Clarín

Chacarita, un cementerio-museo

- Judith Savloff jsavloff@clarin.com

Una estatua lo representa de pie, sonriente, con una flor en el ojal. Al lado, acurrucada, partida por el dolor, una figura con una lira rota simboliza el luto de la música. El mausoleo de Gardel es -lógico- una “celebridad” del Cementerio de Chacarita (Guzmán 680). Pero en ese espacio de 95 hectáreas, diseñado entre 1882-6 por el arquitecto Juan Buschiazzo -quien también trabajó en el de Recoleta-, hay otras joyas poco co- nocidas. Hay, por ejemplo, panteones como el de la Sociedad Española de Socorros Mutuos de Buenos Aires (1896), inspirado en un templete de El Escorial de Madrid (siglo XVI). Como el del Centro Gallego (1929), que se basó en el claustro de la iglesia Colegiata del (río) Sar, de Santiago de Compostela, cuya construcci­ón comenzó en el siglo XII. Austero, de piedra. O como el de la Sociedad Salesiana (1923): casi una réplica, en pequeña escala, de la monumental Basílica María Auxiliador­a y San Carlos, del barrio porteño de Almagro, con ecos de estilos románico y gótico y destellos dorados típicos de la decoración bizantina. Hay esculturas de Luis Perlotti (1890-1969). Y hay pirámides, vitrales y relojes que marcan la “hora fatal” entre flores “dibujadas” con hierro (1910) y otras huellas del Art Nouveau. La lista sigue. “Es que este lugar tiene un enorme valor histórico y patrimonia­l”, resume Hernán Vizzari, el explorador de cementerio­s, creador de www.cementerio­chacarita.com.ar y otros espacios de difusión. Explica a Clarín que las réplicas de monumentos y otras formas del arte empezaron a poblar el Cementerio de Chacarita en la década de 1890, cuando se perfiló como clave para la Ciudad - la epidemia de fiebre amarilla de 1871 había hecho colapsar al anterior: hubo hasta 564 inhu- maciones diarias-. “Eran la manera de recordar y honrar”. Dice que, además de Perlotti, dejaron su arte Antonio Pujía y Clorindo Testa, entre muchos otros. Que aunque el de Recoleta aparece como el Cementerio top de Capital, a éste le ve “un potencial mucho más porteño y social”, ya que “están también los restos de íconos populares más actuales, como Cerati o Gilda, o las huellas del crematorio inaugurado en 1903 pese a la negativa de la Iglesia católica”. Puede haber vandalismo, aclara. Puede faltar mantenimie­nto. Pero como no se puede valorar lo que no se conoce, en este GPS, van sus recomendad­os. Como piezas de museo. ■

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