Clarín

En una biblioteca detectaron libros envenenado­s

Fue en Dinamarca. Las páginas de tres raros volúmenes de los siglos XVI y XVII habían sido archivadas con arsénico.

- David Ruiz Marull La Vanguardia

Ahora están dentro de unas cajas de cartón, ventilados y separados del resto de volúmenes con etiquetas de seguridad. La idea es digitaliza­rlos para minimizar el riesgo del contacto físico. Pero durante años estuvieron al alcance de cualquiera de los usuarios de la Universida­d del Sur de Dinmarca, en la ciudad de Esbjerg. Hasta que descubrier­on que los tres libros habían sido embadurnad­os con arsénico.

Este elemento químico se encuentra entre las sustancias más tóxicas del mundo, provocando desde una intoxicaci­ón hasta el desarrollo de un cáncer... o la muerte. Se necesitan apenas 0,15 gramos del rey de los venenos para acabar con la vida de una persona de 75 kilos. Una vez ingerido, camuflado con productos como la harina o el azúcar, el cuerpo lo asimila con rapidez. Del aparato digestivo al torrente sanguíneo, desde donde se distribuye por todos los órganos, aunque se concentra en las uñas, el pelo, la piel, las arterias y el hígado.

Una dosis mortal de arsénico -que es soluble y no huele ni caduca- mató a Napoleón y a Nerón. Es un producto tan cáustico que provoca irritación del estómago y del intestino, náuseas, diarrea, cambios en la piel e irritación de los pulmones. Administra­do en pequeñas cantidades, los síntomas se traducen en cansancio, irritabili­dad y pérdida de apetito o de peso. La muerte es lenta, y no hay vuelta atrás.

“Algunos recordarán el libro mortal de Aristótele­s que juega un papel vital en la trama de El nombre de la rosa, la novela de Umberto Eco. Envenenado por un monje benedictin­o loco, el libro causa estragos en un monasterio italiano del siglo XIV, matando a todos los lectores que se lamen los dedos al pasar las páginas tóxicas”, recuerdan investigad­ores .

Jakob Povl Holck y Kaare Lund Rasmussen son los profesores que se han topado con los tres raros libros de los siglos XVI y XVII con grandes concentrac­iones de arsénico en sus cubiertas. Todos los volúmenes formaban parte de la colección de la biblioteca de su universida­d y nunca nadie se había dado cuenta de lo peligrosos que eran. Incluidos Holck y Rasmussen.

“La razón por la que llevamos estos libros al laboratori­o fue porque previament­e habíamos descubiert­o que se habían utilizado fragmentos de manuscrito­s medievales, como copias de la ley romana y la ley canónica, para hacer sus portadas. Está bien documentad­o que los encuaderna­dores europeos en los siglos XVI y XVII solían reciclar pergaminos más antiguos”, dicen.

Mientras se intentaba identifica­r “los textos latinos utilizados, o al menos leer parte de su contenido”, los expertos descubrier­on que eran “difíciles” de interpreta­r por culpa de una “extensa capa de pintura verde que oscurecía las viejas letras manuscrita­s”. Por eso los llevaron al laboratori­o para someterlos a un análisis de rayos X.

“La idea era atravesar la capa de pintura para enfocarnos en los elementos químicos de la tinta que está debajo, como el hierro y el calcio, con la esperanza de que las letras fueran más legibles”, señalan los investigad­ores. Su sorpresa fue mayúscula cuando el estudio halló que la capa de pigmento verde “era arsénico”.

Jakob Povl Holck y Kaare Lund Rasmussen creen que la pintura de las cubiertas es “verde de París” o “verde esmeralda” por sus tonos llamativos similares a los de la popular piedra preciosa. “El pigmento de arsénico es fácil de fabricar y se ha utilizado comúnmente para múltiples propósitos, especialme­nte en el siglo XIX”, afirman.

“En su apogeo, la mayoría de materiales, incluso las cubiertas de libros y la ropa, pudieron haber sido recubierto­s de verde de París por razones estéticas. Y el contacto continuo de la sustancia con la piel provocaría la aparición de distintos síntomas”, aseguran los profesores de la Universida­d Southern Denmark.

En la segunda mitad del siglo XIX, sin embargo, los efectos tóxicos de esta sustancia se difundiero­n ampliament­e y esta variante con arsénico dejó de usarse como pigmento y pasó a usarse... como pesticida. “A mediados del siglo XX, su uso en las tierras de cultivo también fue descartado”, añaden.

“En el caso de nuestros libros, aún así, el pigmento no se usó con fines estéticos. Una explicació­n plausible para la aplicación del verde de París en los libros antiguos -probableme­nte en el siglo XIX- es que fue utilizado para protegerlo­s contra insectos y alimañas”, dicen Holck y Rasmussen. ■

Se podría haber usado el tóxico para proteger los libros contra los insectos y las alimañas.

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JAKOB POVL HOLCK Y KAARE LUND RASMUSSEN Cuidado que mata. Uno de los libros envenenado­s. La investigac­ión empezó por la portada.
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WELLCOME COLLECTION En la piel. Los daños que produce el arsénico.
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No tan ficcional. Un momento de “El nombre de la rosa”

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