Clarín

Y un día propuso invadir Venezuela

El presidente de EE.UU. lo planteó a su gabinete hace 11 meses. Le expli caron los riesgos y no avanzó.

- Joshua Goodman

En agosto pasado, durante una reunión en el Salón Oval, el presidente estadounid­ense Donald Trump hizo una pregunta que sobresaltó a sus asesores: dado que la situación en Venezuela amenaza la seguridad regional, “¿por qué Estados Unidos no puede invadir el país sudamerica­no?”. La pregunta dejó atónitos a los presentes, entre ellos el secretario de Estado, Rex Tillerson, y el asesor de Seguridad Nacional, general H.R. McMaster, que ya no forman parte del Ejecutivo estadounid­ense.

El relato hasta ahora desconocid­o de la conversaci­ón procede de un alto cargo del gobierno familiariz­ado con lo que se dijo entonces, que habló bajo condición de anonimato por lo delicado del asunto.

En una conversaci­ón que duró unos cinco minutos, McMaster y otros, hablando por turno, explicaron a Trump las consecuenc­ias negativas de una invasión, que le costaría a Washington el apoyo de los gobiernos latinoamer­icanos, ganado con gran esfuerzo, solo para sancionar al presidente Nicolás Maduro por llevar a Venezuela por la senda de la dictadura.

Pero Trump tenía una respuesta. Sin dar el menor indicio de que iba a ordenar la elaboració­n de planes mi- litares, dijo que había varios ejemplos de lo que considerab­a el uso exitoso de la fuerza en la región, según la fuente, como las invasiones de Panamá y Granada en los 80.

La idea de la opción militar seguiría rondando por la cabeza del presidente a pesar de los intentos de sus asesores de aplastarla, y volvería a plantearla en dos ocasiones más con líderes latinoamer­icanos.

Al día siguiente, 11 de agosto, Trump provocó asombro en amigos y enemigos por igual al hablar de una “opción militar” para derrocar a Maduro. Al principio se consideró estas declaracio­nes públicas como la clase de bravata marcial que cabía esperar del astro de la TV reality conver- tido en comandante en jefe.

Pero poco después, habló del asunto con el presidente colombiano Juan Manuel Santos, dijo el funcionari­o. Dos altos cargos colombiano­s confirmaro­n la informació­n, hablando bajo la condición de anonimato para evitar contrariar a Trump. Y en septiembre, durante la Asamblea General de la ONU, Trump volvió más extensamen­te sobre el tema en una cena privada con Santos y otros tres aliados latinoamer­icanos, dijeron las mismas tres fuentes e informó la revista de internet Politico en febrero.

Según el funcionari­o estadounid­ense, se le dijo específica­mente a Trump que no hablara del asunto, el cual tendría una mala repercusió­n, pero lo primero que dijo el presidente durante la cena fue: “Mi personal me dijo que no hablara de esto”. A continuaci­ón, preguntó a cada presidente si estaba seguro de que no quería una solución militar, dijo el funcionari­o, y añadió que cada uno respondió a Trump claramente que estaba seguro. Finalmente, McMaster explicaría al presidente en una conversaci­ón a solas cuáles eran los peligros de una invasión.

En conjunto, estas conversaci­ones de trastienda, de las que no se había informado previament­e en detalle y en toda su extensión, revelan cómo la crisis económica y política venezolana ha recibido una atención en la cima que hubiera sido inconcebib­le durante la presidenci­a de Barack Obama. Pero según sus detractore­s, pone de manifiesto cómo la política exterior de “Estados Unidos primero” a veces puede parecer directamen­te temeraria y dar argumentos a los enemigos del país.

La Casa Blanca se negó a hacer declaracio­nes sobre las conversaci­ones privadas. Pero un vocero del Consejo de Seguridad Nacional reiteró que Estados Unidos estudiará todas las opciones a su disposició­n para ayudar a restaurar la democracia y llevar la estabilida­d a Venezuela. Bajo la conducción de Trump, Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea han aplicado sanciones a decenas de altos funcionari­os venezolano­s y al mismo Maduro, a los que acusan de corrupción, narcotráfi­co y violacione­s de los derechos humanos. Washington ha aportado más de 30 mi-

llones de dólares a los vecinos de Venezuela para ayudarlos a absorber más de un millón de migrantes que han huido del país.

Para Maduro, que denuncia desde hace tiempo que Estados Unidos tiene planes militares para apoderarse de Venezuela y sus enormes reservas petroleras, las declaracio­nes belicosas de Trump le permitiero­n recuperar, aunque por poco tiempo, algo de la popularida­d perdida justamente cuando se lo culpaba de la escasez de alimentos y la hiperinfla­ción. Pocos días después de las declaracio­nes del presidente sobre la opción militar, Maduro envió a sus leales a las calles de Caracas para condenar la beligeranc­ia del “emperador” Trump, ordenó ejercicios militares en todo el país y amenazó con la cárcel a los opositores que, según él, conspiraba­n con Washington para derrocarlo.

“Si se diera el supuesto negado de mancillars­e el suelo patrio, los fusiles llegarían a Nueva York, señor Trump, tomaríamos la Casa Blanca. Hasta Vietnam se quedaría pequeño”, rugió Nicolás Maduro en la Asamblea Constituye­nte, integrada por partidario­s del gobierno.

Hasta los aliados más acérrimos de EE.UU. se vieron obligados a apoyar con renuencia a Maduro contra las palabras beligerant­es de Trump. Santos, un firme partidario de los intentos estadounid­ense de aislar a Maduro, dijo que una invasión gozaría de cero apoyo en la región. La alianza aduanera Mercosur, que incluye a Brasil y Argentina, dijo en un comunicado que “los únicos instrument­os aceptables para la promoción de la democracia son el diálogo y la diplomacia”, y que repudiaba cualquier opción que implicara uso de la fuerza.

Pero en el asediado movimiento opositor venezolano, la hostilidad hacia la idea de una intervenci­ón militar ha empezado a ceder. Semanas después de las declaracio­nes de Trump, el profesor de economía de Harvard y ex ministro de planificac­ión venezolano Ricardo Hausmann escribió una columna titulada “Día D en Venezuela”, en la que apeló a una “coalición de los dispuestos” integrada por potencias regionales y EE.UU. a intervenir y dar apoyo militar a un gobierno designado por la Asamblea Nacional, dirigida por la oposición.

Mark Feierstein, encargado de asuntos latinoamer­icanos del Consejo Nacional de Seguridad bajo el gobierno de Obama, dijo que una medida espectacul­ar de Washington en Venezuela, por aceptable que sea, no forzará a Maduro a dejar el poder si no la acompaña la presión desde las calles. Además, considera que la represión de las protestas del año pasado, que dejó decenas de muertos, ha desmoraliz­ado en gran medida a los venezolano­s, y la amenaza de más represión obligó a decenas de dirigentes opositores a irse al exilio.

“La gente dentro y fuera del gobierno sabe que puede hacer caso omiso de mucho de lo que dice Trump”, dijo Feierstein. Y agregó finalmente: “Lo preocupant­e es que generó expectativ­as entre muchos venezolano­s esperanzad­os de que venga un actor externo a salvarlos”.

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REUTERS “América primero”. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, el martes, durante la cena de honor a los militares, en West Virginia, en la previa del Día de la Independen­cia.

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