gary Lineker ganó el Botín de Oro en México 1986. Dice que va por más, en la zona mixta y en el campo de juego. Sonríe. Su cara, ahora, se pasea por toda Inglaterra. Es el rostro de un país que siente que el Mundial ya no es un imposible. Tiene equipo, hay una idea detrás y hasta el azar -al fin- lo acompañó. No es poco para empezar a creer. ■