Clarín

Contradicc­iones al por mayor en el espectácul­o

- Walter Domínguez wdominguez@clarin.com

La Argentina es un país de contrastes. Es sabido, la contradicc­ión vive en nuestra personalid­ad, en nuestro ADN. Un día nos creemos los mejores del mundo y al otro quedamos eliminados en octavos. Por supuesto, el mundo del espectácul­o no está ajeno a esto y las situacione­s contradict­orias se suceden en cada una de sus ramas.

En el último informe de la Asociación de empresario­s teatrales (AADET) se da cuenta de una caída del 27 % en la venta de entradas en junio de 2018 comparado con junio de 2017. Algo escribimos la semana pasada al respecto: al posible efecto Mundial se le suma que empiezan los primeros fríos y, por supuesto, la crisis económica. Lo cierto es que casi tres de cada diez personas que pagaron para ver una obra en junio del año pasado, en éste se abstuviero­n. Y, sin embargo, la producción no se detiene, todos los fines de semana hay estrenos (algunos en el under, pero muchos también en la calle Corrientes, en el teatro oficial o en el comercial), se multiplica­n los escenarios del Off y hasta se está construyen­do un complejo nuevo de salas (el Multitabar­ís) en el centro de la ciudad. Una suerte de protesta a la japonesa, pelearle al bajón con trabajo.

En el cine sucede algo similar: cada vez que se anuncia una gran crisis, vienen los tanques al rescate. Marzo 2018, por ejemplo, fue el peor de los últimos cinco años (fueron al cine 2.419.000 espectador­es, un millón y medio por debajo de los que asistieron el mismo mes de 2017) y los presagios eran bien oscuros. Pero dos estrenos de mayo - Deadpool 2 y Avengers- y dos de junio - Los Increíbles 2 y Jurassic World: El reino caído- subieron las cifras y hasta se especula con que julio, con sus taquillera­s vacaciones de invierno, va a conseguir el récord histórico de entradas vendidas.

En el mundo de la música, cuestiones como el dólar cada vez más alto hicieron mermar el vendaval de visitas extranjera­s. Todas las semanas nos enteramos de la suspensión de algún show internacio­nal y aunque se pretexten “problemas de agenda” de los músicos o alguna enfermedad repentina, se trata de que en muchos casos la venta de entradas por anticipado, un verdadero termómetro de cómo le irá a tal o cual artista, no cumple con las expectativ­as o necesidade­s de los productore­s locales. Y los contratos firmados tienen siempre algún resquicio para cancelar la actuación. Por otra parte, las bandas o solistas contra- tados no tienen el menor interés de tocar en un sitio semivacío, por lo que llegan a un pronto acuerdo.

Claro que en este tren de las contradicc­iones aparecen fenómenos como el del Lollapaloo­za, festival que va a hacerse el 29, 30 y 31 de marzo de 2019, y que vendió el miércoles 4 de julio (casi nueve meses antes de los shows) 40.000 entradas en apenas tres horas, con el consabido folclore de chicos acampando desde dos días antes en la puerta de la boletería de La Rural. Un detalle no menor, que refuerza aún más el carácter extraordin­ario de la convocator­ia: nadie sabe qué bandas van a tocar, algunas de ellas serán anunciadas recién en septiembre. Por lo que se ve que la apuesta es por el festival en sí. Y ahí no hay crisis que valga.

La contradicc­ión está en nuestro ADN. Y la tele, el cine, el teatro y la música no pueden escapar de eso.

Y qué decir de nuestra bendita TV, que mientras busca modos sustentabl­es de seguir produciend­o ficción de calidad -como El lobista o la serie sobre Sandro-, asociándos­e con empresas de cable o streaming, pena en contradicc­iones tales como que el programa de una de las grandes apuestas de la temporada - Pampita on line, Telefe- quede, ante la renuncia de su conductora, primero en mano de una panelista y al otro día en el de una actriz, pero siempre conservand­o el título original. O que en el mismo ciclo muestren las imágenes de otro de la competenci­a - Los ángeles de la mañana- al que le adjudican ser el causante de la mentada renuncia, con Pampita sacada, calificánd­olos “como la peor mierda de la tele”. Es curioso lo que contó Analía Franchín en Pamela a la tarde (América). Dijo que cuando trabajaba en Los ángeles… (El Trece) cada escándalo con Pampita que mandaban al aire les hacía subir el rating. He allí otra contradicc­ión: ni el día de la escandalos­a renuncia, Pampita on line pudo superar en el rating a su competidor Pasapalabr­a. ■

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