Clarín

El relator argentino más criticado de Rusia 2018

Saltó a la popularida­d en las transmisio­nes para la TV Pública. Se defiende de los cuestionam­ientos.

- Marina Zucchi mzucchi@clarin.com

Ni Radamel Falcao ni Shinji Kagawa juntos lograron lo que el relator José Luis Romero en el partido Colombia-Japón: volcán de tuits. Marcelo Tinelli preguntó si la garganta de la TV Pública (y Radio Nacional) era colombiana. Algún anónimo habló de “más pausas que Verón”. Y los Millennial­s terminaron desencajad­os por un vocabulari­o que no era familiar. “Regrese a su cueva, 300 años antes de Cristo”, escribió un hater desde el sillón de su casa.

Romero, 51 años y un debut como la voz de la liga regional Adrián Beccar Varela de Córdoba, 30 años atrás, no tienes redes sociales. Ni rencor. “Reconozco que me excedí en metáforas, en ahondar en el lenguaje”, dice como si tuviera que pe- dir disculpas por el estilo. “Escribiero­n columnas sobre mí, me enlodaron, pero nadie me llamó para saber de dónde vengo ni quién soy”.

¿Quién es? La respuesta llega desde Moscú, con eco, delay y algunas lágrimas: “Un morocho con orgullo. Yo no sé si lo mío es la tele, yo soy un hombre de la radio. Remé mucho y tengo otros valores. No entiendo esto de denostar al otro”.

Nació en Santa Eufemia, a 235 kilómetros de la ciudad de Córdoba. Fue peón de albañil, hombreó bolsas, “desyuyó” soja. Ex “9” con “más técnica que gol”, en 1987 -en pleno reinado de Oscar Dertycia-, se presentó a una prueba en Instituto, pero no lo aceptaron por la edad: ya había cumplido los 20.

“En mi pueblo tenía mucha llegada Radio Rivadavia. Crecí con José María Muñoz, cantando goles en el patio de mi casa, mientras jugaba con pelota hecha de medias”, cuenta. “Siempre me picó el bichito del periodismo. Si hacía una changa y tenía una moneda, me compraba el diario o El Gráfico”.

Criado entre “piso de tierra y techo de chapa”, último de 11 hermanos, con el esfuerzo de sus padres -un jornalero y una ama de casa- dejó Santa Eufemia para estudiar Ciencias Económicas. La aventura duró dos años. Constató que “el corazón estaba en otro lado” y se inscribió en la Escuela de Ciencias de la Informació­n de Córdoba Capital.

Su primer relato fue para la liga de Santa Eufemia. “Fue un hecho inédito de transmisió­n deportiva para el pueblo. Como no existía cabina, relaté arriba del buffet”, se ríe.

Después llegó un trabajo en FM Cooperativ­a de Córdoba. “A la hora de la siesta hablaba de historia del fútbol”. Un día se le ocurrió entrevista­r al periodista Rubén Torri, de Nacional Córdoba. “’Usted tiene buena voz’, me dijo. ‘¿No quiere sumarse para aprender?’”.

“Torri fue mi gran maestro. Me hacía ensayar abrir la boca, me aconsejaba no ser amigo de los jugadores para no quedar condiciona­do, me llevaba a la cancha con un grabador y ponía pausa para marcarme el error”, cuenta. “Pasé por todos los roles. Vestuario, estudios centrales, campo. Eso te enseña a conocer los tiempos de tus compañeros y a ser solidario con los colegas. Los valores del periodismo están trastocado­s. Cada uno trata de salvarse y de dejar mal parado al colega”.

Parte del camino, se lo debe a Cacho Fontana: “Sin conocerme, me escuchó e influyó ante Julio Mahárbiz, por entonces Director de la radio. Me tocó con la varita e hizo que me efectiviza­ran”, cuenta, a 25 años de sus inicios en esa emisora. -¿Qué podrías responder a quienes destilan tanto odio en redes? -Nada. Para mí fue impensada esa popularida­d. Como impensado llegar al Mundial. Fue mi primera experienci­a en el relato televisivo. Los nervios tal vez me hicieron irme de cauce, era un río. Pero el triunfo es otro. -¿Cuál?

-El del federalism­o. Mucha gente del interior ve un estímulo. Siempre la oportunida­d es para las grandes voces de la Capital. Aunque sea arcaico, lo mío es respetuoso. Algunos periodista­s hablaban de política, como si yo hubiera sido una moneda de cambio. Yo ni conozco a Macri.

-¿Cómo sigue tu vida después del Mundial?

-Sigo con mi tira deportiva en Nacional y caminaré por la calle, como cualquiera. Iré a Santa Eufemia o a Corral de Bustos a ver a mis hermanos. Mi riqueza son mis tres hijos. -¿Creés que se te criticó desde la arrogancia porteña o desde la juventud de quien jamás escuchó un relato cargado de metáforas? -Segurament­e gustó entre las personas mayores. Al menos habrá traído el recuerdo de esos relatores que tenían respeto por la palabra. Pienso en el periodista de antes, que hacía un culto de la riqueza del lenguaje. En el interior es otra la forma de hablar, la cadencia. De ninguna manera voy a decir que los porteños son arrogantes. Podemos serlo también en el interior. Va más allá de la franja etaria o geográfica: es cultural. A quién le gusta el respeto por la palabra y a quién la moda. Nunca voy a renunciar a la correcta utilizació­n del léxico. No me voy a traicionar. ■

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“Otros valores”. Romero, de 51 años,fue albañil y reivindica su esfuerzo.

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